lunes, 25 de septiembre de 2023

Hacia un nuevo pacto social

Los Acuerdos de Paz se pueden tomar como ese último “pacto social” que generó un punto de inflexión en la dinámica de la confrontación del momento

El concepto “pacto social” se ha utilizado desde hace tiempo como sinónimo de un acuerdo ciudadano plasmado en diferentes normas, especialmente en la constitución. Ciertamente no siempre ha sido “acuerdo” y mucho menos “ciudadano”, sino más bien producto de pactos elitistas que, en cada momento, han proyectado ese constructo social como una forma -artificialmente creada- de unión objetivos comunes. Como quiera que sea es algo aceptado, aunque la mayoría no haya participado en su construcción, y va evolucionando con el tiempo por múltiples cambios: sociales, económicos, generacionales, etc.

Los Acuerdos de Paz se pueden tomar como ese último “pacto social” -hecho por élites- que generó un punto de inflexión en la dinámica de la confrontación del momento. Se desarrollaron, aunque distintas razones hicieron que no fuese posible hacerlo en su totalidad. No solo faltó voluntad política, sino también se hizo un mal cálculo del crecimiento económico nacional, hubo un “no” a la consulta para cambiar la constitución y otras cuestiones no menores que los llevaron a un callejón sin salida.

Aquel sinuoso camino, emprendido en 1996, conduce a la actualidad en la que se ha producido un nuevo detonante que puede servir para repensar otro “pacto social”, porque la actualización de los fines y objetivos sociales es algo dinámico que requiere de momentos político-sociales oportunos, y todo apunta a que estamos en uno de ellos. Asuntos como la desnutrición infantil, la violencia, la salud, la educación, la reforma a la LEPP, la implementación plena de la ley servicio civil y la reforma de la justicia, son, entre otros, temas transversales a cualquier ideología política. Por tanto, debería ser muy simple ponerse de acuerdo en arreglar esas cuestiones y dejar el debate ideologizado para otros temas como la paridad de género, las políticas fiscal y económica o el papel del Estado, en beneficio de impulsar aquello en lo que se coincide.

España fue un excelente ejemplo con los “Pactos de la Moncloa”, por cierto también superados, porque el momento político es otro; Chile está haciendo una catarsis similar, y seguramente Colombia aspiraba a ello, aunque parece ser que Petro no es la persona capaz de generar dinámicas de consenso, sino más de bien de confrontación, así que deberán esperar.

El nuevo gobierno ha sido elegido -y suficientes análisis y encuestas lo evidencian- para terminar con la corrupción, y es sobre ese elemento fundamental que debe de pivotar el resto de las cuestiones no resueltas. No se atiende lo importante porque lo urgente es depredar los fondos públicos en el menor tiempo posible, fundamentalmente a partir del segundo año de gobierno, y se aparcan cuestiones que, además de avergonzarnos por su no resolución -como la desnutrición infantil- proyectan un futuro poco alentador y la aparición permanente, como país, en los puestos más bajos de los diferentes indicadores sociales.

Si la gestión publica se hace sin corruptela -principal reto del nuevo gobierno- es presumible que el debate se oriente hacia los temas fundamentales y pendientes, no solo por voluntad política, sino muy especialmente por presión ciudadana. Cada país tiene sus momentos en la historia que puede o no aprovechar para dar ese golpe de timón necesario. A Guatemala se le presentará el próximo año, y es tiempo de comenzar a construir ese diálogo social con alcaldes, partidos, ciudadanía, empresarios, grupos sociales y con todos aquellos que vean y entienden la necesidad de un pacto apropiado para construir un mejor país en el futuro a corto plazo.

El reto es si la mayoría lo verá así o la desidia y las chambonadas nos consumirá otros muchos años.

lunes, 18 de septiembre de 2023

¡Guatemala feliz...! que tus aras

Vivo aquí hace 25 años y no ha habido momento -política y socialmente hablando- en que se haya respirado un instante de paz, relax y esperanza racional

¿Cuál debería de ser el calificativo adecuado para un país que lleva 202 años de independencia y todavía pide a gritos ser tutelado? No importa si es un organismo internacional, otro país o personas elegidas, pero Guatemala no avanza en la Historia sin un lazarillo que, como el de Tomes, la guie, pero también promueva la picaresca, una forma de actuar entre mendigar y robar. Chispudos le dicen, porque al cambiarle el nombre el sonido hace más amigable la realidad.

Después de tanta antorchas patrias, desfiles patrios, himnos nacionales, fiesta patriótica, redobles de tambor y desfiles marciales, la coyuntura nos recibe de regreso con un bofetón, para seguir enfrascados en esa perenne y polarizada discusión cantinflesca entre “verdes y azules”, mientras los chispudos parten el pastel patrio para revertir elecciones democráticas o aplicar normas a capricho.

Pensar que los jóvenes a los 18 años son responsables y los animamos a buscar su propio destino, mientras seguimos encerrados, 202 años después, en el baúl de los recuerdos de la Conquista, la revolución del 44…, y poco más ¿Qué mal fario tiene América Latina que no se zafa de la Doctrina Monroe ni del Destino Manifiesto, no despega de la cola del desarrollo, supera la confrontación fratricida o el golpismo perpetuo?

