La dictadura venezolana -remedo de la cubana- sigue en su pretensión
expansionista
La lentitud en el conteo
de votos en Honduras ha generado violentas
manifestaciones internas y múltiples especulaciones sobre fraude
electoral. Pero de
quedarnos ahí, en lo coyuntural, se corre el riesgo
de no visualizar el complejo fondo del problema.
El nuevo siglo y los acontecimientos que trajo -fundamentalmente
los atentados de 2001 en
Nueva York- concentró la
atención de la política exterior USA en Oriente Medio: Irán, Irak, Afganistán y
Siria, fundamentalmente, aunque no de forma exclusiva.
Además, la poco afortunada política exterior de la administración Obama, la consolidación de Putin en Rusia y la habitual indecisión europea,
hicieron que el liderazgo internacional -desde la visión realista de las relaciones internacionales- se reordenara, situando a la cabeza a Rusia y China más que a USA o a la tradicionalmente alejada UE.
Irán penetró hábilmente en
América Latina y, muerto Chávez, fue sustituido por Rusia y de distinta forma por China, ambas, ante el defaut
económico de la petrolera venezolana
PDVSA, acudieron inmediatamente
en su auxilio. China sustituyó a Taiwán en Costa Rica -regaló
el estado de fútbol
valorado en US100 millones- y recientemente en Panamá que recibe el 71% del total de las inversiones
centroamericanas. Colocó
una inmensa cantidad de dinero en el canal de
Nicaragua, coqueteó con Honduras y El Salvador y de
haber llegado al poder Baldizón tendría alta presencia en Guatemala. Rusia, por su parte, equipo militarmente a Venezuela y dotó de 50 tanques T72 a
Nicaragua, además de instalar en dicho territorio una
estación satelital. En otros países de la región beca a cualquier cantidad de estudiantes en más de 500
carreras de forma que en una década los egresados rusos que laboren en
Centroamérica superarán seguramente
el total de graduados en otros países.
La dictadura venezolana -remedo de la cubana- sigue en su pretensión expansionista:
Nicaragua y El Salvador están “bajo su esfera”, en Honduras
se intentó con Zelaya -de ahí la situación que ahora se vive- y en Guatemala siguen los
acercamientos iniciados con la UNE y mantenidos por personajes como Pablo
Monsanto, además de otros afines al régimen autoritario. Colombia, por su
parte, contribuye al tablero de ajedrez como un peón que llega al final -a pesar del rechazo en referéndum
del acuerdo de paz diseñado en Cuba- y se convierte
en pieza clave para proseguir la penetración a través de la FARC como fuerza política.
La Guerra Fría, cuando dos ideología se confrontaban con misiles, ha mutado
a La Guerra Mediática en la
que se usan las redes sociales, “la democracia”, la “paz” y conceptos que
llegan más al ciudadano medio. El papel de Rusia en procesos electorales como el norteamericano o el intento de independentismo
catalán, además de los hacker detectados en China, lo corroboran.
Está en proceso, sin advertirlo, una sórdida batalla producto de la penetración en América Latina
de esas grandes potencias y seguramente
de la reacción USA que ve una amenaza, no ya de armas nucleares sino de promoción del crimen
organizado, mafias, lavado de dinero y sobre todo la probabilidad de utilizar
esos vectores para facilitar al terrorismo islámico radical alcanzar las fronteras norteamericanas.
El problema en Honduras no
es el recuento de votos sino quién se queda y porqué. Zelaya
intentó un burdo golpe de estado para reelegirse y la respuesta de la oposición
-poco creativa- ha sido casi
idéntica, lo que deslegitima el resultado cualquiera que sea y evidencia más claramente que en el tablero
de ajedrez pelean, como siempre ha sido, extrañas
piezas que nadie colocó allí
al inicio de la partida.
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