Un líder es
un negociador de esperanzas (Napoleón)
El Presidente en funciones del BANGUAT reconoció
desaceleración económica en el país. Unido a lo anterior, el informe de dicho
banco sobre la confianza empresarial para el semestre venidero aclara que se ha
perdido la credibilidad y eso incide en el cálculo económico al no poder predecir
actuaciones que permitan planificar con suficiente garantía.
El país se ha manejado históricamente en un circulo
vicioso, del que todos hemos formado parte. Un empresario -restaurante, hotel o
exportador- que compra fruta, carne, café o palos de escoba, por poner varios
ejemplos, acude, normalmente, a un intermediario que le consigue dichos productos
en proveedores menores o detallistas, a quienes los adquiere sin factura porque
aquellos no están dados de alta en la SAT. Una vez la mercancía en su poder, la
traslada, formalizando la venta, al comprador final que los ofrece en su negocio
o exporta.
En el proceso hay dos partes diferenciadas. La
primera, no genera factura ni paga impuestos porque los proveedores están en la
economía informal producto, en parte, del elevado costo de formalizarse. La
segunda -en la legalidad- contribuye a la SAT con lo que corresponde en ley.
Hay un punto de ruptura: el paso a la formalidad y la imposibilidad de
justificarlo documentalmente porque no se recibieron facturas de quienes
vendieron a granel. La factura especial palió el problema, pero también activó
la picaresca.
La informalidad ha sido por años el punto débil del
sistema fiscal, y los sucesivos gobiernos no han hecho absolutamente nada por
arreglarlo ya que supone un altísimo costo electoral, fuerte rechazo social y promovería
acciones que seguramente se tornarían violentas. Por su parte, a las empresas
no les queda de otra que operar “como es normal”, forma permita por el poder
político, aceptada por el judicial y promovida entre los ciudadanos. Vaya usted
si no a un mercado o a la terminal y verá mover diariamente millones sin una
sola factura que los sustente ni la SAT que se preocupe por atajarlo. Tiene dos
opciones: no comprar y quedarse sin el producto o adquirirlo sin factura y
cometer un “ilícito”. Lo trascendente es que todos hemos comprado ahí y nadie
cuestiona el sistema porque además no hay otra alternativa.
La confrontación actual obedece, en parte, a una SAT
que quiere llegar a sus metas recaudatorias porque de lo contrario la ley saca
al superintendente y ese incentivo perverso -que habría que suprimir- lo hace
actuar agresivamente para “permanecer en el cargo”. De otra, empresariados honestos
que no confían en una institución que ha demostrado su ineficiencia e
institucionalizado los apaños, razón por la que dos exsuperintendentes están en
prisión, y otros deshonestos, mañosos y aprovechados.
Hay que sentarse a buscar soluciones sin más presión
que hacer bien las cosas. Mediar, debería haber sido el papel que asumiera el
Presidente Morales. Sin embargo, lejos de entender con claridad el circulo
vicioso descrito, y su impacto social y económico, justifica en redes cómo
“trabaja arduamente” o se dedica a repartir pupitres o medicinas donadas,
cuando no marca marcialmente el paso. De ahí la percepción de reprobación de su
gestión, cuyas encuestas fueron publicadas en este medio.
Se requiere liderazgo para hacer converger intereses
y no quedarse tras las candilejas teatrales sin haber aprendido el guión. Esa pugna,
entre recaudador y contribuyentes, no sirve para alcanzar los objetivos de
saneamiento nacional ni promueve el crecimiento necesario, pero no nos
engañemos: todos somos culpables.
¡Seamos sensatos y actuemos racionalmente!
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