“La crisis se produce cuando lo viejo no acaba de
morir y lo nuevo no acaba de nacer”
La
convocatoria a elecciones generales ha hecho aflorar ese desmesurado optimismo
nacional que opaca la realidad -en ocasiones incluso la razón- y recuperado
frases manidas como esa de: “que sea una fiesta electoral”. El festín de la party lo disfrutan políticos y su círculo de
mercenarios. Los acarreados, tras dura jornada de viaje, entregan su voto por
un entremés, una camiseta del color del partido o una gorra e hipotecan su
dignidad por otros cuatro años. El corrupto sistema hace que quien opere en él
tenga que someterse a una mafia mercantilista, por eso da igual quien llegue.
No hay preocupación por el interés común, por el “bien común” que predican.
Prevalece únicamente el interés de delincuentes que venden sucedáneos de
esperanza, trabajo, salud o desarrollo, cuando no de “justicia social”. Los políticos no son la solución, más
bien el problema a resolver.
El
gobierno de la UNE fue uno de los mayores desastres de la democracia moderna. La
gobernanta de facto (Sandra Torres),
tras dilapidar cientos de millones en clientelares proyectos como aquel de la
bolsa solidaria, conspiró y hasta se divorció de su esposo, para perpetuarse en
el poder. Otto Pérez y Rosana Baldetti continuaron el engaño con fórmulas como
la de “mano dura” que se tradujo realmente en mano hábil para promover la
corrupción, alimentar el endeudamiento y enredarse con el narcotráfico y el
lavado de dinero. El aspirante Baldizón -escindido de la UNE- conformó
una compleja organización para cooptar información, presionar y amedrentar, y
se alió con el oficialismo colaborando a que se aprobara el presupuesto o
designaran jueces afines a los intereses de ambos. Su alarmante perfil
psicológico, publicado en infolatam.com
sobre un informe especializado de
inteligencia, lo describe
como un narcisista, manipulador y amoral (entre otras patologías). Embarran el escenario, dos
alcaldes -Escobar y Coro-, el tránsfuga Presidente del Congreso -Rabbe- y un
secretario gubernamental (entre otros), los primeros migran a LIDER y el cuarto
ocupa la candidatura vicepresidencial de la UNE, incoherencias ideológicas reveladoras
de que los “principios que decían defender” les importaban un pepino y que lo
único que persiguen es seguir medrando (como Medrano) en un sistema que los
enriquece y empodera, mientras el subdesarrollo, el hambre y la criminalidad,
entre otros males, aumentan aceleradamente.
Cuando
la situación está podrida -como la que vivimos-, es preciso tomar decisiones
contundentes por parte de los propietarios de poder: los ciudadanos ¡Estamos a
tiempo, pero en el límite!, así que acudir a una elección, tal como se ha hecho
hasta ahora, es repetir la estupidez humana, calificativo para quien espera obtener
resultados diferentes haciendo lo mismo. En estas condiciones límite, especialmente
cuando el “menos malo no existe”, es preciso exigir que se incluya en la
papeleta del voto una casilla que diga “NADIE”. El ciudadano, en el ejercicio de su libertad, tiene
derecho a no votar por una lista cerrada repleta de corruptos y decir que no
desea a ninguno ¡No más selección; por una vez elección!
Las
manifestaciones pueden ser un canto agónico o el inicio de un despertar.
Idéntica situación vivieron ciudadanos de Venezuela, Ecuador, Nicaragua o
Argentina y hoy se lamentan profundamente del populismo que los condena.
Exijamos un cambio profundo o traguémonos deshonrosamente alguna estrofa del
himno que muchos llevan entonando por años. No soy guatemalteco “de origen”
pero me duele el país en el alma.
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