Ha muerto un gran hombre. Dicho así, tan simple, dice poco, al fin y al cabo grandes seres humanos fallecen cada día. No todos, sin embargo, dejan una impronta tan especial y tan marcada en varias generaciones. A fin de cuentas, el recuerdo radica en las obras, como la Biblia acertadamente profetiza.
Algunos de su generación poseen idénticas cualidades a las que él mostraba a diario: tesón, sentido del humor, capacidad crítica, sensatez, humanidad, humildad y un claro ideario de valores y de metas. Fue (son) el referente para muchos que quisiéramos, alguna vez, llegar a cumplir los ochenta con todo ese bagaje de valores que en otros pareciera que el tiempo va desgastando.
Nunca desfalleció en la lucha por un ideal esencial: la libertad. Su curiosidad le llevó a preguntarse por qué unos son más exitosos que otros o cuál es la fórmula “secreta” que hace que ciertos pueblos sean más ricos y prósperos que aquellos que siguen siendo pobres. Indagó en lo más profundo del ser humano y exploró por doquier para encontrar esa especie de oráculo que respondiera a sus preguntas de curioso empresario, amante de su país, pero sobre todo de los seres humanos que lo conforman.
Junto con otros amigos tuvo la brillante idea de poner en marcha una Universidad, un tanque de pensamiento que fuera capaz de promover la educación sobre principios de la libertad. Libre para pensar, libre para actuar, libre para emprender, libre, en definitiva, para buscar por uno mismo esa felicidad que continuamente anhelamos y pretendemos alcanzar o deseamos disfrutar a lo largo de nuestra vida. Era, como algunos lo han definido, un campeón de la libertad.
La constancia y el entusiasmo eran las bisagras del cofre que atesoraba sus innumerables cualidades. Hizo realidad un sueño: una institución en un país sin instituciones y emprendió otros. Uno finalizó con la propuesta de Pro Reforma, criticada por algunos, vilipendiada por otros pero que hasta el momento es la única alternativa presentada al caduco modelo de convivencia que todavía tenemos. Ni siquiera sus críticos, como en las grandes batallas, fueron capaces de contravenir los desafiantes postulados que, gusten o no, están suficientemente sustentados. Si algo caracterizó a Muso fue su capacidad de argumentar, de pensar, de ponderar, de evaluar y de proponer la decisión más adecuada.
Aún contra corriente de algunos opositores que continúan con esa nefasta práctica nacional y heredada de la crítica inservible y destructiva, deja toda una escuela de pensamiento que articuló en torno a la justicia y a la libertad y que es seguida por un buen número de generaciones -que enarbolan la bandera de la libertad con responsabilidad- con presencia en diferentes foros, áreas y disciplinas. Generaciones de jóvenes (y no tan jóvenes) que aprendieron como hacer las cosas con ilusión y entusiasmo y que hoy están repartidos por toda la geográfica y conforman un entramado social que imprime positivos cambios al país.
Mi cariño al emprendedor, mi admiración por el maestro, mi homenaje al decano y, sobre todo, mi esperanza por saber que existe una impresionante multitud, tal cual el soñaba, capaz de promover una sociedad más próspera: No tenemos que seguir siendo pobres para siempre, titulaba uno de sus libros. La muerte no es el final y en este caso, solamente es la continuación de un proyecto sin Muso presente, algo imperturbable porque la ideas permanecen y la obra queda.
¡Mis respetos Muso! Hoy las lágrimas son más libres que nunca.
No estoy de acuerdo con el comentario del señor Trujillo Pedro, en relación con la mala calidad educativa de la Universidad de San Carlos, me inmagino que el emite esta opinion porque el es egresado de una UNIVERSIDAD PRIVADA EN DONDE REGALAN LOS TITULOS.
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