lunes, 28 de enero de 2013

¡Un poquito de por favor!



La elegancia es lo último que se debe perder

El arresto en Honduras de una diputada guatemalteca y de cuatro de sus guardaespaldas, todos ellos portando armas, me dejó patidifuso. La honorable -que acarreaba cinco tolvas en el bolso- mas parecía ir a la guerra que a dejar a un pariente en la Universidad. Quizá vio aquella película -Perfume de mujer- en la que el coronel llega al College a defender al chico pero, por mirar la versión pirata, no percibió, seguramente, que el militar iba sin armas y creyó que debía cargar ese arsenal con el que fue capturada. Dicen que Clint Eastwood la ha excluido para protagonizar la versión tropical de “El bueno, el feo y la mala”. Al veterano actor no le gustó el grabado de la pistola con iniciales en oro porque se parecía a aquella de “Cobra” que protagonizara Sylvester Stallone, encarecía demasiado la producción y sustancialmente la encholeraba, aunque él lo dijo en inglés. Hablan de militarización de la política, pero ¡ojo con los civiles!, pueden ser mucho peor.
Otra particular diputada, no exenta de protagonismo mediático, blandió en el hemiciclo un adminículo eléctrico con el que amenazó despiadadamente a un colega misógino. Tras activarlo, lo amedrentó con el ruidito que producía, similar, dicen, a un estimulador sexual femenino, aunque ella asegura que se trataba de una linterna que llevaba en el bolso por seguridad puesto que “hay mucha violencia en el país”. Me llega la avezada diputada con sus soluciones pacifistas y técnicas modernas de defensa. Deslumbrar al adversario con una linterna, en caso de ataque, puede ser el principio estratégico de la lucha contra la crimen en el futuro, ¡una nueva generación de guerra! Ministro Bonilla, ¡aprenda! y dote a los muchachos de lámparas para combatir el crimen ¡No compre pistolas! En lugar de balas usarían baterías triple A de larga duración, más baratas, inofensivas y desechables. Existe, sin embargo, dudas sobre el aparatito de marras y si las descargas que produce son para paralizar a delincuentes o para subir las endorfinas en momentos pasionales íntimos ¡Cuidado señor Taracena por donde le meten los voltios!
Otros honorables nacos, expertos en coreografía circense, llevan al Congreso cohetillos, pancartas o megáfonos para llamar la atención. Escolares inquietos con elevado grado de chabacanería barriobajera que patalean durante las sesiones o miran chicas desnudas en el celular o en la computadora que, por cierto, les pagamos. Otros, menos sofisticados, intentan sobornar a periodistas con cantidades míseras y ofensivas -Q2000- que ni siquiera cubren el costo de la canasta básica. Comportamientos todos ellos shumos que desdicen de la magnificencia y grandiosidad del cargo que ostentan. Prefiero los diputados de antes. Robaban con fina ingeniería financiera mientras sonreían sin perder la compostura. Transaban estratosféricas comisiones por otorgar obras o asignar proyectos. Viajaban en primera clase con fondos públicos para asistir a inútiles eventos que justificaban de “gran interés e importancia para el país”. Se ha perdido la elegancia y el glamour se ha sustituto por la muquez. El encanto ha sufrido una metamorfosis y la ordinariez luce con todo su esplendor. Roban y engañan cómo siempre, pero el delito no viene envuelto, como antes, en papel de seda con moña de colores, aunque nos lo sigan cobrando al mismo precio. De tener un Congreso corrupto, mañoso e inútil, tengámoslo, al menos, con glamour y no repleto de cachimbiros. Somos un país pobre, violento y atestado de delincuentes, pero exijamos un poquito de garbo y donaire que suavice la vida cotidiana. De lo contrario, ¡que vulgaridad!

lunes, 21 de enero de 2013

Nacionalismo chocho


Amo demasiado a mi país para ser nacionalista (Camus)

