En las últimas semanas se convocó por la CICIG dos interesantes conferencias de prensa. Una, para presentar la dimisión de su Comisionado quien manifestó su rechazo al nombramiento, en ese momento, del Fiscal General y patentizó contundentemente la poca cooperación que recibió de las autoridades de gobierno, lo que provocó una importante agitación nacional. La segunda, para presentar ciertas “averiguaciones” en relación con ciudadanos que nunca han sido formalmente acusados de nada, aunque sus nombres, teléfonos y otros extremos fueron profusamente divulgados.
Si de la primera hay que destacar y alabar el valor, el carácter y la fuerza de la misma, de la otra la irresponsabilidad parece lo más destacado, especialmente por presentar conversaciones que mantiene uno de los detenidos y otra persona célebre en el país. Leyendo detalladamente los diálogos que mantienen, no hay nada que usted o yo no hubiésemos podido comentar en relación con la actualidad político-social del momento, especialmente si, como ellos, somos personas inmersas profesional o personalmente en proyectos políticos o sociales o estamos interesados en temas de actualidad. El Comisionado las mostró con su nombre y apellidos, su número de teléfono y, con alguna, hasta hizo referencia permanente de un lugar de trabajo, aunque ese no fuera el habitual.
De haber ocurrió eso en Europa o los Estados Unidos, al instante se habrían producido una gran cantidad de querellas por inmiscuirse en la vida privada, revelar datos personales, difamación, acusación infundada o exposición pública peligrosa, además porque no están respaldadas por denuncia penal o de otro tipo. Sin embargo, la inmunidad permite ese tipo de atropellos impensables en sitios donde el Estado de Derecho es una realidad y no un concepto naif y pactado, como aquí. No es correcto ni justo que en nombre de la justica se pueda afrentar, algo que ya ocurrió con el cuestionamiento de algunos aspirantes a la CSJ que fueron descartados sin pruebas más bien con argumentos como los que ahora escuchamos. La prepotencia, la arrogancia, la arbitrariedad no son elementos que correspondan al noble ejercicio del Derecho. A veces la frontera es fina pero debe respetarse.
El nombre de uno de los señalados en Google-imágenes genera más de mil resultados. Pues bien, decidieron colocar en la presentación su imagen con el logo de una institución privada del país, lo que crea un peligroso imaginario de asociación que si es intencionado tiene muy mala leche y de ser casualidad dice mucho de la torpeza de quienes lo hicieron.
La “amenazante” rueda de prensa sin denuncias frenó, por ejemplo, hablar del affaire que puso en duda la honorabilidad del ex Comisionado (algo que no comparto pero periodísticamente legítimo) y ha silenciado a muchos que se han visto escuchados, espiados o sujetos de caprichosa acusación pública, además de generar una importante psicosis de caza de brujas. Aquí hay una estrategia de mayor calado que pasa desapercibida y no deja claro quién realmente conspira y cuáles son sus intereses últimos. En política existen los dictadores, los populistas y los prepotentes. En la rama judicial se ubican los jueces estrella, los que se creen por encima del bien y del mal y los que promueven su juego interesado acorde con sus fines personales. Finalmente todos quedan en evidencia y, en España por ejemplo, a algunos hasta se les procesa. El fin no justifica los medios y no es correcto criminalizar arbitrariamente la opinión de las personas ni invadir su privacidad. No hay justicia, pero nos queda el cerebro.
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