lunes, 29 de mayo de 2017

Desigualdad a la carta

Cada quien toma las decisiones que considera le sirven mejor

Las voces de condena de la maléfica desigualdad económica bullen de nuevo por las columnas de opinión y las redes sociales. Sus autores intentan convencer de la maldad que ello representa y justificar un sistema impositivo progresivo -el que más tiene que más pague- y políticas redistributivas que no son otra cosa que repartir la riqueza de algunos entre quienes menos poseen, pero a discreción del político o asesor de turno. Esos estudiosos repartidores de riqueza, obvian estudios que aborde las causas que muestran. Es decir, por qué se llegó a la desigualdad que tan precisamente determinan con porcentajes y números. La razón es muy simple: no pueden o no quieren hacerlo.
La acción humana, es decir la actuación libre de las personas para hacer lo que estiman mejora sus condiciones de vida, obedece a causas subjetivas, diversas y temporales. Cada quien toma las decisiones que considera le sirven mejor, aunque hay que admitir que inciden factores externos: suerte, oportunidad, momento, etc. De esa cuenta, las ciencias sociales no son exactas y la falta arrogancia de políticos y economistas, entre otros, es no entenderlo. Cien dólares al 10% anual genera el mismo interés independientemente de la persona que los deposite -ciencias exactas- pero la misma cantidad una vez retirada es utilizada por cada quien para cosas diferentes: reinversión, gasto superfluo, consumo, inversión, etc., y tiene en el mediano plazo una incidencia distinta según las opciones por las que se decidieron -ciencias sociales-. Por tanto, en un periodo de tiempo prolongado y en un espacio -Estado- delimitado, individuos que comenzaron en idénticas condiciones se distancian considerablemente. Unos serán millonarios y otros pobres de solemnidad al haber tomado, ellos o sus antecesores, decisiones en las que concurrieron abundantes circunstancias diversas ¿Cuál fue el origen de la desigualdad que ahora presentan? Es difícil de determinar y posible hacerlo únicamente cuando es el gobierno el que emite y mantiene normas, privilegios excluyentes o beneficios para algunos, instante a partir del cual se genera artificialmente esa diferenciación, lo que aconseja la anulación inmediata de tales ventajas.
Los críticos modernos se focalizan en las consecuencias -desigualdad- y la  “solución” que proponen es crear un sistema de vasos comunicantes para que la riqueza del mejor posicionado se traslade discrecionalmente, por medio de impuestos y políticas desiguales, a sectores que ellos mismos determinan como peores. En unos años estaremos igual porque no se abordaron las causas.
Lo que tiene que adoptarse es un sistema sin beneficios, privilegios ni normas que no sean generales. En un único marco común e igual, cada quien hará aquello que considere mejor para si mismo y progresará o fracasará en función de variables que el libre albedrio y factores casuales, imposibles de determinar. Es decir, asumirá la consecuencia de sus aciertos y errores.
Si queremos centrarnos en temas importantes mejor que sea en cómo acabar con la pobreza que no tiene que ver con la desigualdad y mucho con políticas mercantilistas de gobiernos. Hagamos una sociedad rica en la que todos podamos alcanzar nuestras metas sin trabas, con libre ejercicio de la voluntad de cada quien y respeto a los derechos de los demás. Si esa sociedad rica es o no desigual, no debe importar más allá de la envidia ya que quienes están en la base de la pirámide contarán con el ansiado nivel de vida, aunque siempre habrá otros mejor situados.

No confundamos pobreza, desigualdad y envidia, son cosas diferentes que la jactancia intelectual suele hacer sinónimos.

lunes, 22 de mayo de 2017

Excusan no faltan

La lucha por el territorio se disfraza de pobreza y “justifica” acciones de violencia

