lunes, 31 de mayo de 2021

Drácula no era de Transilvania

La aprehensión, la prisión provisional y la exposición mediática de los capturados, deberían ser excepcionales

Nos detenemos o reducimos la velocidad ante un accidente porque nos gusta ver al muerto bien muertito, y hasta tomamos fotos. Quien sufre alguna desgracia económica suele ser sujeto de callada burla -incluso alegrón- porque en el fondo festejamos el fracaso de otros, sentimiento mucho más patente con nuestros enemigos personales, políticos o ideológicos. Un drácula tropical parece estar instalado en nuestra alma, y gusta de la sangre, independientemente de su procedencia.
Aún sin existir la prisión provisional, se ha terminado por diseñarla, asumirla y aplaudirla al mejor estilo de “El derecho penal del enemigo”, de Gunther Jacobs. El problema, al igual que el de su tesis, es que no hay un criterio aceptado generalmente sobre quien define al enemigo, así que se suele aplicar aquello de: “a mis amigos todo, para mis enemigos la ley”, y se pelea fieramente en redes cuando tocan “a los nuestros”. Sin embargo, con idéntico denuedo y justificación rechazamos lo mismo en el oponente ¡En esas condiciones, no hay país que debata seriamente una reforma judicial! Ya lo advirtió Borges: “Hay que tener cuidado al elegir a los enemigos porque uno termina pareciéndose a ellos."
Llevamos años perdidos en inútiles diatribas sin emprender las reformas judiciales que muchas entidades y expertos han puesto sobre la mesa. Estamos sobrediagnosticados, así que lo único por hacer es iniciar el cambio que nadie parece desear ni siquiera aquellos que dicen quererlo. El drácula caribeño nos habla al oído sobre cómo vengarnos en lugar de hacer justicia, que son cosas muy distintas, aunque demasiados las confundan. La primera genera rencor, ausente en la segunda, y refleja también profunda emoción y visceralidad, en lugar de la necesaria racionalidad basada en principios generales.
Casi el 50% de la población carcelaria del país son presos preventivos y provisionales sin que la justicia los haya declarado culpables, y no parecen importarles a muchos de los que se rasgan las vestiduras por casos específicos, mientras ignoran más de once mil. No pregonan cambios necesarios- que sería lo correcto- sino “justicia” para sus amigos, con esa capacidad dual de defender y condenar -al mismo tiempo- acciones similares ¡El Twitter todo lo aguanta; el descaro también!
La aprehensión, la prisión provisional y la exposición mediática de los capturados, deberían ser excepcionales las dos primeras y no utilizarse la última, tema éste que no se aborda porque fue costumbre y escándalo con el MP anterior y como este lo ha quitado cuesta darle el mérito ¡Así son de teatrales ! La tardanza de la justicia es otro elemento que sólo importa si el personaje es conocido porque de lo contrario se tolera o, todavía peor, se hace invisible porque poco importas si no eres conocido, popular, famoso o mediáticamente aupado por una pléyade de tuiteros.
¡Qué poco atendemos la historia! Es a Martin Niemöller a quien se le atribuye aquello de: “Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas guarde silencio, ya que no era comunista…”, y concluye: “Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar”. Ahora que tocaron ciertas fibras nos ofendemos e indignamos, sin darnos cuenta de que siempre hubo víctimas de este sistema y gente que actuó fuera de ley a la que aplaudimos y vitoreamos. Es más, algunos de los que promovieron aquello son ahora defensores de lo contrario.
Con la gazmoñería que nos caracteriza y el vasito de sangrita sin tequila cerca, nos aprestamos a seguir “debatiendo” las reformas judiciales ahora que nos hemos dados cuenta de las injusticias que consentimos y toleramos ¡Bueno, nunca es tarde!, para que no se enojen los optimistas enfermizos.

lunes, 24 de mayo de 2021

En carne propia

Aquella cultura de demostrar la inocencia en lugar de probar la culpabilidad, destrozo el poco Estado de Derecho que se presumía

El polemizado arresto del Sr. Solórzano Foppa promueve un importante debate silenciado hasta ese momento. El MP señaló -caso Política y Falsedad- a 15 personas de las que 7 fueron detenidas, tema soslayado en redes porque únicamente se habló de la detención del primero. La mayoría de los comentarios se centraron en el vehículo sin placas que intervino en el operativo, y se banalizó la acusación con “un fallecido incluido en el acta”, sin explicar que el señalamiento -por demostrar a la fecha- es por tres delitos, entre ellos asociación ilícita y falsedad ideológica.

