lunes, 29 de marzo de 2021

La estrategia de seguridad norteamericana

Aplaudimos a quienes nos frenan y endulzan con millones de dólares y condenamos a los que usan la fuerza pública o tratados condicionantes

Curioso, pero desgastante, resulta escuchar opiniones en medios y redes sociales sobre la tan nombrada “fuerza de tarea anticorrupción” que supuestamente EE.UU. activará en Centroamérica, así como de las presumibles acciones que emprendería. Me atrevo a apostar -y quizá no pierda- que la mayoría de los opinantes no se han leído -ni saben que existe- la Interim National Security Strategic Guidance -marzo 2021-, guía que recoge la visión del presidente Biden sobre cómo EE.UU. se relacionará con el mundo, y que brinda a los distintos departamentos y agencias la orientación para alinear sus acciones. De haberla ojeado es posible que entendieran la finalidad -el estratégico para qué- más importante que las acciones que se podrán adoptar -el operativo cómo-.

En la introducción del documento, Mr. Biden señala, entres otras cosas y en inglés, lo siguiente: “Cuando invertimos en el desarrollo económico de los países, creamos nuevos mercados para nuestros productos y reducimos la probabilidad de inestabilidad, violencia y migraciones masivas. Cuando fortalecemos los sistemas de salud en todo el mundo, reducimos el riesgo de pandemias futuras que pueden amenazar a nuestra gente y nuestra economía.” Is it clear! El objetivo de invertir dinero -cooperación- es crear mercados útiles -para ellos- y reducir las migraciones masivas que les afectan. En ningún lugar de las dos páginas de la introducción, que son las que firma el presidente, se habla de corrupción.

Más adelante, en el apartado “Nuestras prioridades de seguridad nacional”, incluye una única cita a Centroamérica para referirse a la asistencia con USD 4,000 millones -durante 4 años- “y tomar otras medidas para abordar las causas fundamentales de la inseguridad humana y la migración irregular…”, orígenes que, según Biden, son la pobreza, la violencia criminal y la corrupción, agravadas por la pandemia. 

Por tanto, únicamente hay que enlazar las ideas plasmadas en el texto citado para comprender que invertirán su dinero en distintas áreas y proyectos con el fin de controlar, reducir y evitar lo que consideran un problemas de seguridad nacional: la migración masiva.

Mr. Biden hará -más inteligente y socialmente aceptado- lo mismo que hizo Mr. Trump, y han hecho el resto de los presidentes norteamericanos: frenar la migración masiva porque la consideran un problema de seguridad nacional. Sin embargo, algunos gustan más de la zanahoria -ayuda económica- que del palo -muro y border patrol- aunque el objetivo sea el mismo. Aplaudimos a quienes nos frenan y endulzan con millones de dólares y condenamos a los que usan la fuerza pública o tratados condicionantes, como muestra el envío de la guardia nacional mexicana a la frontera guatemalteca a cambio de vacunas contra la pandemia.

El discurso indirecto y sibilino -más demócrata que republicano- hace inferir que nos ayudarán a combatir la corrupción, lo que pone felices a quienes se reúnen periódicamente en la embajada USA a medrar, buscar fondos o hacer lobby. Parecen no entender -o quizá si lo hacen, pero lo callan- que la política exterior norteamericana responde a la política interna, es realista y, como especifíca el documento citado, pretende ampliar sus mercados y cortar la migración, aunque ciertos personajes quieran convencer de otras cosas que repiten sin cesar. En pocos años veremos lo mismo de siempre. Si de verdad la corrupción fuera el objetivo principal, deberían extraditar a Baldizón, Archila, Marroquín, etc., detener a la esposa de Angel González, no dar refugio a Mallory Chacon o haber procesado y no devuelto a México al general Cienfuegos. En todo caso, quienes prefieran seguir su lucha ideológica o no leer y dejarse convencer, también están en su derecho.


lunes, 22 de marzo de 2021

Los Miserables

Lo que no tiene calificativo es permitir que esos mamarrachos indecentes continúen al frente de instituciones públicas

En 1862, Víctor Hugo nos regalaba un novela cuyo título se ha repetido y adaptado a lo largo de la historia con las modificaciones propias del tiempo, pero con idéntica esencia. El francés presentaba una discusión sobre el bien y el mal, y criticaba la ley, la política, la ética, la justicia y la religión. 

