El preludio del galanteo político del partido VIVA con Nineth Montenegro, que la puede llevar a postularse como vicepresidenta de la república, incrementa el número de mujeres que podrían estar en el candelero electoral 2011. Lo femenino, la femineidad o el género, como ahora se denomina, no dejan de figurar en el debate nacional, sin importar el tema, el momento o el área.
El podio aguardaría a Sandra Torres, Nineth Montenegro, Zury Ríos y Rosana Baldetti y, todavía por ver, a Adela Torrebiarte y alguien que se anime a última hora. Todas, gusten o no como opción política o incluso como personas, tienen en común alta capacidad de trabajo, marcado liderazgo y algunas hasta el mal carácter. Mujeres que han demostrado saber estar y hacer las cosas que se propusieron y aunque no siempre fueron nobles propósitos, no les resta mérito en el logro de sus particulares resultados. En un país que se reconoce machista, el hecho de que un proceso electoral convoque a tantas mujeres para altos puestos, parece todo un evento digno de mención. Verdad es que una golondrina no hace verano, pero al menos anuncia el inicio del mismo.
Con mujeres al frente -no importa donde- la gestión político-administrativa se ha caracterizado por mayor ausencia de corrupción y mejor eficiencia. Ningún absoluto suele ser cierto y este tampoco, pero hay que reconocer que así son las cosas. Países como este, donde la mujer es relegada (o se relega ella misma), se sostienen, precisamente, por el papel primordial que desempeñan. Son ellas las que mantienen hogares vacíos de paternidad; quienes estiran hasta el infinito el poco dinero que les llega o les pasan maridos inescrupulosos; las que enfrentan a esposos “machos” que no les permiten divorciarse o las abandonan; las que crían y cuidan a sus hijos y muchas veces a padres, abuelos y familiares cercanos y las que solidifican el pilar de un hogar, aunque no exista.
Una sociedad que “rechaza” o no da plena cabida al 50% de su población (las mujeres) está abocada al fracaso porque desprecia la mitad de su potencial humano. No es necesario crear el ministerio de equidad (estupidez zapaterista) ni promover leyes de cuotas para empoderar a las féminas. Hay que dejarlas salir del closet y -no nos rasguemos las vestiduras- que ellas quieran salir y enfrentar retos sin facilidades, prebendas ni vaselina. Valoremos al ser humano por encima del sexo (género) a qué pertenezca y veremos cómo funciona sin necesidad de reservar espacios con normas particulares de dudosa eficacia ¿Alguna ley las hace reinas del hogar, merecedoras del amor de sus hijos y supremas sustentadoras de la sociedad en qué vivimos? Ninguna, solo su fuerza de voluntad, su carácter, su entusiasmo, su liderazgo y su decisión.
¿Estamos preparados? Esa pregunta se la hicieron norteamericanos y franceses en pasadas elecciones y dieron su particular respuesta. También chilenos o brasileños y dieron la suya. Es posible que sin copiar, como siempre hacemos, haya llegado el momento de cuestionárnoslo. Las opciones comienzan a aparecer, eso ya es muy bueno, pero no suficiente. Sin embargo, ¡atención!, tampoco idealicemos a todas las damas. Recordemos a Valeria Mesalina, Lucrecia Borgia, la bruja de Blancanieves y otras más locales y con peor mala leche. No todo vale ni es necesario deslumbrarse y comprar el producto, sin antes leer las instrucciones. A fin de cuentas “Mujeres divinas”, es solo una canción. Mejor actuar con prudencia, mesura y diferenciando, así avanzaremos.
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