lunes, 28 de agosto de 2023

Arévalo y los 300 espartanos

Con solo un Efialtes que integre la lista, pertenezca a los “tradicionales del pasado” o meta la pata, serán señalados de ser como los demás 

El “sistema democrático se expresó” y hay que hacer honor a los resultados electorales. Pero esa realidad no debe de ocultar otra, y me atrevo a afirmar -sin riesgo a equivocarme- que para la mayoría de los ciudadanos, el partido Semilla y el binomio presidencial no estaba prevista la actual situación. Ante ese reto, deberán conseguir unos trescientos espartanos de confianza que se quieran inmolar en puestos claves de gobierno, a los que deben de agregar -con sumo cuidado- decenas de periecos e ilotas, tanto por su valía como por su rectitud moral. Pero ¿podrán hacerlo sin equivocarse? Temo que hay un alto riesgo que tienen que asumir, y que los ciudadanos debemos de asimilar. Con solo un Efialtes que integre la lista, pertenezca a los “tradicionales del pasado” o meta la pata, serán señalados de ser como los demás, lo que les generará un nivel de descrédito que no pueden permitirse.

Simultáneamente tendrán que lidiar con “jóvenes semilleros” quienes, chamuscados en patrio ardimiento, querrán tomar decisiones progres que seguramente confrontarán la madurez del mandatario, mucho más centrado, ponderado y equilibrado que la mayoría de los impúberes políticos que integran el partido. Hete ahí la segunda etapa, no menos complicada. Y por si fuera poco, les toca construir una vía de diálogo con un Congreso en el que las dos terceras partes no comparten su visión, e incluso tienen una muy opuesta. Sin embargo, serán quienes les aprueben los presupuestos -con sus correspondientes candados- o permitan las modificaciones legales para poder ejecutar cambios, y no veo, entre los jóvenes diputados, figuras capaces de promover acercamientos y construir consensos, por lo que la situación crece en complejidad.

Además, en los dos primeros años de gestión no corresponde nombrar a ninguna autoridad ni cambiar instituciones, excepción del incierto futuro de la Corte Suprema de Justicia. El resto será a partir de 2026 por lo que estarán absolutamente solos durante 2024 y 2025. Con una veintena de diputados y únicamente dos alcaldes, será complejo conseguir apoyo del Legislativo ni contar con incidencia en los COCODES y COMUDES que son los que gestionan una importante cantidad del presupuesto en el ámbito municipal. Por lo tanto, sería bueno bajar la expectativas, centrarse en lo que realmente es posible, y hacerlo a la velocidad que permita la particular idiosincrasia nacional. 

En cambio podrán -si el presupuesto no tiene muchas trabas- emprender acciones en seguridad, prisiones, construcción de infraestructura, en materia económica y contratar personal sin plazas fantasma. Quizá algo en agricultura y en programas sociales, pero desde ahí demostrar que pueden gestionar sin favores, pago de comisiones ni corruptela. Les será muy difícil lidiar con mafias y sindicatos de salud y educación -en ocasiones son lo mismo- especialmente en pactos colectivos, contrataciones, chantajes diversos, compra de libros, útiles escolares y medicamentos ¡Atenea los agarre confesados!

La confrontación ideológica no tendrá efectos porque la elección no lo ha sido por esa razón, sino para luchar contra la corrupción. A partir de enero los votantes exigirán lo que realmente les preocupa: mejoras en la economía, trabajo, empleo y reducir la carestía de la vida, dando por hecho que la corruptela “será resuelta” porque para eso los votaron. Hay que apostar por el mayor grado posible de consenso, diálogo y debate, además de actuar con principios éticos. Cualquier giro drástico, inoportuno o no pactado puede mandar al garete el trabajo en pro de acuerdos razonables.

