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lunes, 26 de septiembre de 2016

Ceviche responsable

Aquel que produce mientras otros disponen de su producción es un esclavo (Ayn Rand)

El diputado Álvaro Velásquez se despachó con una idea de esas que hay que comentar ahora para evitar quejarnos después. Plantea incrementar los impuestos a las bebidas alcohólicas, y con parte de lo recaudado, atender la prevención y recuperación de pacientes. El hecho de que sea “parte” -y no todo- invita a la desconfianza. Seguramente, como suele ocurrir, la porción menor quedará para las buenas intenciones y el resto a criterio de los honorables y sus despilfarros. Ejemplos sobran.
Esa propuesta castiga a quienes responsablemente toman cerveza o licor. Los otros, los irresponsables, aquellos que deciden libre y voluntariamente beber, son los  beneficiados, porque a criterio del diputado “el estado tiene que atenderlos”, en esa misión terrenal de cuidar a colectivos desamparados. De seguir esa lógica, deben subir impuestos al chocolate, a la revistas de sexo, a las máquinas de juego, al café, a las comidas que consideren “nocivas”, a los zapatos, a la ropa…., a todo aquello que pueda crear una adicción. Es decir: a todo ¿O acaso se limitarán a las adicciones que ocurrentes políticos determinen en su infinita sabiduría o antojo del momento?
Propongo al señor Velásquez, y a quienes apoyen esa idea, algunas reflexiones. La principal, es determinar si quieren promover la responsabilidad o el asistencialismo. Si es lo primero, entonces hay que aclarar que cada quien debe de asumir las consecuencias de sus actos libres. El consumo de alcohol, como el de otras cosas, es totalmente voluntario. Nadie es presionado para enviciarse. Ciertos envases, además, advierten de que el producto es peligroso y puede dañar la salud. Ahora bien, si pretenden promover el asistencialismo estatal, entonces sigan con su contumaz propuesta y continúen con otras similares. Promoverán personas incapaces de conducirse por sí mismas y sujetas a redención estatal, pagada, como siempre, por ciudadanos subsidiarios, mediante un trasvase de recursos que premia la irresponsabilidad.
Las lecciones aprendidas desde que la droga se declarará ilegal parecieran no haber servido para mucho; tampoco la prohibición del consumo de alcohol en los años 20. Prohibir o incrementar precios no reduce el consumo ¡Eso es mentira! Lo que hace es fomentar el mercado informal, el contrabando o la oferta alternativa de sustancias de menor calidad. Estudios sobran al respecto; experiencia lamentables también, como la del licor “El Machetero” -de fabricación mejicana e importado de contrabando- que destruyó toda una comunidad en Huehuetenango. Diputado Velásquez, lea historia sobre las consecuencia de La Prohibición en USA, pida información o gugelee el tema, descubrirá suficiente literatura al respecto. De momento, la denominada Curva de Laffer -aplicada a la discusión- puede ilustrarle.
Por si no fuera suficiente, hay otro punto: el económico. El tipo de cambio entre el peso mexicano y el dólar estadounidense es 20 a 1, así que al incrementar en Guatemala el impuesto, y por lo tanto el costo de las bebidas alcohólicas, estará fomentando el contrabando. De ese modo, terminaremos consumiendo cervezas y licores del país vecino y entonces se les ocurrían otras leyes para favorecer los productos nacionales o detener el tráfico ilícito de mercadería. En conclusión: cerrarán el circulo vicioso de la falta de comprensión del problema.

Permita producir libremente y que cada quien consuma lo que considere oportuno. Déjenos ser libres y responsables. Huya de la enfermedad política de tutelarnos constantemente y busque un quehacer más productivo como supervisar a sus pares en el Congreso, que falta hace, o escribir otro libro. Dicho lo anterior, solo me cabe una exclamación: ¡Ya pago su salario, así que no encarezca mi ceviche dominical con sus ocurrencias intervencionista!, sea usted tan fino!

lunes, 19 de septiembre de 2016

Vergüenza ajena

Fulano: Persona indeterminada. Mengano: Se usa igual que fulano pero después….