Vivo aquí hace 25 años y no ha habido momento -política y socialmente hablando- en que se haya respirado un instante de paz, relax y esperanza racional, porque la enfermo-optimista está presente a diario. Siempre buscando al líder que no llega, en vez de creer en uno mismo; en el partido que no se organiza -ni los de futbol traen alegría-; en la justicia que juega al escondite detrás de mafiosos, narcotraficantes, criminales diversos o políticos desviados ¿Qué maldición pudo proferir Ah Puch desde el inframundo para matarnos un poco cada día? 

Países con menos tiempo de independencia han logrado cotas muy altas de prosperidad ¿Será por el respeto entre sus ciudadanos, la educación, la observancia de los derechos individuales y la justicia que pone en orden a quienes saltan la valla sin permiso? ¿Quizá porque creen más en ellos que en los liderazgos de ficción que algunos venden? ¿O posiblemente porque la eterna primavera no les afecta las meninges, y el raciocinio se impone a la fantasía, la verdad al cuento y la responsabilidad al capricho? En todo caso, el dinosaurio siempre está ahí, duermas o despiertes, y gustamos tenerlo cerca.

Con esa actitud estamos derrotados de antemano, y huimos de la responsabilidad exigiéndole a otros que controlen lo que nosotros no estamos dispuestos a hacer. Le damos la razón a Hobbes pero le modificamos el estado de naturaleza, que lejos de ser competitivo y de fricción, lo tornamos pusilánime y huidizo. Clamamos al leviatán, no para que ordene nuestras ambiciones desmedidas, sino para que controle nuestra cobardía manifiesta.

Así es muy difícil avanzar. De hecho es imposible, y 202 años -que es mucho tiempo- lo demuestran. No queda más que terminar el año implorando -llorando que suena más vergonzoso- para ver si la comunidad internacional nos salva de las garras de Camazotz, para aupar al líder supremo a quien seguramente terminaremos por sacrificar al poco tiempo, para expiar nuestro permanente descontento e inacción.

“Solo” hemos perdido dos siglos en el intento de no saber qué hacer, mientras buscamos culpables históricos -o presentes- para ensañarnos con ellos. Una o dos veces al año -como en estos días- no encendemos en patrio ardimiento y volamos más alto que el cóndor y al águila real, cerramos los ojos y olvidamos los mundanos asuntos terrestres, para luego desplomarnos nuevamente.

lunes, 11 de septiembre de 2023

El trauma designado

Pareciera haberse reactivación el trauma del conflicto que enfrentó a dos bandos que, al igual que ahora, dejaron aprisionados a la población entre ellos

Vamik Volkan define -en su libro Psicología de las sociedades en Conflicto- los conceptos “tiempo colapsado” y “trauma designado”, en relación con ciertos traumas -bélicos o no- que se transmiten generacionalmente y pueden reactivarse con el tiempo. De alguna forma reviven y pueden llegar a inflamar situaciones del subconsciente a través de entrelazar recuerdos del pasado con los actuales.

La teoría de Volkan parece estar presente en la situación postelectoral nacional. Los resultados electorales activan, cada día más, ese subconsciente de la polarización del pasado conflicto armado -cuando no de épocas anteriores- con discursos de izquierdas-derechas que pretende establecer una sociedad dicotómica y emergen odios, señalamientos y visceralidades que se creían superadas. Surgen temas como la lucha de clases, la reforma agraria, la propiedad de la tierra, el enemigo ideológico, la expropiación, y cuestiones no menores relacionadas con creencias religiosas transmutadas, con el agregado de ideologías modernas como las de género, entre otras.

Pareciera haberse reactivación el trauma del conflicto que enfrentó a dos bandos que, al igual que ahora, dejaron aprisionados a la población entre ellos, y que pretenden que nos definamos respecto del extremo que cada uno presenta como referente. Pues bien, ni en uno ni en el opuesto encontramos la forma de superar los conflictos. Unos, esperan que el cambio que se pueda venir sea una regresión al pensamiento de 1944; los otros ven 1954 como la mejor solución para reducir el riesgo que proyectan sus oponentes. Olvidan ambos que aquella década estuvo inmersa en un contexto sociopolítico propio, doméstico, nacional, pero también en un ambiente internacional muy diferente al actual, y poco analizado por cierto.

La mayor libertad de prensa, la multiplicidad de redes sociales, la desaparición del mundo bipolar, el pluralismo político, la globalización, la educación y la consolidación de valores democráticos, son aspectos que dibujan un escenario distinto al de hace 80 años, aunque nos quieran presentar situaciones similares. Es deber del ciudadano no dejarse llevar por cuestiones que deberían estar superadas, aunque siguen incrustadas en ese “tiempo colapsado” en forma de trauma, que aparece sin darnos cuenta, pero al que podemos enfrentar con las herramientas propias del conocimiento y la razón.