Aquellos espartanos que cerraron las Termópilas tuvieron arrojo, valor y estaban entrenados. A pesar de ello fueron traicionados y finalmente vencidos por Jerjes y sus aliados. Esperemos no reescribir la Historia. 

lunes, 21 de agosto de 2023

Después de la tempestad, ¿vendrá la calma?

Se optó entre dos soluciones minoritarias que la mayoría no quería -¡que contraste!- y se seleccionó, como siempre, la “menos mala”

Finalmente salimos de dudas. Las encuestas acertaron y los números se ajustaron a los resultados tanto del ganador como de la perdedora ¡Una marcada diferencia!

Muchos se preguntan qué pasó en estas elecciones y creo que tiene fácil explicación o, sacando el ego de la ecuación, digamos que no es difícil entenderlo. De entrada -y eso se olvida frecuentemente- un 25% -uno de cada cuatro votantes- dijo que “no quería a nadie”, por eso votaron nulo o en blanco. Eso significa que, en una democracia real, se debería de haber atendido a la mayoría que decidió repetirlas. Pero no fue así, porque los políticos no gustan de ser desechados. Se optó entre dos soluciones minoritarias que la mayoría no quería -¡que contraste!- y se seleccionó, como siempre, la “menos mala”. 

La UNE de Torres representa el continuismo del sistema corrupto, voraz, depredador y mafioso que ha gobernado el país. Semilla, de Arévalo, está “sin contaminar”, y en la balanza inclinó el plato a su favor. En casi idéntico porcentaje votaron jóvenes, adultos y mayores; letrados e iletrados; derecha izquierda, lo que explica que la elección -entre dos partidos de izquierda- no haya sido ideológica, sino sobre decencia política. Digámoslo así: ha sido sobre la diferencia de honestidad percibida por el votante.

El partido Semilla no era muy conocido, mucho menos su binomio presidencial. Sin embargo, esos grupos de forajidos y mafiosos dedicados a generar fricción social tuvieron “la brillante idea” de hacer una campaña sucia y promover dinámicas de odio, lo que, en un juego de suma cero -como son las elecciones- terminó favoreciendo notablemente al contrario ¡Tontos que hacen el idiota y no se dan cuenta de los lelos que son!, pero como dicen en mi pueblo: “lo que no puede ser no puede ser, y además es imposible”.

En ciertas organizaciones -especialmente en instituciones jerarquizadas- hay un principio que dice que se debe asesorar al jefe directa, abierta y creativamente hasta que tome su decisión. A partir de ese momento, ya no cabe más debate ni oposición, sino que hay que asumir como propia la idea de quien dirige, y llevarla a cabo. En democracia ocurre algo similar, hay que saber ganar o perder, y entender que en un sistema de votación de mayorías triunfa quien más votos tiene, y punto. Eso es lo que queda por hacer ahora. Ganó Arévalo y hay que cerrar filas en torno a un proyecto -guste o no- y ver cómo se puede empujar hacia adelante o quitarse de en medio y no estorbar. 

Pero ojo, el optimismo desmesurado tampoco debe dibujar horizontes imposibles. Seamos realistas porque Presidente es solo una parte del sistema. No esperemos cambios profundos en los próximos cuatro años. No se saldrá de la pobreza ni del bajo desarrollo, pero se pueden establecer pilares de decencia sobre los que construir en el futuro. Gastar bien el dinero público, expulsar a sindicalistas depredadores, no volver a contratar a empresas que prestan servicios animadas por el chantaje o la corrupción, generar vectores de profesionalismo en el funcionario y otras “pequeñas” cosas, servirán para transmitir la imagen de honradez que espera la ciudadanía.

Con esta votación, el ciudadano -simple en sus argumentos- considera que ya puso al frente a quienes lucharan contra la corrupción. A partir de ahora exigirá que se arreglen las carreteras, funcione el sistema de salud, el dinero de educación no se dilapide y la justicia sea pronta y cumplida, entre otras cuestiones vitales.