El sentimiento nacionalista se ha alentado y utilizado en infinidad de ocasiones y por motivos muy diversos. Casi siempre -con pocas excepciones- la visión ha sido aislacionista, endógena, agresora o justificadora de ciertas falencias frente a realidades más exitosas o contrastadas y sustentada en el pensamiento de que “yo llegue antes que tú y, por tanto, tengo más derechos que tú”. Propio de situaciones de conflicto o previas al mismo, se ha hecho valer como detonante encubierto de fracasos políticos donde el autoritarismo ha estado presente en cierta medida. Se ha acudido al nacionalismo cuando la capacidad de razonar, de dialogar o de descubrir soluciones más propicias no ha sido el horizonte a alcanzar. Cuando se desea encerrar a alguien en un determinado espacio del que no puede sustraerse para interpretar determinadas realidades políticas o sociales se le sindica de nacionalista, y no escapa al analfabeta ni el estudiado. Ciertos países actúan con alto grado de nacionalismo, miran hacia el interior sin ver que fuera de sus fronteras existen otras realidades y en múltiples ocasiones esa visión o argumento ha servido para establecer barreras a la inmigración. Se olvida, por otra parte, que muchas de esas naciones que se quejan de los sistemas migratorios de otras más desarrolladas, cuentan con el mismo alto grado de sentimiento nacionalista que limita el actuar de ciudadanos libres o, simplemente, es un fenómeno posicionado en la mente de sus habitantes que usan tal expresión para desdecir, acusar de “extranjeros” o mostrar la antipatía personal y visceral que la razón es incapaz de justificar. Es el arma escondida del perdedor, del necesitado de argumentos, del carente de capacidad de diálogo, del hepático. La piel de cordero del lobo racista criminal.
Nadie escapa a tan particular y ñoña forma de ser. Prominentes consultores engreídos y vanidosos; habituales columnistas y novelistas afamadas; analfabetas que comentan donde le dejan y pueden empleando frases apenas comprensibles por expertos en lenguas raras; insanos que lo usan para esconder su soberbia o cobardía (casi siempre unidas la una a la otra); ideologizados que pretenden reconstruir pilares derribados por la razón y la historia, y políticos desprovistos de argumentos ¿Qué sentido tiene todo esto en un mundo globalizado? Seguramente ninguno, pero tampoco hay que dar por hecho que la reflexividad es obligatoriamente una cualidad inherente a todo ser humano. Demasiados acostumbran a abonar diariamente el rancio y chocho nacionalismo que termina por crear guetos y lleva al poder a mesiánicos profetas que se convierten en empleados públicos dignos de gerontológico estudio o son sorprendidos por la muerte en el ejercicio del poder público permanentemente usurpado: los dictadores.
El nacionalismo atonta, alela y aturde. Es una “enfermedad infantil” que “se cura viajando” (Cela), la antítesis del pensamiento critico, de la humidad, de la actitud curiosa, del respeto al prójimo, de la libertad. Amigo y compañero de la ignorancia, de la incultura, del mercantilismo, del insulto, de la ausencia de la razón, de la imposición, y es sobre todo idiotizador. Con frecuencia no se percibe ni se es consciente de ello, pero está implantado en lo más profundo del alma y de la mente, como la corrupción más hondamente aferrada. Basta leer algunas columnas, escuchar ciertos comentarios y opiniones o mantener conversaciones en redes sociales o en tertulias, aunque sean superfluas. Aflorará en algún momento el sentimiento nacionalista, propio de sociedades cerradas, de miedo a la competencia, de desprecio y odio, de aislacionismo, de estupidez humana. En este caso, como en otros, la túnica hace al monje.

lunes, 14 de enero de 2013

Dictadores y cobardes


La mejor arma de la dictadura es el secreto (David Bohr)

Se consolidó el golpe de estado en Venezuela. El presidente electo no tomó posesión del cargo ante la Asamblea Nacional ni ante el Tribunal Supremo de Justicia. Decidieron reglar la transición a puerta cerrada e ilegalmente ignorar la fecha y el procedimiento del artículo 231 de la constitución bajo el artificio de la “continuidad”, algo insólito en el mundo y que no crea ruptura de periodo, lo que pueden usar más adelante para reelegirse. Consolidaron la transición de una “democracia populista” de socialismo posmoderno al autoritarismo, engrosando el parque jurásico del comunismo caribeño. Lo peor, sin embargo, no es el deplorable hecho en sí mismo. El silencio cómplice de la comunidad internacional, particularmente de la Unión Europea y de los Estados Unidos, dice mucho. Tan dispuestos que estuvieron en el caso hondureño condenando, retirando embajadores, convocando ruedas de prensa con presencia del mismo Chávez acompañado de Raúl Castro -y otros dictadorzuelos- y exigiendo a la OEA que tomará cartas en el asunto o llevando el tema a la Asamblea de la ONU, en esta ocasión callan cómplice y cobardemente. También enmudecen ciertos columnistas manipuladores o comprados. Su silencio, tan poco observado en otras ocasiones, refrenda precisamente que las violaciones de los derechos y los golpes de estado son cuestiones únicamente achacables a “la derecha” pero cuando los “revolucionarios” los llevan a cabo, la aprobación o la permisividad es unánime. Es la hipocresía de la realpolitik que demuestra que la Guerra Fría únicamente se calentó un poco, pero sigue instalada en la mente, en el corazón y en el actuar de los vividores generadores de conflictos. La justicia que tanto imploran y exigen les importa un carajo. Las normas únicamente sirven para que las respeten otros y la violencia, aunque sea de bajo perfil, sigue siendo el modo preferido de actuar, con el acompañamiento, ¡cómo no!, de ciertos “actores internacionales” que enmierdan el peor espectáculo político de la era moderna. Difícil avanzar en una sociedad permisiva que se pasea por las normas vigentes -o lo permite- y las adapta a las circunstancias del momento bajo el criterio flexible del todopoderoso gobernante, postulado defendido por revolucionarios, pero también por majaderos nacionales de distinta tendencia que en ocasiones pierden la oportunidad de mantener un silencio edificante.
Saben, porque la historia lo demuestra, que si resisten pueden usurpar el poder por años. El régimen asesino y criminal de los Castro, de al Assad o de los coreanos del norte lo demuestra. La comunidad internacional es tan hipócrita, cobarde y permisiva que no levantará un dedo para señalar al violador de la ley, porque entre ellos hay muchos iguales. Los ciudadanos, para mientras, abandonan la gestión administrativa en manos de esa calaña política que se aviene a conservar el poder a toda costa y beneficiar a sus allegados, quienes los votan y promueven. No he oído al parlamentario Colom que cerró las fronteras durante la crisis hondureña, a forzaron allá una comisión “de la verdad”, a la millonaria Kirchner hacer declaraciones como las que lanzó contra los “golpes” de Honduras y Paraguay, ni otros personajes que recurren a similares mamarrachadas, cando no babean acudiendo a la no toma de posesión o visitan al moribundo. Todos, por cierto, comprados con dinero del petróleo venezolano.
Como dijera un presentado de TV tiempo atrás: lo peor no es que te crean tonto, es que te lo digan en la cara a diario. Así las cosas, el ciudadano se relaja y disfruta, ¡total! vaselina hay en todas partes del mundo.

