En demasiados países, el político electo (y a veces su familia y amigos) cree que puede hacer lo que le venga en gana, como se le ocurra y sin importarle los efectos secundarios. Piensa que tiene el poder absoluto sin darse cuenta que únicamente es gestor de un contrato cuyos términos precisos, establecidos en la constitución, no puede sobrepasar. Esa norma es el límite de su poder y, a diferencia del derecho privado, el político no puede hacer nada que no le esté permitido, mientras el resto de individuos pueden hacer todo lo no prohibido. No terminan de enterarse que son los ciudadanos quienes les pagamos y los que realmente tenemos la fuerza y la facultad de decidir lo que creemos mejor con nuestras sugerencias, votos, opiniones y otros mecanismos. Cuando actúan anómalamente merecen ser criticados y hasta deberíamos poder despedirlos, aunque ellos se encargan de blindarse con leyes como la del antejuicio, la de difamación o la de desacato.
Se han cambiado los papeles. Durante el proceso electoral se hacen llamar Angelito, Manolito, Guayito -o su equivalente en otros idiomas- y ya en el poder se olvidan del diminutivo y pretenden que les rindamos pleitesía, les dejemos libre el paso por la ciudad, les paguemos pasajes en primera clase o en avión privado o les cerremos calles para que puedan moverse fácilmente. No se enteran que son empleados nuestros, servidores públicos y no sujetos de autoritarismo o poder absoluto. Hay que dejar clara la diferencia entre ciudadano con derechos y súbdito con deberes. El primero exige, pide cuentas y el segundo hace lo que el gobernante le permite. Es precisamente este cambio de rol lo que entorpece la relación y el entendimiento y cuando se les critica, algunos se ofenden, se indignan, en vez de venir inmediatamente a pedir disculpas por no escuchar, haber actuado mal, torpemente o con mala fe o rendir cuentas (accountability), que parece un término más correcto y político.
Los peores, que también los hay, se roban el dinero que pagamos por medio de impuestos. Se van de viaje por el mundo sin explicar para qué y cuál es el beneficio. Se recetan jugosos viáticos y cuando se demuestra que no debieron haberlos cobrado, tardan meses en devolverlos o nunca lo hacen. Realizan, con dinero público, inversiones oscuras, manipuladas, con rentas que revierten en ellos o en el partido y con pingues beneficios que invierten en propiedades, autos o similares y, si usted lo cuenta o cuestiona, ellos, sus empleados, se indignan, ¿qué le parece?.
Muchos políticos electos, se han convertido en señores feudales cuando no en príncipes con derecho de pernada. Creen que están por encima del bien y del mal, tienen fuero propio, se blindan, apañan y amañan pactos de protección mutua y se colectivizan. Viajan en carros blindados, con seguridad que el resto pagamos y de la que carecemos. Manejan fondos a su criterio y capricho, sin dar explicaciones y si se solicitan, se refugian en el secreto de Estado o despliegan cualquier otra burla, dilación o artificio jurídico. Otros más, simplemente, se roban descaradamente el dinero.
Después de más 500 años de conquista, 187 de independencia y 12 de paz, hay que dejar de pedir autorización para hablar y acostumbrarse a decir las cosas directamente, en la cara y con la necesaria contundencia. Seguimos pidiendo permiso a quienes elegimos y consintiendo sus desmanes. No más miedo, no más intimidación, no más autorización para opinar. Seamos libres de verdad, porque de usted es el poder y la responsabilidad del cambio.
Buen día Pedro Trujillo:
ResponderEliminarLa Asociación de Amigos del Desarrollo y la Paz -ADP- con Sede en Alta Verapaz, està sumamente interesada en divulgar su editorial del día de hoy, ya que acà en el departamento hay situaciones similares e iguales a lo que plantea usted.
Contamos con tres programas: dos radiales y uno televisivo, en donde transmitimos mensajes educativos y de formación ciudadana.
Si usted autoriza la utilización de su editorial, estariamos utilizando en comentarios todo el contenido y para cuñas radiales el ùltimo párrafo.