Hay que comprender que no podemos dar marcha atrás -lo que es muy conveniente- ni tampoco saltar por encima de valores y principios de democracia liberal que permiten un mundo más previsible. Los “que llegan” tiene un reducido margen de maniobra político sujeto a la capacidad real de cambio social, que a su vez está determinada por la economía, la globalización, los valores de la democracia, el tiempo y la idiosincrasia. A los que pretenden dejarnos atascados en una burbuja arcaica repleta de falsedades, hay que hacerles ver que la fuerza no es la vía de transformación porque nunca ha cambiado mentalidades, sino robustecido posiciones. Todos, en general, debemos sacudirnos traumas del pasado que al brotar de nuestro subconsciente, desconfiguran la realidad, volviéndonos optimista enfermizos o pesimistas trágicos.

Evitemos sustituir la realidad por el “realismo mágico”, aceptemos que los cambios pueden ser buenos, porque nos obligan a contrastar ideas propias con otras formas de hacer las cosas, y que la manera correcta de oponerse a ellos es ofrecer mejores alternativas a la gestión efectiva de lo público. No es necesario encender nuevamente la llama de la confrontación que es fácil de entender que no conduce a parte alguna, más allá de matar a muchos, beneficiar a muy pocos y provocar lamentos generacionales.

Son tiempos para sentarse, reflexionar y dominar esos “demonios” que aparecen en forma de traumas, y que únicamente conducen a una preocupante ceguera política.

lunes, 4 de septiembre de 2023

Pasamos la línea del no retorno

El Congreso, el MP, el sistema judicial y el partido UNE permiten que el sistema democrático esté en jaque porque no aceptan los resultados electorales

La línea o zona de no retorno se entiende como “el umbral crítico en el que una pequeña perturbación, puede alterar completamente el estado o el desarrollo de un sistema”. Cruzarla desencadena un cambio significativo en la manera de operar, y se puede saber que se ha pasado cuando los costos de regresar son mayores que los de continuar avanzando en esa equivocada dirección.

Se puede ver en los modelos políticos venezolano, nicaragüense o salvadoreño, en los que -aun siendo diferentes- quienes lideran esos países no pueden regresar a sistemas democráticos porque serían detenidos, procesados y seguramente condenados. Por lo tanto, no les queda de otra que seguir en el poder, perpetuarse, y “tirar para adelante” a pesar de los altos costos sociales, aunque para ellos siempre son menores que los que representarían los propios, al tener que confrontar a la justicia.

El caso nacional ha traspasado esa línea imaginaria. El Congreso, el MP, el sistema judicial y el partido UNE, amén de unos cuantos mafiosos descerebrados suficientemente identificados, permiten que el sistema democrático esté en jaque porque no aceptan los resultados electorales, las reglas del juego. Nada de esto ocurriría si el Presidente de la República estuviera del lado correcto de la ecuación. Sin embargo, y a pesar de mostrarse complaciente con la OEA -directamente o a través del canciller- permite, y quizá hasta alienta, las medidas de hecho que se toman y que debilitan gravemente el orden institucional.

Muchos se preguntan qué pueden perder los del lado oscuro, teniendo en cuenta que tanto el binomio ganador Arévalo-Herrera como los diputados electos de Semilla tienen corto margen de maniobra por no disponer de mucha fuerza política. Quizá en la respuesta se puedan encontrar razones para esta debacle.

Sin Ejecutivo, las rutas -terrestres y aéreas- del narcotráfico, en algún momento protegidas por parte de la policía y del ejército, quedarían controladas o difícilmente transitables; las entradas y salidas por los puertos sujetas al control fiscal y físico de las mercancías; la construcción de infraestructura libre de carga de coimas y sobornos; muchas medicinas bajarían de precio al perder el control monopolístico ciertos laboratorios e importadores; los sindicatos magisterial y de salud, terminarían por someterse al orden y dejar de chantajear al gobierno; los diputados dejarían de tener plazas fantasma en puestos de gobierno y tampoco contratarían obra pública con empresas afines, lo que les dificultaría recuperar la inversión hecha en su curul, y si continúa con el resto de ministerios y secretarias seguramente encontrará más razones para valorar las pérdidas económicas de muchos mafiosos. La UNE es posiblemente la más dañada, especialmente después de quince años con poder y tres elecciones presidenciales perdidas, lo que representa un importante número de compromisos incumplidos e innumerables deudas.

Ahí se puede visualizar el costo, en el corto plazo, de quienes luchan enconadamente por mantener privilegios para nombrar autoridades y formar parte de instituciones. El mejor ejemplo -aunque no el único- fue como durante el presente gobierno se entregó a un diputado el Insivumeh como pago de favores.

Demasiado tiempo haciendo piñatas con dinero público como para irse ahora del cumpleaños sin la bolsa repleta de caramelos. Pero no nos engañemos tampoco. Nos acostumbramos a elegir mafiosos, y luego explotarlos pidiéndoles puestos, regalos y prebendas. Muchos ciudadanos fueron -y son- cómplices y no víctimas de esos delincuentes de la política, y ahora toca apechugar con el costo y la responsabilidad. Querrán seguir para adelante pero es momento de llenar de obstáculos el camino para que eso no ocurra. La mejor barrera, sin duda, son el compromiso ciudadano y la responsabilidad, aunque lleguen tardíos.