Panem
et circenses
La
agresión de que fue objeto la vicepresidenta es un hecho condenable, deleznable
y vil. No hay razón para agredir a nadie, salvo la legítima defensa y este no
es el caso. Incompresible que dos jóvenes -casi niñas por sus relatos abiertos
e infantiles- lancen cal a la señora Baldetti, aunque la afrenta del ataque no
debe centrarse en la personalidad sino en la persona, en el ser humano, para no
escapar de la esfera individual y magnificarse en la política.
Dicho
lo anterior como antesala de claridad, es preciso hacer otras consideraciones.
La primera es la indignación pública, algo que hay que reconocer pero criticar
al mismo tiempo. Si el ciudadano medio dedicara una milésima parte de atención -y
preocupación- hace años que deberíamos estar en la calle protestando por la
agresión a decenas de personas y el asesinato diario de entre 15 y 17. No es de
recibo la actitud efusivo-hipócrita de muchos que sancionan lo ocurrido (que es muy condenable), pero se abstraen con delitos
muchos mayores y significativos. Tampoco lo son las exclusivas declaraciones de
políticos y ciudadanos “notables” sobre un hecho lamentable y delictivo, cuando
se sustraen de su presencia y opinión en temas infinitamente más graves. Es
motivo de reflexión la “doble moral” que nos impide ver las cosas en su justa
medida. Del pesimismo extremo pasamos al optimismo radical, sin tener tiempo de
detenernos en el realismo entusiasta que analiza las cosas equilibrada y
objetivamente.
Sorprendentes
las inmediatas (casi fugaces) declaraciones del Ministro de Gobernación y del
propio Presidente identificando a los autores y promotores intelectuales del
hecho, señalando al instante a Karlos De León -“dirigente estudiantil USAC
(AEU), antiguo UCN y pistolero en fotos de facebook- y a LIDER, lo que revela
un sistema de inteligencia muy eficiente -para algunas cosas- o una
comparecencia mediática poco meditada que puede traer consecuencias
indeseables, como la reacción del partido político indicado o alguna querella
de los designados. Veremos como evolucionan los acontecimientos.
Esto
de lanzar cosas a los políticos no es nuevo ni exclusivo. El señor Bush sufrió
un intento de zapatazo, más contundente quizá por ser hombre, lo que tampoco
justifica el hecho. Cuando se actúa de esa forma, es preciso meditar sobre el
momento político-social nacional. Lo que tanto indigna ahora ocurre frecuentemente
en el interior. Terroristas disfrazados de manifestantes que asesinan a
soldados (Barillas); delincuentes que queman maquinaria o linchan a personas; “activistas” pagados que machetean a honrados ciudadanos que va a trabajar porque
se oponen a ciertas empresas, etc. Si las ordenes de aprehensión y captura se cumplieran
en su momento, es posible que habría un mejor clima de certeza jurídica y de
que las acciones tienen consecuencia. En esos casos citados (y muchos otros), la
transa -política o judicial-, el pacto, la negociación y los intereses de
grupos estuvieron por encima de la justicia y, a la larga, el reflejo se
proyecta en otros escenarios. Quizá este sea uno de ello.
La
lección a aprender es trascendente. Hay que asegurar el cumplimiento de la
leyes, sin importar dónde ni a quienes. La seguridad esta mal y ni decenas de
guardaespaldas libran de agresión ¿qué será de quienes no tienen ninguno o
donde no hay PNC? Por último, pasar la noche en un hospital del IGSS hubiese
sido un buen ejemplo de coherencia política. Estamos mal y cerca de violencia
más extrema. Si cada crisis es una oportunidad, ¿será que con esta aprenderemos
algo?
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