lunes, 7 de enero de 2013

De zombis y momias



Cuando no quede sitio en el infierno, los muertos caminarán sobre la Tierra.

La delicada salud del presidente Chávez se ha convertido en la perfecta excusa para llevar a cabo un golpe de estado en Venezuela, además de potenciar la imagen de “inmortalidad” de los dictadores. Recordemos la exposición de la momia de Lenin; la dilación de la muerte de Franco para hacerla coincidir con la fecha de la de Primo de Rivera; cómo Mao y Kim II Sung fueron momificados y cómo el zombi de Castro deambula por Cuba a modo de icono revolucionario (y asesino) perpetuo. Los dictadores se niegan a desaparecer de la escena del crimen. Se creen inmortales y su alter ego les impulsa al absurdo de permanecer eternamente en la mente de los ciudadanos que los soportaron y sufrieron por décadas. Saben que construyeron su “obra” sobre la base de la imposición, del miedo, de la destrucción o de múltiples asesinatos -siempre violentando la ley- y que con su muerte se les derrumbará el castillo de naipes que construyeron, aunque sus colaboradores y simpatizantes son quienes más conscientes están de todo eso, puesto que sobreviven al déspota y temen ir a la cárcel o incluso -como en otros tiempos- al destierro o ser físicamente eliminados. Se va el dictador, pero queda la morralla feroz que lucha por no ser arrastrada al fondo del abismo. Quizá por eso, en la antigüedad, enterraban al emperador o al faraón con todo su séquito, evitando así traiciones no deseadas.
Hugo Chávez no podrá ser investido el próximo día 10 y el entorno mafioso de su gobierno -Nicolás Maduro y Diosdado Cabello (golpista con Chávez en 1992)- decidirá que no es necesario declararlo ausente ni convocar nuevas elecciones puesto que “el pueblo” lo ha votado. Violentarán sencillamente la ley y continuarán con el gobierno de los hombres que es precisamente lo que pretendió cambiar la democracia (o la República) por el de leyes. Se pasearán de nuevo por el Estado de Derecho con el único propósito de perpetuarse en el poder, sobrevivir y seguir hundiendo al país, algo que remarcan todos los indicadores sociales y económicos. Se olvida, fácilmente, que Chávez, Castro u Ortega, son delincuentes palmarios y confesos. El venezolano es un golpista condenado que no cumplió su pena; el cubano un asesino notorio y el nicaragüense un violador. Todos criminales -al igual que otros- eternizados con el beneplácito de una chusma clientelar y manipulada. Ahora bien, si usted opta por trabajar en cualquiera de esos países (o en otros) deberá contar con antecedentes penales inmaculados y aportar, seguramente, algunas cartas de recomendación sobre su conducta ejemplar. Un despropósito que pareciera pasar desapercibido por la ciudadanía que acepta que ese tipo de funestos personajes sean siquiera candidatos, cuando no impuestos por el “democrático” monopartidismo.
Algunos parecen necesitar un siglo más (no bastó con el XX) para descubrir que ese tipo de regímenes termina destruyendo cualquier país a velocidad inimaginable. Quienes alaban los “logros” -cubanos o venezolanos- se niegan cobarde e inconsecuentemente a vivir en esos lugares, mientras los habitantes de allá luchan desesperadamente por salir sin éxito de un sistema opresor o son encarcelados por pretender exigir cualquier mínimo derecho humano que los dizques defensores de los mismos no se atreven a criticar. Todos, en definitiva, vividores de publicitar lo imposible y constatadamente inviable, certificando aquello de que la estupidez human es realmente lo único infinito en el universo. Lleno el infierno de impresentables y criminales, la Tierra pareciera comenzar a acogerlos con humano y piadoso beneplácito.