“Los sindicatos parecen ser un concepto
anticuado en la economía actual”
Los pactos colectivos y la solicitud de
lesividad, hecha por la PGN, del suscrito en el Congreso, ha destapado la olla
del chantaje y la corrupción más descarados ¿Qué hacer con todos esos acuerdos?
La solución no se vislumbra fácil y anularlos -o declararlos perniciosos- no debería
de ser la única medida viable. Es preciso, al menos, diferenciar dos bloques y
buscar distintas soluciones.
Uno de ellos, son pactos fuera de lugar con
un costo colosal imposible atender. El del Congreso es el mejor referente, por
los desproporcionados salarios y beneficios que asignan a ujieres, secretarias
y otros. Tal como ese, seguramente hay más y la única medida posible es la
denuncia y su inmediata recisión. No se puede tolerar ese abuso ni hablar de
renegociación. Sin embargo, la mayoría de convenios no responden a ese esquema
demencial, aunque contengan clausulas que provocan rechazo.
El otro, es ese conjunto mayoritario de
acuerdos que en relación con su contenido podría dividirse en tres partes. La
primera incluiría los incrementos salariales bajo diversas denominaciones: bono
extra, de feria, escolar, productividad, antiestrés y otros similares. La
segunda, aglutinaría los privilegios referidos a días de vacaciones: anuales, por
matrimonio, defunción de familiar, asuntos propios, fiestas, etc., y las ventajas
para heredar plazas o conservar las mismas. Una última, abarcaría los privilegios
asignados a la dirigencia sindical: vehículos, computadoras, combustible, dinero
para actividades, liberación del trabajo, etc.
Buscar una necesaria e improrrogable
solución, antes de declararlos lesivos, podría pasar por sumar todas las
ventajas salariales de los trabajadores y dividirlas entre los 12 meses, incrementando
el salario mensual que ahora reciben. Así, por ejemplo, un maestro que perciba
Q3,500 mensuales más todos esos bonos discrecionales, una vez hecho el ajuste propuesto
y dividida la cantidad entre los meses del año, podría recibir (por ejemplo) Q4,200/mes.
Con ello, no se afecta a los trabajadores quienes verían mejorada su paga
mensual, tributarían por ella y se descartarían otros beneficios económicos arbitrarios
que no fueran las dos pagas anuales extras: junio y diciembre.
Las vacaciones y ventajas en los puestos
de trabajo, mientras no representen un abuso manifiesto -que lo hay en algunos
casos- sería un tema a negociar. El horario de trabajo abarcaría las ocho horas
reglamentarias para todos los puestos de la administración pública y no sería
unilateralmente negociado.
Finalmente, las prerrogativas de la
dirigencia deberían ser automáticamente rechazadas por razones de justicia al
no representar un beneficio general sino un paquete de privilegios de quienes
negocian y/o dirigen, lo que no tiene cabida en una sociedad que promulga
"equidad e igualdad ".
Ello terminaría con ese cúmulo de pactos
improcedentes que han puesto al país de rodillas por acuerdos entre políticos inescrupulosos
y extorsionadores profesionales. A partir de ahí, se acabaron las negociaciones
salvo las que sirvan para debatir la subida salarial anual, si procede. No más vehículos,
computadoras, casas, oficinas pagadas por tributarios ni cuestiones similares. Seguramente
la dirigencia sindical no estaría de acuerdo pero ha sido ella la que ha
llevado al sector a la destrucción, a la miseria y se ha hundido con el escándalo.
Quizá sea tiempo de un relevo y de reorientar los principios sindicales.
De momento la reacción sindical ha sido
proponer una desorbitante subida salarial para los Diputados, así “mal de
muchos, consuelo de tontos” ¡Divinos ellos!
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