lunes, 21 de octubre de 2019

Entre México y Puerto Rico

De lo que poco se habla es del contenido machista, violento y sexualmente denigrante de las letras de sus canciones

Casi sesenta años separan a don Chente (Vicente Fernández) de Benito Antonio (Bad Bunny) y, en ese amplio intervalo generacional, nacieron el Potrillo (Alejandro Fernández) y el Sol de México (Luis Miguel). A pesar de la diferencia de edad entre ellos, pregonan lo mismo y son amplia y calurosamente aplaudidos por exaltadas multitudes. Frases como: “Te mire, estabas tan bonita tan sensual”; “Al ras de tu escote, tu lunar, Ayyy hay amor”; “Porque quieras o no, yo soy tu dueño; “Te vas porque yo quiero que te vayas”; “No hay mujer en este mundo que pueda resistirse a los detalles”; Tiene un culito ahí que le acabó de textear”; “Ella es una diabla, bla-bla-bla o “Se trasforma en la cama, ma-ma-ma”, forman parte de sus canciones ¡No de todas afortunadamente!
Visten el ceñido traje típico mexicano -con o sin pistola al cinto, pero siempre con sombrero-, se presentan con elegancia formal -como Luisito- más propia de los años 40 que del siglo XXI, o con vestimenta casual del conejo malo, aunque guste de Gucci. Los más veteranos entonan gorgoritos melódicos, empalagosos, fuertes y entonados, pero también se oye el “yeh, yeh, yeh” que usa hasta el empacho el más joven de ellos. Son aplaudidos por multitud de hombres y mujeres alrededor del mundo que corean las letras de sus sones y no hay grupo etario que no esté representada en sus conciertos, además de despertar sorprendente fogosidad, generalmente femenina. Y es que hay cosas que permanecen en el tiempo y apenas cambian, porque el fondo continúa idéntico.
No se habla del contenido machista, violento y sexualmente denigrante de algunas letras de sus canciones y se consiente pasivamente porque pareciera ser políticamente incorrecto criticar el arte canoro -histórico, tradicional o moderno- de esos hombretones. El control sobre la mujer, el menosprecio y el uso -y abuso- sexual, se muestran implícita y explícitamente en coplas que pasean por escenarios mundiales mientras los asistentes gritan enardecidos o tararean la tonada, sin percibir que, en definitiva, contribuyen a una especie de linchamiento musical. 
No veo en redes -¡no me culpen de ello!- una mínima crítica de esas actitudes de hoy, de ayer y de siempre, que se siguen promoviendo sin importar la edad, el estrato social o el género. En estas cuestiones todos estamos más o menos igual, pero de jodidos. Los movimientos feministas y otros grupos ruidosos por cualquier cosa -excepto Paquita la del Barrio que salió igual de ofensiva- callan o bajan la voz porque guardar silencio es más conveniente, cómodo y evita confrontaciones. Me sorprende muy negativamente que jóvenes, educados en un entorno unisex, gusten de modas que presentan a la mujer de forma chabacana, utilitarista y ramplona, y entonen constantemente ciertas estrofas como poseídos ¿Entenderán el contenido? 
Tuve la mala suerte de soportar “a la fuerza” una intensa sesión de Bad Bunny -quizá el próximo Nobel de literatura- en la que comprendí lo de “bad” -lo de bunny me lo deben-, no solo por el ritmo monótono sino porque eso de “yeh” repetido después de: “Tú sabe' que eres mía, mía. Tú misma lo decías cuando yo te lo hacía”, me parece chanflón y grotesco. Por tanto, en cuanto pude cambié la emisora para escuchar: “Amigo qué te pasa, estás llorando. Seguro es por desdenes de mujeres. No hay golpe más mortal para los hombres. Que el llanto y el desprecio de esos seres”. 
Y es que puestos a maltratar, nada como lo clásico, lo de siempre, y con mariachis. No hay que perder el glamur, ¡antes muerto que sencillo!

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