Ningún monopolio suele ser bueno. El de la "verdad", tampoco.
El décimo quinto aniversario de la firma de la paz evidencia de nuevo que jamás se concretó el proceso que se pretendía. Desde aquel lejano 1996 en que se materializó una idea político-estratégica y se dejó -teóricamente- de combatir, muchas cosas han sucedido. Hoy mueren más personas por violencia que durante el conflicto armado y la polarización se acentúa por días. Se acaba el monopolio de los (y las) columnistas y oenegistas que, con dinero de donantes, construyeron una ficción perpetuada en una premio Nobel con nula capacidad de liderazgo y convocatoria (algo constatado) y de otras (y otros) que encontraron un filón en lo internacional para inmolarse y contar historias que hacen llorar o encogen corazones, aunque no se ajusten necesariamente a la verdad, lo que no niega hechos muy violentos cometidos por ambos bandos, sin importar el porcentaje. Las recientes denuncias de personas perjudicadas por la guerrilla ha hecho resurgir el “otro lado", el contrapunto al discurso monopólico hasta ahora existente, y súbitamente aparecen nombres, lugares, asesinatos "olvidados" y otros hechos que cuestionan a quienes sistemáticamente -casi de oficio- acusan únicamente al ejército de las debacles del pasado. Narraron por años una sola parte de la historia y el repentino surgimiento de otra configura la balanza que los (y las) de siempre no aceptan porque hasta ahora lo resumían, sin discusión, en un único volumen histórico ¡Como si los militares fuesen asesinos y el enemigo “fantasma” que usaba armas mortíferas, organizaba emboscadas, secuestraba, tortura y asesinaba a civiles, nunca hubiese existido! Se publican mas libros de ex guerrilleros, ex militares e historiadores que exponen los hechos de forma diferente, reconociendo lo que ocurrió: acciones muy crueles propias de cualquier conflicto y no distintas a otros. Han elegido a un ex militar como presidente y las (y los) de costumbre deciden ignorar la voluntad de la mayoría pregonando un interesado o prefabricado pasado, algo que no ocurrió cuando el presidente fue economista o ingeniero o la ilegal ex candidata, de su cuerda ideológica. No pueden permitir que alguien democráticamente votado por la mayoría pero retirado del ejército -al que atacan sistemáticamente- ocupe la presidencia, simplemente debilita los frágiles cimientos sobre los que han edificado toda una falacia histórica. Quienes se promueven como referentes de la “verdad” ocupan desde hace años altos puestos administrativos: ministerios, cargos internacionales en derechos humanos, asesores presidenciales o embajadoras de “buena” voluntad, viven del cuento o de la dádiva internacional, hacen del conflicto su modus vivendi y se dedican a viajar y a exponer esa versión pintoresca que le interesa oír a una comunidad internacional adormecida en otro nivel político mientras tranquiliza su conciencia ayudando a pobres y subdesarrollados. La contraparte rompe esa vida teatral-circense, les mueve la "caja chica" y evidencia otra realidad, mostrando al mundo que lo único cierto es que en una guerra muere mucha gente y que las “víctimas de la violencia” no se reducen a una elite escogida sino a varias generaciones. Podemos seguir, como en Argentina, encarcelando a militares mientras ex guerrilleros mueven los hilos, suerte que cambiara en algún momento. Procesar, como en España, a jueces-estrella que quieren crear una inexistente “memoria histórica” o adoptar un modelo propio. Continuar así solo sirve para promover otro tipo de violencia y perder quince años mas.
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