CICIG/MP nos acostumbraron -en un país polarizado y alterado- a presentar públicamente a quienes acusaban, sin haber tenido un juicio previo ni hecho uso de su derecho de defensa. Entendían perfectamente que la opinión publicada hacía su parte de “justicia” y se cebaban inmisericordemente con aquellos que acusaban y “juzgaban” en el mismo acto. Los presuntos delincuentes, convertidos en “reos”, no tenían muchas salidas porque el “juicio mediático” concluía instantáneamente con su culpabilidad, y para mayor dramatismo se allanaban sus domicilios como procedimiento habitual y se enviaban a prisión preventiva con inusual diligencia. De 2017 a 2020 el número de presos preventivos se incrementó en un 42%, y la muchedumbre se regocijaba y aplaudía, sin que recuerde indignación de políticos norteamericanos, como ahora ocurre. 

Aquella cultura de tener que demostrar la inocencia en lugar de probar la culpabilidad, destrozo el poco Estado de Derecho que se presumía, y aunque sirvió para que mucho malandrín fuese condenado, se cometieron grandes errores que ahora pagamos con creces. El sistema ha hecho con esos 15 acusados lo de siempre: detenerlos sin citarlos y encarcelarlos sin considerar condiciones legales. Se ahorraron, en todo caso, el linchamiento público y mediático, porque este MP prescinde de aquel ludibrio procedimiento.

En época de CICIG, hubo casos que no se judicializaron porque podían extraditar ágilmente al detenido que solicitaban desde el norte, sirviendo deseos políticos pero saltando trancas judiciales “porque interesaba”. La justicia se usó como herramienta política y así nos luce ahora. Hicieron coincidir hábilmente tiempos políticos y jurídicos, y todo quedó embarrado. De aquellos vientos llegan estas tempestades porque el país no está preparado para debatir seriamente sobre un sistema de justicia objetivo. Cada grupo -o grupitos, porque hay demasiados- busca designar a sus amigos como jueces para que direccionen investigaciones o resuelvan clavos. La extrema izquierda sigue con el genocidio y el conflicto armado, mientras sus homólogos radicales de la derecha prefieren defender la impunidad de algunos mafiosos. En medio, muchos ciudadanos atrapados en esta sociedad emotiva apuestan más por la persona que por el proceso; por la justicia selectiva hacia quienes admiran o repudian que por aplicar la generalidad de la ley, y rivalizan en redes sociales con sus peculiares comentarios. 

En otra parte, un contubernio de “exiliados” que persigue imponer su agenda político-jurídico-ideológica, encontraron aliados en los Estados Unidos -al igual que hace unos años los hallaron otros- mientras aquí se lucha para que eso no ocurra, pero de similar manera a como lo hacen aquellos. Definitivamente no hay solución por esa vía impregnada de ideología que permea todo nuestro ser social.

Como ya peino canas -aunque no consigo vacunarme- observo y concluyo que tenemos incorporado el virus de nuestra propia destrucción. He aprendido a desoír a quienes proclaman que quieren justicia o dicen luchar por los DD.HH., porque lo que desean realmente es imponer su criterio, con o sin ayuda de los USA o de cierta cooperación que terminan normalmente siendo parte del problema y no de la solución.

lunes, 17 de mayo de 2021

Bukele, el pequeño dios

El ejecutivo salvadoreño tiene una mayoría de asambleístas que le permite tomar decisiones sin hablar con el resto de los partidos

Los aspavientos, el autoritarismo y el populismo de Bukele han sido puestos en evidencia por diversos medios y analistas alrededor del mundo. En contraste, también muchas personas han alabado sus particulares gestos, bajo el argumento de que “por fin alguien hace algo por el pueblo” y él se atrevió a hacerlo, entre otros elogios.

El mundo sigue dividido entre emocionales que gustan o justifican a los autoritarios -luego sufren las consecuencias y pasan años quejándose- y quienes prefieren utilizar la razón, el análisis y la historia para proponer un análisis crítico y sustentado de ese tipo de actitudes. Los más curiosos son aquellos que ni “chicha ni limoná”, quienes aprovechan la situación salvadoreña para intentar una especie de análisis comparativo con la guatemalteca y concluir -atrevida y alegremente- que somos idénticos ¡Bueno, pues no!

El ejecutivo salvadoreño tiene una mayoría de asambleístas que le permite tomar decisiones sin hablar con el resto de los partidos, no ocurre así en Guatemala donde hay que buscar los consensos necesarios porque el partido oficial tiene 17 diputados, muy alejado de la UNE que cuenta con 52 bronquistas que anda de pelea por el poder. Tampoco Giammattei ingresó al Congreso respaldado por militares ni se sentó en la silla presidencial, como si hizo el presidente vecino, denotando un autoritarismo temprano, ahora más avanzado. Además, los norteamericanos hablan con Guatemala -ya lo han hecho en varias ocasiones- algo que es imposible hacer con el ídolo vecino. 