En varios países se ha comprobado aquella frase de “si quieres conocer a alguien dale poder”, y en España, Argentina y Perú, por ejemplo, hemos visto como políticos, religiosos, militares o ciudadanos empoderados, se han saltado el orden establecido para vacunarse contra el COVID-19. En Guatemala, imitadores de lo malo que pasa por el mundo más que de las bondades, tampoco se ha hecho esperar tal despropósito. El presidente del Congreso se reservó una exclusiva habitación en el Centro médico militar cuando el virus se apoderó de él, ignorando y despreciando a miles de ciudadanos que padecíamos tal enfermedad y no podíamos utilizar dichas instalaciones. Dejó ver de que clase de cuero está hecho, no solamente por el uso indebido de los escasos recursos sanitarios, sino porque no pidió disculpas ni dimitió al finalizar el tratamiento selectivo y preferente que se otorgó, mientras el resto acudíamos a los centros habilitados -excepto a ese- y pagábamos la cuenta de nuestro bolsillo ¿Cuánta gente murió porque ese inmoral y miserable personaje ocupó un lugar que no le correspondía? Hobbes lo adelanto: ”El éxito hincha la vanidad, que es la pasión más peligrosa del hombre”.

Recientemente -imitando el comportamiento mezquino del diputado Rodríguez- el alcalde de Villa Canales es vacunado saltándose igualmente las trancas. El muy cara dura y ruin -y la ANAM que lo apoya- aduce que preside la clínica médica municipal ¡Claro, al igual que preside el resto de casi todo en el lugar!, por el cargo que ocupa. Tal presidencia no lo cualifica para poner vacunas, hacer chequeos médicos o diagnosticar a pacientes, así que no tiene ni debe estar en contacto con los mismos, que es la razón de la prioridad en la inmunización. 

Lo más triste es que seguramente no son los únicos miserables, y en los próximos días o meses otros irán saliendo en la medida que la vacuna llegue. Lo que no tiene calificativo es permitir que esos mamarrachos indecentes continúen al frente de instituciones públicas, mucho menos que no sean castigados con el rigor que merecen. Cada vacuna o cama de hospital que se utiliza, sin seguir el orden establecido, desplaza a alguien que puede morir. Considerar ese tipo de acciones -al menos- como homicidios involuntarios no debería tener mucha discusión jurídica, aunque parece que no damos trascendencia a tal comportamiento. Además, cuando el abuso del poder se hace desde un cargo público, la gravedad debiera castigarse más duramente.

Lamentable que permitamos esto y que la indignación ni siquiera se produzca cuando hay muertos de por medio, de ahí que otras cuestiones como el robo de recursos públicos, la corrupción, etc., no nos llamen tanto la atención, ni actuemos en consecuencia. Estamos podridos hasta el tuétano -socialmente hablando- y cada día que pasa y sube el nivel de tolerancia frente a estas cuestiones, perdemos la poca sensibilidad que nos va quedando. La ética no existe mayormente en esta sociedad, la ley está de adorno, la protesta ciudadana arrinconada en la mente y el abuso campa a sus anchas. 

Una sociedad que no se respeta a si misma no puede pedir respeto, y pareciera que los miserables cada vez son más, y más intensos.


lunes, 15 de marzo de 2021

Corrupción, corruptela y corruptos

Son buenos para señalar a los demás sin tener la mínima decencia ni honestidad intelectual de asumir la politización de esa casa de estudios 

Provoca pena y tristeza escuchar a algunos hablar de corruptos y de corrupción. Citan el famoso “pacto de corruptos”, manoseada frase que pretende promover un imaginario social en el que entra todo aquel que el receptor sea capaz de meter a sugerencia del emisor, pero sin comprometerse a nombrarlos. Una especie de tirada de piedra y escondida de mano. Quienes eligieron magistrados son corruptos; los elegidos (menos mis amigos, conocidos o apoyados) también lo son, y aquellos que nos cuestionamos el proceso, la ideologización y los intereses subyacentes -que nada tiene que ver con procurar justicia sino con mantener poder- también lo somos a los ojos de ese grupo de “filósofos” modernos ¡País repleto de corruptos!

Sin embargo, los que se llenan la boca de corrupción hacia los demás, han obviado y dejado de condenar clara, explícita, pública y contundentemente, la detención por diferentes delitos de dos rectores de la única -y por tanto monopólica- universidad estatal. Y es que “los del pueblo” -que tachan a muchos de corruptos- ignoran la viga que tienen en el ojo. Una quinta parte de los magistrados de la CC los nombran ellos y otra quinta parte los abogados mayormente egresados de sus aulas. Si sumamos corruptos, el 40% de la CC es nombrada por esos feroces críticos que miran hacia otro lado y no cuestionan -mucho menos proponen soluciones- sobre un sistema que es un auténtico nido de podredumbre en sus diferentes manifestaciones, la universitaria estatal una de ellas.

