Describen los bochinches como “protestas
sociales”, cuando realmente son acciones de terrorismo y de criminalidad. Matan
o agreden a quien se le atraviese y distorsionan la realidad con el concurso de
ciertos medios, actores, ONG,s u organizaciones sociales, ecologistas,
campesinas. Impiden el desarrollo porque ellos son producto del subdesarrollo,
la incapacidad y las ideologías fracasadas. Buscan el rentismo político y
oenegístico y persiguen las donaciones como lobos. Les importa un carajo el
país, el progreso o superar la pobreza, porque entonces no tendrían sobre qué
justificar su miserable vida. Roban electricidad y la venden; invaden fincas, las
parcelan y alquilan; obligan a asistir a manifestaciones o cobran por ausencia;
persiguen a sus vecinos, los machetean cuando trabajan honradamente y asesinan
para culpar a otros.
Hace años se organizaron cobardemente
en grupos criminales y asesinaban en la ciudad o en el monte. Hoy siguen sin
tener huevos y dar la cara en un enfrentamiento directo, mientras animan a
otros con sus prédicas -como antes- para que “resistan” o “luchen”, mientras
ellos permanecen escondidos. Son los de costumbre que practican aquella forma gallina
y acomodada de vida. Ni vencieron, ni convencieron, pero fuerzan la lucha
sangrienta que es lo único que hacen bien. Cada vez se destapan más y engañan a
menos.
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