El video, en el cual el Presidente y su esposa aparecen y reconocen la implicación de uno de sus hijos y del hermano del mandatario -actualmente arraigados- da mucho que pensar. Y es que no es suficiente con tener las prisiones llenas de políticos, mafiosos y bandidos. Hay que completar el cartel con huidos, cómplices silenciosos y personajes escondidos, como un expresidente del Congreso prófugo y cuyos colegas no lo expulsan del hemiciclo por temor a crear un precedente que luego aplique a ellos; diputados que cobardemente callan malas prácticas de sus pares, y resultan culpables por omisión; una oficina cerrada por ¡cinco años!, sin que ninguno de los honorables “se diera cuenta”, a pesar de que se quejan constantemente de no tener espacio para sus reposaderas…. Se ha sobrepasado con creces el nivel de tolerancia nacional en materia de vergüenza, pero también ha subido preocupantemente el listón y la resignación.
En el escenario nacional, el IGSS es un sistema fallido y sin compostura, pero “funciona” como ubre del sindicalismo rapiña. El magisterio pacta -y repacta- esperando no declaren lesivo su convenio, pero la educación de los niños le pela, como ha ocurrido tradicionalmente. El sistema de salud es un desastre y “ni contigo ni sin ti, tienen mis males remedio”, le cantan diariamente a la progre y tuitera ministra del ramo. Las carreteras no es que tengan hoyos, es que los agujeros contienen algo de asfalto. La reforma fiscal persigue a quienes desde la formalidad evaden, pero descarta enfrentar a mafiosos, contrabandistas o evasores de la terminal y de mercados, porque ahí no más justicia que el secuestro -¡perdón!, retención pacifica- o la violencia, además de pánico a una muchedumbre que no le preocupa la formalidad ni cumplir con sus deberes fiscales. Los buses, a pesar de haber recibido más de Q3.000 millones de subvención en los últimos años, siguen sin funcionar y son manejados por mafias organizadas amarradas a políticos corruptos. El MP no da abasto; la CICIG no se si está aburrida o decepcionada, como yo; el Vicepresidente está en la mira por recibir dinero comprometedor que financió la campaña electoral, la justicia encarcela a un magistrado del TSJ y a la exregistradora de la propiedad, el exvicepresidenciable Barquín -delincuente confeso- es condenado a casi 3 años de prisión, pero no ingresa en ella y don Mario Taracena practica su ética con carácter retroactivo….
Desconozco su capacidad para abstraerse de la actualidad, pero yo estoy saturado. Confieso tener vergüenza ajena de lo que ocurre y de lo que se avecina. Lo peor es ese pensamiento que me invade y cuestiona: ¿Habrá alguien que no esté implicado en corrupción? ¿Se podrá depurar un sistema con ese grado de penetración delictiva? ¿Podremos expulsar a políticos y otros delincuentes incrustados en las instituciones?
Mientras transcurre el tiempo en espera de sorpresas mayores, la realidad supera a la ficción y diputados intolerantes intentan colar un artículo en el código de migración para expulsar a los extranjeros que les toquen las narices llamándolos corruptos, y otro para que ellos y su prole se beneficien de pasaporte diplomático con ventajas, entre otras, de inmunidad y no ser detenidos en el extranjero donde seguro piensan huir. El ciudadano común, por su parte, celebra la independencia, canta el himno, invade calles con absoluta displicencia y se regocija de que hace 195 años “se independizó”, aunque en pocos lugares he visto mayor sumisión después de dos siglos de “libertad”.

Yo que quizá me preocupo en demasía, recuerdo aquello de ¡Viva la Pepa!, y en todos sus significados me atrevo a gritarlo muy fuerte ¡Pero para mis adentros, claro!

lunes, 12 de septiembre de 2016

¿Bus público o privado?

¡En el día de hoy vengo a cantarles unas cancioncitas de mi autoría… Espero les gusten!


¿Ha pensado cuantas cosas acepta sin discutir ni reflexionar? Es decir, no cuestiona que puedan ser de otra forma. De esa cuenta, mucha gente considera que necesariamente la salud y la educación deben de ser estatales y “gratuitas” y que tenemos “derecho” a trabajo y vivienda dignos, sin discutir quien paga por ello o en qué parámetros medir la “dignidad”.
Con el tema del transporte público ocurre lo mismo. De entrada, se ha manejado un léxico interesado y manipulado. Debería, realmente, haberse denominado “transporte masivo” (TM) que es la función que representa y no la denominación que le endilgaron. De esa cuenta, el TM que llevan a cabo ciertos buses en ciudades puede ser público o privado. No obstante, está fuera de toda discusión -que no de la razón- el porqué no puede privatizarse, al igual que ocurre con la salud. Pareciera que hay “anatemas sociales” y cualquiera que propongan una solución diferente a la estatización es irremediablemente condenado.
La experiencia, los números y la práctica demuestran que el transporte público nacional es un auténtico desastre, un nido de corrupción y fuente de crímenes. Eso es más incuestionable que el debate que se niega. Los que siguen a favor de que sea público y no privado, ponen como ejemplo el buen funcionamiento en otros lugares del mundo, algo que puede ser cierto, pero en modo alguno obvia la discusión ni mucho menos la búsqueda de eficiencia comparando lo que se tiene -que puede ser de buena calidad- y el precio que se paga con subvenciones directas o indirectas que puede ser excesivo.
En contraposición al transporte masivo (pagado con fondos públicos) está el transporte privado -también masivo- entre ciudades. Tome un bus, en cualquier lugar del mundo de una a otra ciudad y comprobará que es de igual o de mayor calidad que el público, pero es más eficiente, está gestionando de forma privada, cuenta con competencia de líneas similares que hacen idénticas rutas y es económicamente rentable. Durante el viaje verá TV, le entregarán una gaseosa y un aperitivo y, seguramente, contará con sala de espera en la salida y la llegada, además de otras atenciones.
El servicio de TM en las grandes ciudades no tiene que ser público, aunque transporte al público. Es posible -al menos habría que hacer el intento- subastar las distintas líneas entre empresas a las que se les exijan las condiciones deseables o dejarlas libremente competir para que generen la calidad óptima.
En Guatemala la asociación “privada” que maneja los buses públicos han conformado una mafia asociada a la policía -sin la que no hubieran sobrevivido- dilapidado miles de millones de quetzales y ofrecido el peor servicio posible. Es hora de sentar las bases de algo digno y eso pasa por dejar libre la oferta y no condicionarla a políticos de turno que siempre, sin discusión, pondrán sus intereses particulares por encima del interés general.
Cuestiones que nunca han surgido, como privatizar la salud o el transporte, pueden perfectamente debatirse, incluso pensarse en una gestión público-privada como es factible en otras áreas. Salir del guacal, es la única forma de generar ideas nuevas que obliguen a los gestores tradicionales a que haya un control de subida a los buses (torno), se utilice el prepago y no se maneje efectivo o exista un control real de pasajeros antes de recibir subvenciones.
De momento lo único que hay son millonarios con nuestros impuestos, mientras el traslado es una vergüenza por la calidad de los medios o diariamente vemos como asesinan a pilotos y ayudantes.

