lunes, 3 de diciembre de 2018

¿Qué puñetas queremos?


Refutamos a los políticos sin advertir que los elegimos y vitoreábamos con la playera del partido

Indolentes y exculpatorios permanentes de conductas propias, así nos podríamos definir sin muchos errores. Nos disgusta lo que sale mal -digno de alabar- pero quizá nos distingue que asumimos poco la responsabilidad de nuestros actos y nos falta una buena dosis de autocrítica. Buscamos culpables para casi todo y evitamos vernos reflejados en negatividades cuyo adeudo solemos endilgar a otros.
La CICIG tiene la culpa de nuestros males, pero fuimos nosotros quienes votamos a instituciones y gobiernos integrados por delincuentes ahora evidenciados, y permitimos que por años se estableciera un régimen de corrupción y chantaje que asombra y anestesia al ser descubierto. Señalamos a algunos de “limpieza social”, sin advertir que afanosamente se ha pedido la pena de muerte porque, en el fondo, huimos debatir ese tema y deseamos realmente que muchos indeseables desaparezcan, aunque no siempre lo admitimos. Criticamos, atacamos y condenamos a la prensa porque expone noticias de infames realidades y como no gustamos de evidencias, pretendemos reescribir la historia apetecida desde un virtual “Ministerio de la Verdad”, porque no aceptamos ser señalados. Toleramos o condenamos, según nos interese o afecte, pero sin que la objetividad forme parte en la ecuación del análisis. Si es de izquierdas, rechaza aquella intervención del 54 descrita por el premio Nobel guatemalteco en “Week-end en Guatemala”; si los hechos del 44 le parecieron ignominiosos, se alegra de que los USA vinieran a socorrernos. Perdonamos o reprobamos con el corazón, aunque la esencia de los hechos -la intervención- resulte idéntica. Odiamos a Todd Robison porque lo enviaron los demócratas pero también rechazamos al embajador Arreaga aunque lo nombró una administración republicana ¿Qué carajo queremos?
Refutamos a los políticos sin advertir que los elegimos y vitoreábamos con la playera del partido -una diferente en cada mitin- mientras se hace fila para recibir el menú veintepesero que ofrecen por acudir sumisamente a una explanada y esperar el helicóptero del “futuro presidente”. Señalamos a Ríos Montt de genocidio cuando tenemos medio país sumido en el subdesarrollo sin conmovernos mínimamente por los niños que mueren por hambre -¡si, de hambre!- o son objeto de agresión sexual y física. Culpamos a los maestros de nuestros hijos sin pensar si como padres animamos y acompañamos en su educación. La comunidad internacional lo mismo nos “saca” de problemas con ONG,s cooperantes en pro del desarrollo que nos hunden en la miseria promoviendo a través de aquellas vectores de conflictividad. Culpamos a “empresarios oligarcas” de que exista una enorme desigualdad, pero eludimos hablar de pobreza y desarrollo mientras buscamos amigos y oportunidades -que no méritos- para ser favorecidos y permanecer en el percentil más acomodado. Señalamos a los “neoliberales” de capturar el Estado promoviendo las libertades individuales y proponemos como solución un socialismo que ha demostrado no funcionar. Gruñimos porque la justicia está contaminada y es servil, pero la cuestionamos cuando condena a falsos y manipuladores “lideres sociales” porque “son amigos” y no gustamos de que se toquen. Deseamos desarrollo y energía mientras aplaudimos protestas sociales de grupos mafiosos y criminales que impiden que eso ocurra.
Y es que tranquilizamos e insensibilizamos diariamente nuestra conciencia y nos vamos a dormir pensando haber acabado con el problema, hasta que despertamos al día siguiente ¡Qué error más grande no planificar el futuro!  Alicia preguntó: ¿qué camino debo tomar? y el conejo le contestó: si no sabes a donde quieres ir, cualquier camino es bueno. Definitivamente, no queremos escapar de nuestro propio cuento,  y siempre el dinosaurio está ahí. Nos quejamos de los 500 años de conquista, pero llevamos 200 de independencia, ¿y…?

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