Son buenos para señalar a los demás sin tener la mínima decencia ni honestidad intelectual de asumir la politización de esa casa de estudios, por no entrar en las cuentas que no presentan o el presupuesto que despilfarran. La solución, si la quisieran, es sencilla -haya o no que modificar la constitución- y consiste en romper el monopolio concediendo el estatus de universidades estatales -similares a la USAC- a todos los centros regionales, con lo cual competerían por presupuesto, alumnos y calidad educativa y, además, que el Estado otorgue becas a los estudiantes, no a la universidad -subvención de la demanda y no de la oferta- para que cada uno invierta su dote económica en la universidad del país que estime mejor y de más calidad. En dos años, vaticino, cerrarían las instalaciones por falta de alumnos.

Pero, como tienen asegurada anualmente una importante cantidad de dinero y colocados en puestos claves a egresados, además de tener iniciativa de ley y otras prebendas, la USAC se ha convertido en un elemento de poder -que no de conocimiento ni enseñanza- en el que medran un sinfín de personajes que sencillamente les importa un bledo la calidad educativa universitaria, y mucho menos la juventud de este país. Eso cuando no otorgan títulos de doctorado a amiguetes sin que cumplan los requisitos mínimos: Baldizón, Gálvez, Moto y otros que irán saliendo.

Con ese modelo prefabricado para la corruptela,  seguiremos desprendiendo hedor en tanto no tengamos los bemoles para ser autocríticos y decir las cosas de frente y con la dureza que se requiere. Sin embargo, vaguear es más sencillo y rentable y a eso se dedican muchos de los que por allí zangolotean. Habrá que esperar a que se reactive la vida social tras el COVID para que vuelvan a cobrar  talacha, usen impunemente el pasamontaña, cobren en los parqueos o a la entrada y se queden con el dinero o, en el campus, vendan drogas, agredan sexualmente o se den ataques armados. Actividades “interciclos” entre las humillaciones anuales a estudiantes de primer ingreso. Mejor “id y cambiadlo todo”, que falta hace.

¿En manos de quienes estamos?

Una cifra menor al 1% de los ciudadanos de este país cuentan con dos de los cinco magistrados titulares y dos de los suplentes de la CC

El modelo de democracia representativa se sustenta en la elección de funcionarios que representen a sus electores. De esa cuenta, los votantes -que deberán ser los más posibles- eligen a diferentes delegados que serán quienes gestionen la vida pública en nombre de aquellos. Viene la reflexión a propósito del proceso de elección de magistrados a la CC, y a proponer un debate que se ha olvidado. Nos hemos fijado poco en lo méritos de los elegibles, demasiado en si la persona cae bien o mal o representa a uno y otro sector y nada en la filosofía indicada sobre el concepto de democracia representativa.

Hagamos cuentas. El Colegio de Abogados tiene aproximadamente 37,000 afiliados, lo que supone el 0.22% de la población de país y el 0.45% del padrón electoral. A esos insignificantes números representativos, agréguele que en las pasadas elecciones votaron alrededor de 8 mil abogados. La conclusión es que el 0.05% de la población -abogados colegiados- eligen a un magistrado titular de la CC que, teóricamente, “representa intereses”, pero dígame usted de quienes.

Siga un proceso similar en relación con la elección que hace el Consejo Superior Universitario y concluirá que aproximadamente el 0.8% de la población -universitarios de la única universidad estatal- elige a otro representante titular. Así que un grupo menor al 1% de los ciudadanos de este país cuenta con dos de los cinco magistrados titulares y dos de los suplentes de la CC ¡Ahora hábleme de representación, justicia electoral y otras cuestiones similares, pero antes de que me descojone!

Sobre los otros magistrados -los designados por el Presidente, el Congreso y la CSJ- podrán hacerse cuestionamientos, pero no referidos a la representatividad, porque son electos por colectivos que la tienen, aunque las formas, el modo o los procedimientos puedan ser discutidos, además de preguntarnos si deberían ser otros los electores o diferente el modelo.

Caemos, nuevamente, en algo que se debate poco: el sistema que no funciona. Seguimos pensando, contumazmente -tal y como se demuestra una vez tras otra- que las personas son esenciales en los modelos de gestión pública, cuando la experiencia demuestra que no. Un director probo al frente de una institución conseguirá seguramente buenos resultados incluso si aquella está corrompida, pero una institución con un buen diseño es posible que no pueda pervertirse por persona alguna. Ciertas teorías del institucionalismo así lo dibujan, solo hay que prestarles atención. Los ejemplos recientes en USA muestran justamente que las instituciones bien diseñadas, independientemente de las personas que lleguen a presidirlas, terminan siendo más eficaces que a la inversa.