El estado de sitio, decretado recientemente por el gobierno en la zona Tajumuco-Ixchiguán, es revelador de lo que por tiempo se ha venido comentando sin prestarle mucha atención. La “excusa”, siempre necesaria para toda acción políticamente correcta, es la disputa histórica entre dos comunidades y la escasez de agua, lo que permite construir cualquier argumento relacionado con la falta de desarrollo social, la ausencia del Estado o la necesidad de mayor inversión en la zona. Sin dejar de ser cierto que en muchos lugares del interior hay pobreza y carencia de infraestructura, no por eso se justifican ciertas acciones.
Lo que si ocurre por allá con frecuencia son disparos con fusiles AK-47 y ametralladoras, cierre o bloqueo de carreteras y caminos y ausencia de autoridad legal. El cultivo de amapola, con tres cosechas al año, es la forma más rentable de utilizar la tierra y evidentemente los campesinos se emplean en lograr la mayor productividad de sus campos. Por otra parte, el narcotráfico y el crimen organizado reclaman como “suyo” el lugar y de ahí deriva la violencia existente. En los últimos años se ha consolidado un espacio de cultivo rentable y lucha por el territorio. Juntos generan violencia, muchas veces extrema.
Sitúe en el mapa dichas localidades y comprobará que están en la zona tradicional de los últimos conflictos. En algunas de ellas CODECA maneja la sustracción de energía eléctrica -o como sutilmente se denomine a ese robo- pero también es donde la anterior administración no quiso hacer efectivas ordenes de detención emitidas por jueces -pendientes a la fecha- o algunas hidroeléctricas tuvieron que irse porque fueron violentamente hostigadas. Es una zona de “guerra” entre mafiosos que se creen dueños del país y que han sido justificados por ONG,s, embajadas, organizaciones indígenas y campesinas, gobiernos de la UNE y del PP y hasta la propia iglesia católica cuando monseñor Ramazzini, antes de ingresar al club de los sensatos, encabezaba protestas.
El conflicto armado interno tuvo un detonante similar, como suelen tener todos los conflictos. La lucha por la pobreza, por las poblaciones excluidas, el desarrollo o el agua, son, entre otros, motivos recurrentes para alzarse en armas o cualquier otra tropelía. La verdad, el fondo del asunto, rara vez se conoce de inmediato, pero se sabe con el tiempo. Hay ejemplos históricos que sostienen tal afirmación: el hundimiento de acorazo Maine en Cuba -guerra española/norteamericana-, la acusación de armas químicas a Irak -invasión de aquel país- o cualquier cambio de dictador en América Latina.
El modelo no ha cambiado mucho y las condiciones paupérrimas de la zona hacen posible construir un discurso en el que sostener la violencia, lo que ha permitido negar el acceso a la policía, impedir la ejecución de ordenes de detención,  permitir la “retención” de personas, robar electricidad, asesinar a soldados -recordemos el que custodiaba un helicóptero-, golpear a militares, incendiar vehículos de policías, hostigar a empresas o invadir fincas. Nunca esta tarde y el estado de sitio debe permitir no solamente desarmar y destruir túneles o fortificaciones, sino también presentar a la opinión pública nacional, tan alejada de lo que en el interior ocurre, aquello que realmente ocurre, la necesidad de llamar a las cosas por su nombre y desenmascarar a grupos altamente ideologizados que siguen jugando a desviar la atención con justificaciones y escusas que no responden a la verdad.

¡Y es que la guerra continúa para algunos desalmados!

lunes, 15 de mayo de 2017

Ente pena y pepena

Hay que hacer valer la ley por la fuerza si no se puede por la razón

El video en el que el ahora exdirector del sistema penitenciario -con capucha de huelguero sancarlista- dialoga (o negocia) con mareros internados, el de Blanca Stalling yendo plácidamente a visitar a su hijo mientras una agente “de custodia” le lleva una bolsa y la incompresible huida de prisión de "La Patrona", condenada a s de 90 años, evidencian un ineficiente sistema carcelario. Lo lamentable y censurable a las autoridades encargadas es que los hechos ocurrieron de forma visible, sin disimulos. Eso es inaudito, intolerable, requiere de medidas contundentes y actuar inmediata y penalmente contra los responsables.
Ningún gobierno de este país, en la era democrática, ha querido ordenar el tema de prisiones. Algunos detenidos salían alegremente por la puerta, celebraban fiestas, iban al spa, paseaban por la Antigua o cometían fechorías y regresaban -o no- a sus celdas cuando les venían en gana. El botón de muestra es el de los cuatro mareros que las “autoridades descubrieron" hace unos días que no estaban donde debían, cuando otros hummies decidieron abrir la puerta a la policía y permitirles el paso para que entrara a contarlos porque ellos tenían la llave y el candado. Un año y medio después de llegar al poder, el gobierno no controla las cárceles del país.
El debate técnico, político y social sigue estancado en temas como la reinserción, los derechos, las condiciones de vida, etc. En una palabra: en la forma. El fondo es muy simple y de fácil implementación: hay que hacer valer la ley por la fuerza si no se puede por la razón. Horario, normas y comportamientos que se imponen a como de lugar, sin titubeos ni toleranciaAdemás, los jueces no deben, en absoluto, determinar en qué prisión se interna el condenado, eso debe ser responsabilidad exclusiva del sistema penitenciario.
La crítica y hasta el escándalo que provocará en algunos la anterior afirmación, contrasta con las condiciones a las que está sometido el Chapo Guzmán en un centro de detención en New York. Encerrado 23 horas al día en una habitación, con salida a un solitario pasillo la hora restante y sin contacto con otra persona, además de no ver la luz solar. No he escuchado alzar la voz a integrantes de esos organismos preocupados por derechos y reinserción de los detenidos, rasgarse las vestiduras ni quejarse del trato. Aquí, por el contrario, seguimos divagando sobre qué hacer para que todo sea -o parezca- políticamente correcto mientras los detenidos campan a sus anchas y salen alegremente de prisión. 
Hay que sentarse -¡pero ya!- y hacer un censo de quienes están encarcelados. Entre los preventivos, es necesario mandar a casa a la mayoría en espera del juicio e implementar un proceso que termine con el hacinamiento en los centros que hace inviable adoptar cualquier solución medianamente decente. Eleven las fianzas, establezcan controles más estrictos o refuercen las medidas, pero por el bien de todos es de urgencia nacional arreglar esa situación por el valor que merece la justicia y el respeto al Estado de Derecho que deseamos.
La responsabilidad es política, y si vemos el sistema penitenciario como un eslabón -muchas veces el último- de la cadena de justicia, es preciso advertir que hay que reforzarlo porque de lo contrario la credibilidad en las condenas se pierde cuando ocurren casos -no digamos si son simultáneos- como los arriba relatados.

A las 48 horas de asumir el cargo, el nuevo director interino renunció ¿Estamos o no en crisis?