martes, 29 de junio de 2021

Me llamo Guatemala y soy un desastre

Digámoslo claro y abiertamente: creemos nuestras propias fantasías, lo que puede ser otro síntoma de adicción no superada

Ha transcurrido medio año de este 2021. Aquellas buenas intenciones de hace seis meses -o las de hace año y medio- parecieran haberse quedado atrás, como siempre. Deseamos que las cosas ocurran pero no ponemos mucho de nuestra parte y, al igual que cuando se tiene una adicción, es preciso reconocerla antes de comenzar a combatirla.

Un semestre más escuchando quejas sin que se levante la voz interior y personal del cambio. Suplicamos permanentemente que otros vengan a transformar lo que uno mismo no está dispuesto a hacer, y escondemos la cara porque nos refugiamos en un miedo histórico para no asumir la responsabilidad que nos corresponde. Ocurre en sociedades en las que no hay una marcada lucha por su independencia. 

Hace dos siglos cambio el sistema pero no la idiosincrasia, y seguimos con el complejo de supeditación al poder que nos dejamos imponer, cuando no colaboramos para que eso ocurra. Desde pequeños, entonamos frecuentemente el himno repleto de frases grandilocuentes de hechos por suceder: “..., si mañana tu suelo sagrado…”, lo que quizá nos sirve para hacernos creer que peleamos, luchamos y seremos capaces de hacerlo algún día. Destacamos una independencia “sin choque sangriento”, pero también sin saber quienes fueron aquellos que “lucharon un día encendidos en patrio ardimiento…”. Digámoslo claro y abiertamente: creemos nuestras propias fantasías, lo que puede ser otro síntoma de adicción no superada.

Hemos construido -o dejado construir- un sistema ineficiente en todo. Nada funciona en el país, salvo aquello que individualmente algunas personas acometen, con muchísimo éxito por cierto, lo que denota capacidad y creatividad. Como sociedad, en cambio, somos un subrayado fracaso. No nos funciona el sistema de salud, tampoco el de educación, el de justicia, el de pensiones, los pasaportes, las aduanas…, y así podemos continuar con el resto, aunque seguimos soñando desde las nubes a donde diariamente nos lleva el cóndor y el águila real, sin que nos acordemos de bajar de ahí y poner los pies en el realismo de la tierra.

Las veces que recordamos avances significativos en el país ha sido de la mano de un dictador, no en vano los recuerdos de Ubico y de Ríos Montt están en la genética de muchas generaciones que aplauden aquellos gestos, o en una inacabada “revolución del 44” que muchos presentan como la panacea nacional, sin advertir que siempre fueron los mismos quienes estuvieron detrás de los hilos que mueve este país cual marioneta del destino.

Nada cambiará, hasta que cada uno cambie. No podemos seguir asumiendo que hay que tener amigos para encontrar un trabajo ni que un cuate debe darme la cola que por no ser puntual y llegar tarde me sitúa al final de la misma. No deberíamos continuar buscando al sindicato magisterial, al de salud o al de puertos para poder optar a una plaza de trabajo, ni hipotecar varios salarios con personajes oscuros que manejan el mercado laboral público. Tampoco dejar de confrontar ciertas situaciones sobre la base de un miedo hipotético que sirve de excusa e impide revelar a quienes depredan los recursos públicos y hacen negocios espurios con las medicinas, los libros o los alimentos, lo que condena a muerte a muchas personas.

En un nuevo aniversario de la revolución liberal, que tampoco cambió las cosas de fondo en el país -aunque mostró una cara nueva en cuestiones de formas e importó novedades para la época- es hora de sentarse en el circulo de la verdad y confesar abiertamente: “Hola, me llamo Guatemala y soy un desastre”, y afrontar un problema histórico suficientemente diagnosticado que nos mata silenciosamente.

lunes, 21 de junio de 2021

La mala educación y la educación mala

Tenemos lo que hemos permitido: un sistema inútil, depredado, cooptado por sindicalistas perpetuos y manipulado por el poder político 

La pandemia ha hecho que nos preocupemos de lo urgente -las vacunas- y desplacemos lo importante. En todo caso, y como descargo, sin pandemia tampoco nos hubiésemos preocupado por lo estratégico porque somos un país de coyuntura, del día a día, del momento, y pensar más allá de unos pocos meses nos da pereza o sencillamente no estamos acostumbrados.

En pocos años la pandemia estará superada o habrá medidas de control suficientes para poder seguir viviendo con ella. Lo que será imposible recuperar es el tiempo perdido ya que decenas de miles de niños no pudieron educarse por falta de un sistema educativo público eficaz. El año pasado fue absolutamente inútil y se finalizó el curso escolar sin haber alcanzado un mínimo y suficiente porcentaje de resultados. Este año está siendo aún peor.