¡Resultados diferentes requieren de acciones distintas!, algo más que sabido.

lunes, 5 de septiembre de 2016

Hoy, hace un año

“Lo único bueno de equivocarse es la alegría que produce a los demás”

Hace exactamente un año comenzó lo que para muchos era la esperanza de cambiar un viejo régimen de corruptela, visibilizado en múltiples causas judiciales. La ciudadanía desplazó terminantemente a aquel populista “que le tocaba” y a la mujer que “gobernó” años atrás, y prefirió a un neófito de la política convencidos de que más valía “lo bueno por conocer”. Se asumió un riesgo del 50%, pero cualquiera de las otras opciones: LIDER y UNE, representaban el 100% de fracaso asegurado y perverso continuismo. Se abría un espacio de esperanza que sorprendió, y que ningún analista había vaticinado. La ciudadanía eligió –y confirmó en segunda vuelta- a un binomio inexperto y desconocido; a una estructura política sin anclaje social, territorial ni conceptual. Se apostó por lo novedoso, porque el resto de opciones no satisfacían las expectativas de un votante cansado de prácticas políticas caprichosas y delictivas.
Ha pasado un año. El 50% de posibilidades de atinar se ha tornado en un 90% de certeza de habernos vuelto a equivocar. Este gobierno, sin planes, personas, infraestructura ni ideas, se sorprendió él mismo y a todos nosotros. La ingenuidad ciudadana al elegir se tradujo en improvisación gubernamental en gestionar. A lo más, sabemos que hay un Presidente que se distrae en los detalles anecdóticos: pupitres escolares, visitas a bomberos o desfiles marciales y deja a un lado la conducción político-estratégica del país; un vicepresidente que justifica de forma altanera y hasta grosera la contratación de algunos de sus parientes, y cuyo afán de poder ensombrece la figura del mandatario principal; y una estructura oculta y manejada en el Congreso por la bancada FCN que ha terminado por inflarse con desertores de otros partidos, con cuestionados antecedentes.
Por si lo anterior no bastara, la oposición de la UNE completa el pastel. La lucha interna por desplazar al tradicional liderazgo de Sandra Torres, encumbra la figura de algunos viejos-jóvenes conocidos de la administración Colom -¡mas de lo mismo!- pero entre bambalinas, y con sueños de retomar el poder antes de que la justicia les alcance o los votantes les olviden.
En la sombra, grupos de izquierda -radical y moderada, que de todo hay- sonríen sarcástica y complacientemente a quienes consideran que les abren las puertas del poder de forma indirecta. Directamente, es decir obteniendo votos, saben que jamás lo alcanzaran. Mientras, se visibilizan con inusual y complaciente descaro en su radicalismo por medio de propuestas antiempresariales y proimpositivas, promoviendo justamente el antidesarrollo.
Hemos vuelto a fracasar y no hay que dejar pasar más tiempo para aceptarlo. Seguimos siendo ciudadanos pasivos y solícitos que nos quedamos en las ramas de los árboles pero ignoramos la base del tronco.  Como mucho, sonreímos y nos congratulamos de que la SAT haya hecho pagar -¡por fin!- a morosos empresarios o de que la justicia nos de un alegrón de burro cada jueves. No observamos que en el fondo las cosas no han cambiado sustancialmente y que a fin de cuentas, y quitando esas “anécdotas”, nos ahogamos en un trafico invernal, la contaminación nos invade, los sindicatos siguen pactando y negociando, el dinero no alcanza para satisfacer caprichos políticos, los movimientos “sociales” siguen manipulados, la educación está en manos de chantajistas tradicionales, el Presidente cuando duerme no hace nada y cuando está despierto tampoco, los diputados “debaten” incongruencias -estupideces sería más correcto-, la delincuencia no para, el transporte no funciona, la ciudad se colapsa, la pobreza aumenta, el nepotismo subyace, no sabemos cuantos empleados públicos hay (aunque los pagamos), el IGSS no funciona, pero nos oponemos a privatizarlo, las carreteras se llena de agujeros, la salud es un desastre…….
¡Ya ha pasado, un año!