No lo tiene fácil el binomio electo, pero debe de contar con apoyo y siempre con el beneficio de la duda.

lunes, 14 de agosto de 2023

Piñata en tiempos de crisis

Las democracias se construyen, no se generan espontáneamente, y para ello la clave es un ciudadano preparado, comprometido y exigente 

El problema de no exigir debates entre candidatos a puestos públicos y votarlos sin haber leído y analizado sus propuestas de gobierno es que pagamos muy caro el atrevimiento. En democracia, una mayoría que no lee, analiza, cuestiona, entiende o vende su voto, termina por elegir a presidentes, diputados y alcaldes por lo que balbucean en los mítines. No advierten que la mayor parte de las ofertas suelen ser imposibles de cumplir, algo que comprueban a alto costo cuando ya están en el poder. No en vano, al difunto Cabral se le ocurrió aquello de: “Los pendejos son peligrosos, porque al ser mayoría, eligen hasta el presidente”.

Seguramente muy pocos hayan leído las propuestas económicas de los dos partidos que llevan a su candidatos presidenciales a la segunda vuelta. Presumiblemente tampoco lo hicieron en la primera, sobre todo porque la UNE todavía no la había hecho pública. 

Sandra Torres, en cada mitin, y acorde con la idiosincrasia del lugar, abre la boca para dilapidar, en una sentada, millones que no son suyos.  Promete todo lo que se le ocurre: Q5 mil para los pensionados, becas para los estudiantes, préstamos “a la palabra” -solo ella sabe qué es eso-, bolsas de deporte “con pelota incluida”, además del equipamiento deportivo, y similares linduras. Miles de millones en promesas salariales, de equipamiento, infraestructura o donaciones, incluidas en 261 inútiles páginas propias de una paca política populista. 

Bernardo Arévalo, en menor espacio, tampoco convence con sus propuestas económicas. Sobre la base de un crecimiento anual igual o superior al 4.2% del PIB pretende obtener recursos para financiar la acción de gobierno de SEMILLA. El texto evita comentar que en los últimos 24 años únicamente se ha igualado o superado ese porcentaje en 6 ocasión -una de ellas después de la pandemia- y las otras 18 veces el incremento ha sido menor. Por lo tanto, el contexto económico probable haría imposible sus deseos y aspiraciones, sin que medie otra solución que obtenerlo de “lo que se roba”, concepto ampliamente utilizado pero indefinido, y tan elástico que dentro del mismo cabe hasta la propuesta de la gestión económica de un gobierno.

A los planteamientos anteriores -poco o nada cuestionados por los votantes- se añade que la recaudación fiscal, aunque crezca, estará en torno a los Q90/95 mil millones anuales, lo que deja una presupuesto desfinanciado en un 20/25% según el partido, el año y el cálculo, y que, acorde con expertos, aproximadamente el 85% -si no más- del presupuesto nacional está comprometido. Es decir, no quedará de otra que endeudarnos, subir los impuestos o, sencillamente, no cumplir los compromisos adquiridos porque en la disputa electoral cualquier promesa, por estúpida que parezca, tiene sentido para atraer votantes. Tampoco dicen nuestros candidatos cómo piensan lidiar con la voracidad sindical -salud y educación en especial, aunque hay otros depredadores- cuyos dirigentes han chantajeado por años a los diferentes gobiernos, ni cómo lidiaran con mafias tradicionales que se benefician de estructuras establecidas para la contratación pública, entre otras.