La economía salvadoreña está dolarizada, eso no ocurre aquí, y el amarre con los USA pone en evidencia una baja y delicada capacidad de maniobra económico-financiera. La deuda pública salvadoreña es alrededor del 90% su PIB -con peligro de llegar o superar este año el 100%- lo que puede comprometer los préstamos a futuro y especialmente los pagos; aquí es de un 32%, escenario muy diferente con margen de acción distinto. Las remesas representan en El Salvador un 20% de su PIB, unos 8 puntos más que en Guatemala, y el análisis del FMI sobre perspectivas económicas sitúa al vecino muy lejos de nosotros. El presidente Giammattei no ha cesado a la fiscal general ni tampoco a los magistrados de la Corte de Constitucionalidad, electa aquí por cinco instituciones con sus dimes y diretes, pero que no permiten el autoritario plumazo que mostró Bukele el primer día que los diputados de su partido tomaron posesión del cargo.

No es menos cierto que en otros indicadores vamos de la mano hacia el precipicio, lo que no se puede negar. Así que siempre será posible establecer la comparación que se quiera, para eso están las emociones y el interés personal, pero hay que abocarse a los números y a los hechos. Ambos países están mal en muchas cosas, pero el rumbo que se ha imprimido en El Salvador dista mucho, muchísimo, del nuestro y del de nuestros vecinos, incluido el floreciente narcoestado hondureño. Debemos mejorar, eso es algo evidente e innegable, y modificar ciertas cuestiones incrustadas en el sistema, así como salir de políticos corruptos, pero utilizar la herramienta de la comparación y presentar el autoritarismo bukeliano o la narcoactividad hondureña, como elementos comparativos de descalificación, es propio de oposición política enojada o de emociones  incontenidas, pero no de razón ni de datos.

Bukele usa como nadie las redes y hace milagros en una masa poco reflexiva, insensata y llena de cólera y sinrazón. En unos años, cuando metamorfosee a dictadorzuelo, nadie dirá que lo apoyó, como ocurrió con Chávez y otros que parecen que llegaron al poder e hicieron las cosas con divina autorización y beneplácito.

lunes, 10 de mayo de 2021

¿Triángulo norte o cuadrilátero fracasado?

Dejaron el espacio geopolítico en manos de un caracol chino que, sin problemas internos se ha dedicado a colocar peones en la zona

Hablar reiteradamente del triangulo norte, aumenta el riesgo de olvidar a Nicaragua. En Centroamérica lo que hay es un cuadrilátero fracasado; un conjunto de países que no han sabido despegar por distintas razones, y que tienen debilidades comunes muy marcadas como son la falta del Estado de Derecho y la corrupción.

A pesar de que algunos aprovechan interesadamente para unificar críticas, cada país tiene sus peculiaridades y diferencias. La toma de poder por FSLN fue un fracaso anunciado, excepto para los románticos de las revoluciones que no aceptan lo que la historia muestra son suficientes ejemplos. Quisieron acabar con el autoritarismo, organización su guerra e instauraron una dictadura. En Honduras, se han venido repartiendo el poder dos grupos políticos que, a la larga, no han sabido mas que negociar con el narcotráfico y el crimen organizado o acercarse a la órbita de la revolución chavista. Formas de delincuencia envueltas por intereses contrarios pero que terminan afectando igual de negativamente al país. La actual situación, mas cercana al narcotráfico que a aquel zelayismo chavista de pijama y madrugada, dibuja un preocupante horizonte. El Salvador, por su parte, ha pasado de una a otra mano, y ni izquierda ni derecha hicieron algo diferente a lo que se podría haber esperado si hubieran tomado las cosas en serio. Al final ocurrió lo que también la historia muestra: una sociedad cansada de partidos tradicionales busca la “salvación” y termina atrapada en manos de un populista. Y si en el siglo pasado hubo suficientes ejemplos de los que pudimos haber aprendido, el XXI trajo el chavismo, el kistnerismo, el evomoralismo, el trumpismo o el correismo. En lo que respecto a este submundo chapín -porque no nos escapamos- nos asaltó el narcotráfico y el crimen organizado que son quienes mayormente financian la política y proyectan sus decisiones desde los órganos pertinentes por medio de un grupo de honorables delincuentes que materializan tales propósitos.

Los USA, más perdidos en sus asuntos internos que cuidando el patio trasero, olvidaron preservar la doctrina Monroe -aquella de “América para los americanos”- y se distrajeron entre Medio Oriente y discusiones sobre si Trump o Biden están peor para gobernar. Dejaron el espacio geopolítico en manos de un caracol chino que, sin problemas internos -porque la dictadura los resuelve- se ha dedicado a colocar peones en la zona. China, a la velocidad propia de los asiáticos, ha ido ocupando espacios en América por medio de acuerdos, pactos o cuantiosas inversiones, como han sido los casos en Panamá, Costa Rica, Nicaragua y El Salvador, además de presión -política y económica- para que hicieran lo propio Honduras y Guatemala. Algunos aluden a la “diplomacia de la chequera” para justificar que esos dos países centroamericanos aún sigan pegados a Taiwán, pero basta con sumar la ayuda y las inversiones chinas en aquellos otros países de la región para detectar quién usa realmente esa forma de diplomacia.

