lunes, 9 de enero de 2012

De guerras y genocidios

O se emplea la terminología adecuada o mejor callar hasta encontrarla

Ciertos analistas -coincidentemente son los habituales- manifiestan machaconamente que el conflicto armado guatemalteco fue una guerra en la que se cometió genocidio. Puede que sea por error, aunque no hay que descartar la mala fe. El término “guerra” es un concepto político-jurídico en el marco general del derecho internacional que se refleja en la mayoría de las constituciones del mundo. A modo de ejemplo, el artículo 171 de la Constitución nacional lo contempla. La guerra se declara y consecuentemente la paz se firma. Si embargo para que “exista” -desde un punto de vista formal- debe haber un pronunciamiento oficial del Estado que la proclama, de lo contrario no es correcto hablar de guerra. Así, la “guerra contra el terrorismo”, la “guerra en Irak”, la “guerra contra las drogas” y otras manifestaciones similares son ficciones que no se ajustan al adecuado marco conceptual.
Lo mismo que ocurre con el término anterior -y con idéntica alegría mediática- emplean el de genocidio. Para hablar de tal, como figura en el convenio, debe de existir “la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional” algo difícilmente demostrable que además no existe en ninguno de los planes operativos militares del conflicto interno. No se ha comentado suficientemente la posibilidad de cometer acciones que contempla el tratado sin que tengan que ser calificadas de genocidio. Por ejemplo, puede haber "matanzas de miembros de un grupo", al igual que pudiera haber “traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo”, pero si no existe la intención de destruirlo, no formaría parte de esa tipificación y no necesariamente constituiría tal delito. No obstante el uso del término es un excelente argumento político por dos razones importantes. La primera que no prescribe y por tanto se puede perseguir en cualquier momento. La segunda que conlleva una importante carga emotiva asociada a matanzas (genocidios) como la de judíos en la segunda guerra mundial o mas recientemente entre hutus y tutsis.
Ciertos medios de comunicación y articulistas, usan esa terminología ante la falta de otra mas apropia (como con aquel “golpe de Estado” en Honduras) o porque conviene para conseguir interesados fines más allá de la supuesta justicia que pretenden. Si se admiten los argumentos de quienes así opinan y de otros “expertos”, el mayor genocida de este país fue Miguel Ángel Asturias quien en su tesis de graduación -el problema social del indio- llegó a proponer la mezcla de sangre indígena con otra europea con el fin de mejorar un colectivo que reiteradamente definió como defectuoso y tarado, mostrando una clara intención contra un grupo ¿Habrá un juicio histórico?, porque ni siquiera se menciona en esta discusión. Otros “genocidas” serían las Naciones Unidas por retirar misiones de paz a sabiendas de que se cometerían matanzas étnicas, como ocurrió en Ruanda; el presidente Ahmadinejad, al promover la destrucción de Israel o el peruano Humala quien quería fusilar a los homosexuales. En esto, como en otras cosas, predomina la acritud, la venganza, la cortedad de mente, el interés crematístico o simplemente el protagonismo a cualquier precio, sin mucha discusión más allá de la ideológica. Por cierto, los mismos indígenas a quienes “querían destruir” servían como soldados en el Ejército “destructor” y ahí no eran "masacrados", contradicción que no niega matanzas por aclarar ni delitos que no deben ocultarse, pero de ahí a lo otro hay un abismo jurídico, una intencionalidad política y mucha torpeza o mala leche permanente.

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