En la vida todo está
continuamente en evolución (Ludwig von Mises)
La adaptación de los seres vivos a las cambiantes
circunstancias del entorno sustenta y prueba, hasta la fecha, la teoría de
Darwin sobre la evolución de las especies. Algo así ocurre en la política nacional
en general y en el Poder Legislativo en particular.
El Congreso ha sido tradicionalmente el peor foco de
corrupción en este país. Fondos rotativos gastados arbitrariamente, costosos viajes
sin otro fin que no sea el placer de quienes los hacían y, evidentemente, con
nula repercusión nacional, “ahorros” perdidos en “inversiones” fraudulentas o
gastados a capricho de la junta directiva, plazas fantasma y sueldos descomunales
de empleados públicos, obras concedidas a ciertos diputados por mercadeo
interno que engrosaron las cuentas bancarias de ONG,s o de constructoras de
ellos mismos o de sus amigos, y un etcétera demasiado amplio de relatar pero
suficientemente conocido.
El rechazo social a la acostumbrada forma de hacer política,
manifestado en esta revolución del siglo XXI, pone al Legislativo en la picota
y entre las cuerdas. A partir de ahora, aunque tomará su tiempo y será
progresivo, todo ese andamiaje de corruptela tenderá a desvanecerse. La forma
acostumbrada de hacer política y de aquellos que la hacen, tiene los días
contados y quien no se adapte a los nuevos y exigentes parámetros está descartado
para seguir contando con el título postizo -y muy frecuentemente deshonrado- de
“honorable”.
De momento, el clamor por “depurar el Congreso”, se
materializa en una veintena de diputados pendientes de que se les levante el
antejuicio para ser procesados o decida el TSE si pueden ocupar su curul. El
Parlamento está descalificado por el ciudadano y eso que únicamente se conocen unos
pocos casos. La desbandada hacía la “bancada independiente” y consiguiente ruptura
con el partido al que pertenecían, comenzó hace una semanas y hasta se ha
creado una “nueva” opción: PODEMOS, lo que no facilita los cosas a quienes se
sienten acorralados por la justicia y la ciudadanía al querer mutar falsamente
a otro partido similar a los que se han venido denunciando.
La gente joven, principales hacedores de todo lo que ocurre,
no está dispuesta por más tiempo a que dinosaurios tradicionales de la vida
política sigan moviendo a su capricho y desde bambalinas los hilos del país, manipulando
Comunidades, Municipios y Departamentos en la dirección que más conviene a sus turbios
intereses. Esos personajes de apellidos renombrados -incluidos normalmente en
los listados de los partidos que querían alcanzar el poder- serán, a partir de
ahora, nombres apestosos de los que huirán quienes deseen hacer política seria.
A ellos se les acabó el turno; a nosotros la paciencia.
Dejaremos de escuchar de los políticos de siempre, quienes
posiblemente se reiteren en silencio con lo acumulado a la fecha o trabajen -¡por
fin!- en alguna actividad productiva, no sin estar temerosos cada minuto del día
de que llamen a su puerta con una orden de cateo o de arresto. Final y
felizmente, la mafia imperante en el seno del Legislativo desaparecerá o se
transformará. Habrá un pulso con el gobierno, tal como ocurrió en la época de
Serrano y de León Carpio, pero si a la tercera no va la vencida es que no hemos
aprendido lo suficiente.
Darwin tenía mucha razón. Incluso en la política su teoría
se ha visto refrendada. Evolucionar o desaparecer, dos opciones que le quedan
en este país al Poder Legislativo y a muchos de los mafiosos personajes que lo
integran ¡Esto avanza a buena velocidad!
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