El sistema de educación estatal estaba absolutamente desmantelado -igual que el de salud- y el COVID-19 vino a mostrar la cruda realidad. Se cerraron las escuelas desde el primer día, sin alternativa posible, como si tuvieron muchos centros privados. La conectividad no existe, al igual que tampoco los pupitres, el suelo de losa o los techos que no filtren agua, por no hablar de los baños, el patio para el recreo o un mínimo ambiente agradable. Y si, los dos sindicatos históricos más depredadores son salud y educación, por si desea buscar alguna correlación directa con los problemas más impactantes.

Este año, mientras el sistema educativo privado iniciaba después de las fiestas de Reyes, el público decidió no hacerlo hasta finales de febrero, porque no había prisa alguna, y llevaban razón ¿De que servía iniciar el ciclo escolar antes si a estas alturas seguimos sin capacidad para enseñar virtualmente? Las escuelas carecen de tecnología y los maestros tampoco cuentan con el entrenamiento necesario. En pocos años tendremos universitarios de primero básico y el potencial humano para enfrentar inversiones no existirá porque el nivel bajo de ahora se tornará mucho menor.

Tenemos lo que hemos permitido: un sistema inútil, depredado, cooptado por sindicalistas perpetuos y manipulado por el poder político de turno. Acabar con el analfabetismo -al igual que con la desnutrición o la mala salud- no es prioridad de las autoridades, con honrosas excepciones que también las ha habido. Y cuando el sistema de justicia estaba a punto de sacar a uno de los personajes más nefasto de este país: Joviel Acevedo, la UNE, manipulada por Sandra Torres, decidió incorporarlo nuevamente para que pudiera continuar con esas prácticas chantajistas a las que se han acostumbrado unos y otros, y el ciudadano ha consentido. En breve veremos seguramente la contratación de miles de maestros -aupados por el sindicato en connivencia con el ministerio- que quedarán en sus casas mientras nos hablan de “los logros educativos” y se negocia la próxima subida salarial.

Estamos sin salud, sin carreteras, sin seguridad, sin medio ambiente, sin programas sociales…, y sin educación, aunque no hay malas calificaciones o reprobaciones sino más bien aprobados colectivos -por decreto- de inexistentes cursos que no se imparten porque no hay forma humana de hacerlo en esas condiciones. La mala noticia -las anteriores no son todas- es que seguimos enfrascados en la coyuntura, como es habitual, y de esas carencias ni se habla ¿Ha oído usted de alguna iniciativa parlamentaria?, ¡por supuesto que no!, todos necesitan a don Joviel para sus próximas elecciones. Y es que los menores no votan, pero los papás si, a ver si lo entendemos y superamos la tradicional pasividad chapina que nos lleva del barro al fango y de ahí al estercolero. 

lunes, 14 de junio de 2021

¡Nos merecemos un morongazo!

Una ola ideológica aplaudida por quienes no han gastado una gota de sudor en construir nada porque todo se lo dieron hecho

El triunfo de Castillo en Perú pone de manifiesto la ola populista-izquierdista que invade la política, no sólo en América sino en medio mundo. El ciudadano moderno y tecnológico parece no ser consciente de lo que puede dar realmente de sí la democracia, el gobierno y la política, y se deja llevar por emociones.

La generación baby boomer nació prácticamente en dictaduras o regímenes autoritarios. Dedicó su juventud a combatirlos e instaurar sistemas democráticos, a pesar de que la situación no estuvo ausente de violencia. La generación X reforzó todo aquello e hizo posible que los milennials nacieran en un ambiente pacífico que se fue consolidando y tecnificando exponencialmente con el tiempo. La mayoría de los jóvenes latinoamericanos no se identifican con estrofas de himnos nacionales que ensalzan la lucha, las armas o el patriotismo para lograr la libertad, porque sencillamente nacieron en una paz que construyeron sus progenitores. De hecho, los conflictos más crueles que suelen vivir esos patojos son la ausencia de internet, la perdida del celular o el trabe de la computadora.

Creen, sin embargo, que el sistema político heredado les debe de pagar la universidad, la salud o proporcionarles trabajo. Viven reclamando derecho sin escuchar la palabra obligación, y no han leído -ni se les ha enseñado- que el listado de derechos -más allá de los individuales- se elaboró artificialmente en comisiones ad hoc. El derecho a la educación -confeccionado entre 1947/48- es un buen ejemplo de ello, particularmente el papel de Estado y de los padres, algo que continuamente se reclama y que seguramente muy pocos han leído. En pocos años tendremos derecho a internet, celular y seguramente un carro eléctrico para nuestra adecuada movilidad ¡Si viven lo verán, como otras cosas!

