Mañana tomará posesión el nuevo presidente de Honduras, el electo Porfirio Lobo. Con ello se pondrá fin, ¡esperemos!, a todo una serie de acontecimientos y despropósitos que alentados desde Venezuela y asumidos inmediata y erróneamente por la “comunidad internacional”, terminaron por desconocer primero al gobierno de Micheletti y luego las últimas elecciones generales. Sin embargo, el ejemplo de los ciudadanos hondureños perdurará y dentro de algunos años, tardíamente como suele ser, será un icono de la exaltación de los principios democráticos y de la lucha por la separación de poderes que Montesquieu nos donara siglos atrás.
Confusa y equivocadamente, el debate se presentó como la lucha por una nueva alternativa, cuando en el fondo es un duelo entre los valores de la democracia liberal y el autoritarismo más descarado. Lo ocurrido evidenció el ansia del modelo presidencialista latinoamericano por acaparar todo el poder en un gobierno de hombres y no de leyes, algo que comenzó en Venezuela y se fue extendiendo a Bolivia, Ecuador, Nicaragua y lo intentó en Honduras. A fin de cuentas, una burda copia de la nefasta, trasnochada y criminal dictadura cubana.
El tiempo, afortunadamente, ha evidenciado el fracaso del experimento que se pretendía extender y que ya tiene suficiente contraste con los más de 50 años de tiranía en la isla. Todos los países que pretendieron seguirlo ocupan los últimos puestos en desarrollo económico, libertad de expresión, corrupción, respeto a la propiedad privada y, en general, libertad del ser humano, lo que hace no sea válido como opción. Aunque disfrazado de “socialismo del siglo del siglo XXI”, el absolutismo que se nos avecina dista mucho de cualquier alternativa democrática, sea esta de izquierda o de derecha, y por tanto de un modelo que pueda encajarse dentro de los parámetros de la política moderna. Destruida la libertad como consecuencia del irrespeto a los derechos individuales y por medio de manipulaciones del Estado de Derecho, la convivencia no es posible.
Lo ocurrido en Honduras sirvió de freno para la pretensión del movimiento albista de expandirse por la región (razón del enojo de todos esos energúmenos) y posiblemente nunca lleguemos a saber el impacto real en Guatemala de los acontecimientos que aquel domingo se dieron en el país vecino. Muchos dejaron de reconocer al régimen y otros, contumazmente, no quieren aceptar al nuevo presidente. Se equivocaron los primeros e insisten los segundos en la misma línea. Guatemala, sin política exterior coherente, empleó ese doble e indefinido discurso que nunca dice nada pero que no es propio de quien desea liderar una política regional. A la fecha se sigue sin saber con certeza que se hará porque continúan las declaraciones políticamente correctas y son dependientes de su propia ineptitud y, otro tanto, están vendidos a ideólogos perdidos y obsoletos. Nunca saldremos del atasco nacional, pero por méritos propios y sobrada incompetencia.
Pronto veremos el nuevo régimen hondureño reconocido y aceptado mundialmente y aquí se habrá perdido una gran oportunidad de hacer algo sensato en política exterior. El mundo aceptará tarde que ese movimiento retrogrado venezolano no lleva sino a la destrucción y al caos, aunque algunos sigan dudándolo. En lo político y en lo económico, el intervencionismo nunca ha sido la solución y, aunque el efecto Chávez primero y Obama después -con sus diferencias- fueron la plataforma de muchos ideólogos para presentar una nueva era, ya vimos cuales son los resultados de uno y otro. Todo eso y mucho más ha sido la lección rápida pero contundente, que nos han dado los hondureños.
Es verdad yo sabía q LOS CENTROAMERICANSO somos cabrones,... jajaja pero weno es necesario hacer un cambio real en Nuestra Bella Nación. Yo creo q unirnos en una voz para clamar Justicia, Estado de Derecho, Oportunidades sería espectacular, SIN BLOQUEAR CARRETERAS eso es absurdo, cavernícola y basura.
ResponderEliminarADELANTE GUATE JUNTOS PODEMOS HACER DE TI ALGO MEJOR..