Aturdidos, en el mejor de los casos, quedamos muchos al ver al señor Cac enterrar a su esposa y a sus tres hijos fallecidos como consecuencia del atentado terrorista dentro de un bus. Intentar describir la situación, el dolor o los sentimientos encontrados sería un esfuerzo inútil y no hallaríamos palabras, frases ni forma de plasmar esas emociones. No está hecha la vida para que un padre entierre a toda su familia, menos con esa forma brutal y despiadada en la que murieron.
No he visto imágenes del Presidente, de su esposa, del Ministro de Gobernación o del Vicepresidente en los funerales ¡Ni una sola! Esos, que tanto se desviven “por los pobres y los sectores más vulnerables de la sociedad”, fueron incapaces de practicar no el liderazgo del que carecen sino el deber de representar el sentimiento de pésame y repudio que invadía a toda la población. Reparten cubiletes, molinillos de grano y se apoderan de la memoria de la Revolución de Octubre con exagerada parafernalia mediática, pero cuando deben dar la cara, desaparecen. Algún preocupado asesor seguramente les hizo ver la conveniencia de no asistir y se escondieron acobardados. Contrasta la actitud con la del presidente Obama al condenar y enfrentar el atentado contra la senadora Giffords; con la del presidente Piñeira esperando -uno a uno- a los mineros rescatados o con la de otras autoridades frente a actos terroristas. Sin embargo, en este país de la “solidaridad y de la cohesión social”, no estuvieron presentes, no quisieron enfrentar el reto y escaparon para no asumir la responsabilidad que eluden desde hace tres años. El único representante gubernamental fue el “imperialista” embajador de los Estados Unidos.
Pensando en esta dejación, alguien me hizo ver que jamás han ido a funerales por cualquiera de las seis mil víctimas asesinadas anualmente en el país ni por aquellos policías caídos en acto de servicio, tal y como una vez el ex embajador de Chile les recriminó, con razón, en un acto público. En estas situaciones es donde se aprecia, aún más, la carencia de liderazgo. Escondieron la cabeza y como el avestruz, prefirieron que las aguas se calmaran sin enfrentar la realidad y crudeza de la situación. No querían que les reprocharan la manifiesta ineptitud gubernamental en materia de seguridad. El fracaso estrepitoso al nombrar ministros que están en prisión o con numerosas causas abiertas o la falta de inteligencia para combatir el problema. El único resultado “positivo” de esta administración es el incremento del crimen organizado, del narcotráfico y de la perdida de espacios que son ocupados por grupos de mafiosos criminales. De eso pueden estar orgullosos y atribuirse todo el mérito posible.
Es lamentable que en circunstancias como las que se han vivido (y se siguen viviendo), el Presidente y su gabinete no se apresten a dar la cara, acompañando a las víctimas, situándose al frente como se hubiese esperado de una autoridad y asumiendo la responsabilidad que les corresponden. Volvieron a faltar pantalones a esos soldados asustadizos que no enfrentan la batalla y huyen a la primera, prefiriendo permanecer en la sombra y que los problemas “se resuelvan solos”. Es en definitiva, lo que hacen muchos de quienes les rodean, delincuentes condenados o frustrados guerrilleros que asesoran o se refugian detrás del poder y que no pasaron de ser huevos tibios en el combate cuerpo a cuerpo. Como en aquel entonces, hoy siguen temerosos. Da pena y vergüenza verlos actuar ¡Miserables! Pero, ¿qué hacemos y exigimos los demás?
Hace ya varios años a un amigo médico se le entraron los ladrones a la casa. Se enfrentó a ellos y mató a uno.
ResponderEliminarLuego del susto y de las idas y venidas a los tribunales, lo declararon inocente. Pero el amigo médico seguía deprimido y melancólico.
Al preguntarle por su estado de ánimo respondió que se sentía así por haber segado una vida. Pues su vocación de médico le mandaba a darla no a quitarla.
De una esquina de la sala se oyó una carcajada y uno de los amigos le dijo: "¡Puta, doctor! saber a cuántos ha matado con penicilina".
Y es que no se necesita empuñar un arma para ser responsable de una vida. Basta con quitarle la oportunidad de una medicina o de un vaso de leche, que puede ser la diferencia entre un sistema inmune sano.
Así me pregunto, como una forma de auto tortura, cuántos muertos llevan en su conciencia Colom y señora, por negar desde una medicina, pasando por un nutriente básico hasta una de las formas más viles de matar que es sacando a las fuerzas de seguridad de circulación porque el presupuesto necesario para el normal desempeño de su trabajo, lo "trasladaron" a cohesión social o lo gastaron bolsas solidarias —prefiero pensar que han derrochado el dinero y lo han gastado mal...—.
En fin, cada una de esas muertes estériles y violentas, también van a la conciencia de los que matan con "penicilina".
Licenciado: Lei el articulo en la Revista Domingo, lo mejor para su niña es The Institutes for The Achievement of Human Potential, en Filadelfia Penn. del Dr. Glen Doman
ResponderEliminarha sido muy criticado, como todo lo nuevo, pero yo tengo la prueba viviente, que con la ayuda de Dios, la madre, y el sistema Doman, las lesiones cerebrales, pueden curarse, encontrando en el mismo cerebro del niño un camino alterno. Mi hijo se recupero y es hoy un ciudadano productivo con un negocio propio. Animo su niña es pequeña y tiene mas probabilidades de sanar por su edad. Estoy a sus ordenes, esto no es propaganda es un testimonio de vida.