Con el tiempo, el ciudadano se educa -o lo educan- más irresponsablemente, y cede al gobierno decisiones importantes que afectan su vida, porque “hay otro” que lo hará por él: el Estado, un constructo jurídico-político -sin cara, teléfono ni dirección- al que culpamos de todos nuestros males. En ese ambiente revolucionario,  construido sobre ideas fracasadas históricamente -socialismo- se vende ahora, aunque en versión siglo XXI, el izquierdismo y el populismo. El discurso clasista aparece de nuevo y surgen quienes prometen todo aquello que el votante, ausente de lectura, educación, experiencia y entendimiento del pasado reciente, desea escuchar. No hay que pagar la educación ni la salud porque es un “derecho constitucional” y todo eso le será concedido en la medida que vote a quien lo promete. Una especie de política neopentecostalista en la que los cantos y la hipnosis colectiva llevan al poder a quienes en poco años hace prisionero o esclaviza al ciudadano que lo eligió ¿Escuchó hablar de Cuba, de Venezuela o de Nicaragua? Pues amplíe la colección a Brasil, Chile, Colombia o El Salvador. Una ola ideológica aplaudida por quienes no han gastado una gota de sudor en construir nada porque todo se lo dieron hecho.

Aquí, perdidos entre océanos, seguimos con nuestras preocupaciones localistas -hasta pueblerinas- y nos distraemos con la visita de Kamala -o Kámala, como gustan de pronunciar- quien, por cierto, sigue una tónica similar a la descrita, mientras pensamos en el próximo salvador de la patria, porque nosotros, con nuestra particular idiosincrasia, no vamos a hacer nada. En definitiva, buscamos, para dentro de un par de años, alguien que nos convenza de todo lo que nos dará gratuitamente y que tenga mezcla de Ubico, Gooebels, Gandhi y algún guapo-moderno del momento. La verdad es que nos merecemos un morongazo por no entender eso tan viejo de: “Mal de muchos consuelo de tontos”

lunes, 7 de junio de 2021

¡Vaya camelo el de Kamala!

El fondo del asunto es una sórdida pugna por la consolidación de la visión más socialista en las filas demócratas

La visita de la Vicepresidenta Harris había despertado muchas expectativas, y algunas pasiones. Venir a Guatemala y luego a México, y obviar El Salvador y Honduras, nos posiciona como punto de interés, y genera análisis variados.

Algunos candorosos creían que traería soluciones milagrosas para el tema central de su misión: solucionar el problema de la migración hacia los USA, pero olvidaron aquel dicho de “Lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible”. A lo sumo, en los próximos 15 o 20 años se podría reducir el número de migrantes siempre que ese tiempo se utilice para cualificar mano de obra, reducir la violencia y garantizar la seguridad jurídica, entre otros importantes pendientes por resolver. Mientras, sólo queda reforzar las fronteras y aplicar la ley, de ahí que días antes de su venida se anunciara la creación de un “centro de recursos para migrantes”, lo que certificó la política trumpista de tercer país seguro, duramente criticada en su momento, pero ahora sibilinamente aceptada e implementada por el gobierno norteamericano. Veremos si después de esta administración no suman más los deportados y los expulsados.

Biden es Presidente porque hubo que unir esfuerzos contra Trump y, para tal fin, sumaron al binomio a Harris, a pesar del temor de los demócratas moderados de que la visión Kamala permee el partido porque su posicionamiento es demasiado liberal, en esa interpretación norteamericana de pensamiento de izquierda. Por tanto, don Joe -más hábil que eficaz- encomendó a su Vicepresidenta arreglar un problema no solucionado -ni solucionable en muchos años- lo que requiere convergencia con los republicanos: frenar la migración de centroamericanos hacia Estados Unidos. Aún establecidas las condiciones suficientes para que esto sea una realidad -trabajo al menos de una década- nunca se logrará totalmente porque siempre habrá un atractivo en el Norte superior al de quedarse aquí. El fondo del asunto es una sórdida pugna por la consolidación de la visión más socialista en las filas demócratas y Kamala, que ya se ve candidata, promueve su política dentro del partido, y además de hacerlo en Estados Unidos viene aquí a sumar grupos y minorías de los que tanto gustan esas corrientes progresistas. No olvidemos que es una política que gusta y necesita del ruido -como todos- de ahí esa difundida reunión con empresarios en USA que dicen querer invertir en la región, pero sin aclarar cómo se concretará tal oferta si tenemos en cuenta las condiciones humanas, sociales, económicas y de capacidad del país. 

La realidad es que no pasará nada porque la realpolitik no cambia en cuestiones como la migración, la falta de desarrollo, el narcotráfico o el crimen organizado, amén de otras lindezas que se dan en estos países centroamericanos apadrinados, tutelados y supervisados por los Estados Unidos desde hace tiempo ¡No es fácil suprimir las consecuencias de profundas causas históricas generadas por nuestros amigos del Norte! Por tanto, la misión teórica de Kamala Harris está abocada al fracaso, y su pujanza dentro del partido demócrata posiblemente no se consolide. Algunos de sus amigos y fans -en sintonía convergente- están centrados en implementar una CICIG regional contra “los fenómenos que impiden el desarrollo y alientan la migración”, discurso que ha pegado en algunos o que ha sido aceptado por otros. Pero tampoco nos engañemos, en tanto la ayuda económica venga las amistades existirán, los mensajes se repetirán y las conexiones quedarán lubricadas para seguir haciendo lobby en Washington. Otra cosa son los resultados que quedan en los que hay que incluir ese mínimo porcentaje de vacunas que nos donarán de las que acapararon y les sobran.