El tribunal perdió una excelente oportunidad para censurar lo que está muy mal hecho y no debe consentirse
La absolución dictada por el tribunal que juzgó al hijo y al hermano del Presidente Morales, por fraude y lavado de dinero, ha generado reacciones contrapuestas. No voy a centrarme en un tema judicial, sujeto de apelación y diversos recursos, que generará seguramente muchos más comentarios. Quiero analizar algunas declaraciones y actitudes que considero debe ser el aprendizaje a extraerse de esta acción de la justicia en modo especial.
Llama la atención la afirmación de Juan Manuel Morales -hijo del Presidente- cuando dice que en este país hay un 60% de economía informal sin facturas y se las pide al otro 40%; qué eso es lo normal y la forma de proceder de “todos”. Esa declaración no es muy diferente de aquella otra de su papá, el Presidente, durante una entrevista en 2017: ”la corrupción es normal”. Tampoco lo es del ejemplo que le da su tío Sammy, al facilitarle facturas de su empresa sabiendo que las iba a utilizar para menesteres distintos al propósito del negocio a que correspondían. Es decir, apoyó, promovió y alentó un engaño, y esta fue la educación y los principios -la moraleja- que transmitió al sobrino adolescente: "no importa mijo, esto se puede hacer por razones económicas, comerciales, de ayuda o incluso altruista, porque no está mal”. Muy equivocado en su actuar el señor Sammy Morales y, sobre todo, irresponsable y mal preceptor de un joven al que debería haber guiado sobre sólidos valores y principios.
Es aquí, justamente, donde me quiero centrar en este asunto. No me importa tanto si el valor de lo defraudado es bajo o insignificante, si son parientes del Presidente, si la pena que se pedía era mucha o poca o la absolución justa o no. Es habitual en los casos judiciales conocidos, encontrar en sus protagonistas una visible ausencia de actitud y comportamiento éticos, por tanto indecente. Pareciera ser que en ciertos contratos, negocios, intercambios, actuaciones de servidores públicos y, en general, en la sociedad, el pillo, el chispudo, el fraudulento, el deshonesto, el inmoral, el pícaro, tienen espacios reservados en la dinámica nacional, y así es enormemente difícil predicar con el ejemplo ¿Cómo educar a las generaciones venideras que ven ese tipo de conductas normales y la forma correcta de progresar económica y socialmente? ¿Cuántos papás educan con el ejemplo de la familia Morales?
El tribunal perdió una excelente oportunidad para decirle al MP que la solicitud de condena era probablemente muy alta, pero también para censurar lo que está muy mal hecho y no debe consentirse, tal y como en solitario manifestó la presidenta y reflejará, probablemente, en su voto disidente.
Se pagan coimas, se acepta la coacción, se promueve el chantaje, hay enriquecimiento con plazas fantasmas, nos conducimos fuera de marcos estándares de valores…, pero proclamamos con frecuencia estar a favor de la lucha contra la corrupción y querer un mejor país, aunque en demasía, practicamos antivalores que nos conducen invariablemente al otro extremo de la prédica ¡Eso, sencillamente, es inaceptable!
Da igual quién investigue o juzgue; quién sea Presidente o Diputado; no importa si la comunidad internacional nos ayuda o qué ONG colabore. Somos nosotros quienes debemos cambiar y arrinconar definitivamente la inmoralidad porque no veo generaciones futuras renovando el país con esta educación anómala que muchos promueven, y que incide en quienes debemos confrontar a nuestros hijos y actuar contracorriente.
¡Incompleta lección de la justicia! Una oportunidad perdida para hacernos reflexionar desde las instituciones, quizá porque no hay realmente mucha voluntad de cambio ¡Apañados vamos!