No dudo de las buenas intenciones -aquellas que pavimentan el camino al infierno- pero mientras la ciudadanía no exija cuentas claras y un cálculo económico mínimamente racional, seguiremos con esa democracia formal ausente de debates, propuestas posibles y concretas y, sobre todo, de votantes interesados e informados. Las democracias se construyen, no se generan espontáneamente, y para ello la clave es un ciudadano preparado, comprometido y exigente. Por ahora, falta de todo, pero especialmente el interés real por construirla y la responsabilidad del votante de ejercerla. Naturalmente cada cuatrienio nos cae lo que tenemos.

lunes, 7 de agosto de 2023

Uniformados: entre el odio y el olvido

No son perfectos, son humanos, pero merecen respeto, dignidad, atención y cierta dosis de adhesión, cariño y respeto ciudadano 

Llevo más de 20 años en el país y cuento con los dedos del codo, o de la rodilla, las veces que he leído una buena opinión o un análisis extenso, analítico y desapasionado sobre la policía o el ejército. El Estado -que tiene el monopolio del uso de la fuerza- cuenta con dos instituciones para hacer frente a las amenazas interiores y exteriores, y el ciudadano confía sus bienes, su seguridad y su integridad a uniformados públicos -policías y militares- a quienes paga a través de impuestos para que cuiden el territorio nacional, su persona y bienes.  

Escucho con frecuencia -seguramente con algo de razón- vilipendiar a personas que trabajan veinticuatro horas, cuando el resto lo hacemos ocho; que salen a la calle sin saber si van a beber algo caliente para paliar el frío o un poco de agua cuando aprieta el calor, porque nadie presta atención a esas necesidades básicas; que son transportados cual ganado en palanganas de pick up, sin importar el clima, el cansancio después del servicio o incluso si son heridos en acción, en lugar de utilizar un cómodo microbús que es cómo los hoteles distinguen a sus clientes o las empresas a sus asociados.  

Nos acostumbramos a exigir derechos, prestaciones, garantías y buena atención, pero pagamos poco y criticamos mucho, sin poner nada de nuestra parte por mejorar las condiciones de personas -seres humanos como nosotros- que integran esos colectivos. Se exige que confronten a narcotraficantes, a criminales de cuello blanco, asesinos, mareros y otros delincuentes que nos provocan pánico solamente con nombrarlos, pero difícilmente nos acercamos a estrechar su mano, invitarlos a un café o exigir al gobierno de turno que les mejore las condiciones básicas de vida. 

Visite una comisaría, observará colchones raídos y sucios, almohadas manchadas, sábanas inexistentes, cuartos de baño malolientes desprovistos de productos básicos para la higiene personal: papel higiénico, jabón, toallas o secador de manos, no digamos agua caliente para que quien está veinticuatro horas patrullando pueda tomar una ducha y descansar, que es lo que todos hacemos. Deberían ser actores sociales, pero los excluimos, y hacemos que parezcan antisociales.

Este tipo de columnas de opinión generan efectos contrapuestos entre quienes despiertan de un letargo ciudadano, por no haber prestado atención a lo que se dice, y aquellos otros que rescatan en lo más profundo de su corazón un odio desmedido e injustificado contra los uniformados ¡Allá cada uno con su conciencia!  En la vida terminamos necesitando de, al menos, dos apoyos, independientemente de nuestra condición: un pastor para los últimos óleos y un policía al que acudir cuando tenemos problemas.  

Quiero tomar este espacio, en tensos momentos electorales, para resaltar cómo el ejército y la policía han estado a la altura de las circunstancias, como mandan las normas, y han sido obedientes y no deliberantes, y actuado con la corrección propia de su dignidad personal e institucional. Pero, por si fuera poco lo dicho, no les permitimos votar por razones que no soportan un somero análisis en los tiempos actuales, y los tratamos como ciudadanos de segunda a pesar de exigirles que resguarden el proceso electoral, lo garanticen y protejan ¡Pedimos mucho pero damos muy poco!

Yo que sigo teniendo mi corazón uniformado, creo que como ciudadanos deberíamos meditar y reflexionar sobre aquellos que, mientras descansamos, se preocupan por velar por nuestra tranquilidad y nos permiten realizarnos en nuestros quehaceres. No son perfectos, son humanos, pero merecen respeto, dignidad, atención y cierta dosis de adhesión, cariño y respeto ciudadano. Es bueno exigir efectividad, pero comencemos por entregar un mínimo de dignidad.