Los norteamericanos llegan tarde al posicionamiento geoeconómico chino y, de pronto, se ven sorprendidos por la mutación asiática del tradicional enemigo ruso. El Salvador, el pulgarcito de Centroamérica, les enseña los dientes porque tiene detrás a su Manziger Z cantonés, mientras en Washington pierden el tiempo en discutir si Biden sobrevivirá a un segundo periodo o cómo las propuestas progresistas de Harris le comen el mandado. En todo caso, y esto es lo más importante, la oportunidad geopolítica está ahí, lo que no tengo claro es que la vean quienes están orientados a focalizarse en como se quedan con su parte del pastel.

lunes, 3 de mayo de 2021

El palo, la zanahoria, el burro y la oportunidad

Hay que dejar de ser el burro tradicional -que también simboliza el logo demócrata- y apostar por el liderazgo que el momento propicia

En junio está prevista la visita a Guatemala de la vicepresidenta Kamala Harris. La pasada semana, como anticipo, se llevaron a cabo dos reuniones, una con el presidente Giammattei y otra con representantes de distintas organizaciones civiles ¿Qué se puede deducir de esos esfuerzos políticos norteamericanos?

Fundamentalmente tres líneas de acción distintas -no necesariamente convergentes- de la actual administración demócrata. Una, objeto principal de la conversación con el presidente guatemalteco, es reforzar la vigilancia en las fronteras del país para frenar las migraciones. El problema de la migración es la piedra en el zapato de la administración Biden, y parecieran tener dificultades para salir de él. A los cien días de gobierno el panorama “reluce” en aspectos como avances en el COVID y la billonaria inversión en gastos social, de la que la inflación u otra crisis darán cuenta dentro de varios años, pero que por ahora no preocupa. No ocurre así con la migración que se ha convertido en un problema permanente y ensordecedor.

Otra línea de acción se materializó en la reunión con representantes de organizaciones. civiles Allí el discurso fue muy diferente y se centró en elogiar y destacar el papel de la lucha por los derechos humanos, la diversidad sexual y el apoyo a las ONG. Nada que no se haya hecho antes -sin éxito por cierto- pero que es muy bien recibido por quienes solicitan fondos de cooperación. En el fondo se trata de acercar el apoyo de distintos movimientos reivindicativos que siempre son útiles al ejercicio político, pero que está alejado del fin principal de la visita: la migración y como frenarla.

La tercera, reforzada con los sucesos del sábado pasado en El Salvador, evidencia que Guatemala es el único país del triángulo norte en que los norteamericanos parecen confiar, y seguramente muchas cosas se están fraguando desde ahora para la visita de junio. 

Hay una enorme oportunidad política para negociar con una administración USA necesitada de apoyo que puede encontrar aquí, salvo que optemos por tomar un rumbo desconcertante. Es momento favorable para conseguir una buena negociación que puede abarcar muchos aspectos de interés para Guatemala, más allá de la promesa de inversión de aquellos 4,000 millones de dólares. El palo y la zanahoria no tiene ahora cabía porque tanto Honduras como El Salvador representan piedras en el zapato demócrata y hay que dejar de ser el burro tradicional -que también simboliza el logo demócrata- y apostar por el liderazgo que el momento propicia y la iniciativa que las circunstancias ponen sobre la mesa.

Los USA parece que regalarán 60 millones de vacunas y, según el diario El País, tendrán un superavit de 300 millones allá por julio del presente año. Aquí que tenemos un importante faltante para el COVID, deberíamos solicitarlas a cambio de cumplir un papel importante en la seguridad norteamericana que sigue siendo el narcotráfico, el crimen organizado, el terrorismo y la migración, y también, ahora, ejercer un liderazgo regional en función de las circunstancias políticas de nuestros vecinos.

Escenarios como el presente no suelen darse a menudo ni mucho menos conformarse a gusto. Las circunstancias nos posicionan como el único país del triángulo norte con quien dialogar, y hay que tomar la oportunidad y aprovecharla ¿Está la diplomacia preparada y el gobierno tiene clara la ventaja que este entorno significa? Eso falta por ver, pero creo que por muy neófitos que sean está todo claro. A ver si no se duermen los próximos días o dejan que las migajas de la política nacional ensombrezcan la oportunidad que presenta el panorama regional.