Felicitaciones por sus capacidades de comentar y decir la verdad de lo que actualmente nosotros los guatemaltecos vivimos.
Agradeciendo su fina atención y espera de su respuesta.
Atentamente,
Vilma Yolanda Luna Natareno
Tel. 79521623 y 45979446
vluna@adpverapaz.org
"El que calla ante la injusticia, no puede decir que es libre"
Gracias Vilma..., por supuesto que cuenta usted con todo MI PERMISO Y AUTORIZACION, será un placer y siempre que lo deseen pueden comentarlo..., para bien, o para mal... un saludo muy cordial y agradecidos Pedro
ResponderEliminarBuen día Sr. Trujillo, me gusta leer sus columnas porque ud. es de los pocos columnistas que han mantenido una ideología y principios sin cambio ni adaptaciones. Me agrada su forma de pensar, hasta donde he podido detectarlo.
ResponderEliminarCon relación a este artículo, ¿qué se puede hacer para evitar eto?, ¿cómo podemos modificar las leyes, si quienes las redatan y autorizan son los mismos que abusan?
Se tendría que realizar una Constituyente, ¿pero cómo hacer para que en ella no ingresen politiqueros? esta es la gran tarea que nos queda por resolver a los ciudadanos que realmente buscamos el beneficio de Guatemala, y no el bolsillo como lo hacen, creo yo, el 99.999% de se dien políticos.
Otro mal que tenemos que sanar, son los partidos políticos, que como están actualmente, se deben de llamar "propiedad política" de sus 'líderes'. Deben haber no más de 3 ó 4 partidos, con por lo 100,000 afiliados.
Y sobre todo, modificar las condiciones en que las personas llegan al Congreso, ¿cómo es posible que partiduchos que no existían en las votaciones pasada, cuenten actualmente con diputaciones? Las curules NO deben pertenecer a los diputados, sino a los partidos que los impulsaron, y si un diputado no está de acuerdo con las politicas de su partido, pues renuncia por ética, y deja al suplente. Esto lo manda la simple lógica, los votantes votamos por los partidos, no por las personas (lo que hay que cambiar), por lo tanto ellos NO son los dueños de la curul.
Si los diputados fueran electos en forma nominal, es decir, por sí mismos y no por lista (pero sí por listos), se deben de definir por una ideología y debemos conocer sus principios y sus creencias.
Bueno, este tema es mu amplio Sr. Trujillo, y ya me extendí más de la cuenta. Lo que deseo es transmitirle mi total apoyo a su artículo, pero necesitamos saber las soluciones, ¿no cree? Felicidades.
Gracias Alfonso por sus comentarios...
ResponderEliminarLa verdad que las soluciones no están faciles. Lo primero es promover la ética publica (y privada) como forma natural de vida y comportamiento.Creo que no es un problema de leyes ya que esas sobran y hay sobreexceso de las mismas. Mas bien el tema estriba en cual es la razón de no cumplirlas, para todos igual y con contundencia... Veamos los ejemplos de Meyer, Portillo, Acevedo y otros que con procesos, condenados o no..., sencillamente van por ahi con distintos baremos de medición o, sencillamente, nadie ejecutó la sentencia.
la Cons titución esta colapsada hace tiempo. Es necesario revisar la norma, cambiarla en aquellos aspectos donde hay reservas a grupos de poder o presión (vg. los abogados y la USAC)y dejar que la ley sea para todos igual y no tenga favoritos, sean estos quienes sean.
Al Congreso hay que llegar a trabjar y no a hacerse el agosto o llevarse lo que uno pueda. Por ahora, se invierte para llegar y luego parece que se cobran los dividendos.. Cualquiera debería poder promover un partido politico, asi la competencia mejoraría la situación y no habría monopolios (oligopolios) de unos pocos.
Enfin, como ve, efectivamente el tema es extensisimo y todo descansa en la etica y el comportamiento adecuado. Asi que sino se comienza por ahi... mal vamos. Muchas gracias y mantengamos el contacto. Pedro