Aquí, cabizbajos y desorientados -es decir, como siempre- perdemos el tiempo cada cuatro o cinco años en analizar a personas, como si la cabeza no nos diera para debatir sobre el diseño institucional que, a todas luces, no es representativo y, en este caso, concentra dos quintas partes del poder en el 1% de la población: abogados y USAC. Es evidente que la CC termina defendiendo derechos, exigencias o postulados de esos colectivos -o de quienes los manejan- que son los que finalmente ejercen ese poder constitucionalmente otorgado a una minoría que ni siquiera se representa a si misma. Estamos como estamos, porque somos como somos, y si no cambiamos seguiremos lamentándonos periódicamente por nuestra torpeza, incapacidad y desidia. 

Dicho eso -que seguramente no servirá para nada- continuaremos debatiendo si el fulano de tal, que elegirá el Presidente, o la zutana de cual, que designará la CSJ, nos caen bien o mal ¡Y es que, a diferencia de los aguacates, no maduramos ni con el tiempo ni con el calor!

lunes, 1 de marzo de 2021

Signos, símbolos y señales, pero nada

Este año se debería celebrar el 200 aniversario de la independencia. Uso el condicional porque no hay mucho que celebrar

Como grupo social no hay nada más que debamos padecer para aceptar la situación que sufrimos. No creo que se pueda encontrar un lugar en el mundo -ni quizá en la historia de la humanidad- en el que converja tal cantidad de presidentes huidos, condenados en USA, detenidos o bajo persecución penal. A ese “tigre”, único en su variedad, hay que sumarle como manchas dos rectores -de la única universidad estatal- perseguidos por la justicia. Y podríamos seguir con diputados, alcaldes, candidatos, jueces, narcotraficantes, familiares de muchos de ellos y otros pintorescos y llamativos personajes: Baldizón, Valladares, Estrada, Moto, etc. Póngale al genuino coctel una CSJ que cumplió hace más de un año su tiempo - aunque ahí sigue- y el de una CC que puede tomar el mismo camino. Fílmelo y titule el video “el fracaso perfecto”. 

Sin embargo, cada día nos levantamos y, con ciego y desenfrenado optimismo, emprendemos el camino saturado de tráfico y nos anestesiamos a la ida y al regreso, como una forma de huir de problemas que no queremos resolver al pensar que no son nuestros, y otros los culpables ¡Ahí está el error!

Este año se debería celebrar el 200 aniversario de la independencia. Uso el condicional porque no hay mucho que celebrar, más allá del fracaso social que hemos construido con ingredientes aportados por cada uno -no nos engañemos ni sigamos echando la culpa a los demás- unido a ese “miedo” que todo lo justifica y excluye de la acción -y consecuente responsabilidad- a quien lo esgrime. No se denuncia por “miedo”, no enfrentamos la situación adversa por “miedo” y no somos capaces de encarar a los malvados por “miedo”, así que desde ese privilegiado refugio dejamos que las cosas sucedan y siempre encontramos a quienes culpar: el G-13, CODECA, los empresarios, los políticos, el vecino, los gringos o cualquiera que en ese momento se nos cruce y sirva como excusa para justificar lo que como ciudadanos e individuos no hacemos, por “miedo”.

No se que tan difícil es aceptar que nadie vendrá a ayudarnos y que, por varias razones,  le importamos un soberano pimiento al mundo: somos un grupo social muy pequeño -insignificante- en relación con otros, advierten que no hacemos nada por ayudarnos, consumimos inútilmente la cooperación internacional,  elaboramos sistemas para apropiarnos del dinero público, y nos gusta zafarnos de las responsabilidades que tenemos como sociedad. Fuera de aquí, en cambio, las autoridades de otros grupos sociales se preocupan por sus ciudadanos y desdeñan a estos centroamericano-caribeños perdidos en la inmensidad de un mapa. Y cuando nos citan en redes sociales, y pensamos que somos relevantes, es porque hay intereses de ellos que se vulneran aquí, y evidentemente saltan sus alarmas ¿Entendió la situación real del país o necesita un médium y algo de meditación trascendental y profunda para comprenderlo?

Esta eterna primavera nos tiene alelados, y el abaratamiento de la telefonía celular nos ha llevado a estar perdiendo el tiempo en redes mientras leemos estupideces o contribuimos a que aquellas se difundan, cuando no las generamos. Dejamos lo importante -cambiar una sociedad sumamente disfuncional- por lo urgente: el tráfico, el fulano que persigue el MP o el costo de la vida. No nos interesa profundizar en nuestros errores porque somos soberbios y poco autocríticos, y nos molesta profundamente que alguien nos restriegue el fracaso que hemos permitido. Sin visible animo de cambio, nos preocuparemos más en saber el tiempo que hará en Semana Santa y olvidaremos que somos un auténtico desastre social, y únicos responsables de ello.