Lo triste es ver como ciertos ciudadanos siguen defendiendo regímenes como el cubano bajo argumentos de que aquí están peor que en la isla
El dictador Díaz-Canel, cachorro y heredero de los también dictadores Castro, y perpetuador del régimen criminal cubano, recibió varios tirones de orejas en lo que, pensaba, era feudo propio consolidado: la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC.
El presidente de Uruguay, primero, y posteriormente los de Ecuador y Paraguay, le dijeron verdades silenciadas por esa corrección política que envuelve las reuniones de alto nivel. En resumidas cuentas recordaron al opresor cubano que en la isla no hay democracia y que lo que se debería de hacer en esas cumbres -lejos de comunicados superficiales vacías de contenido- es promover el espíritu democrático y no permitir la censura, consentir el encarcelamiento de la oposición o callar el silenciamiento de quienes cuestionan a los mandatarios. Lecciones de democracia ausentes en esas reuniones desde…, siempre.
El presidente Lacalle, extendió su contundente comentario a Nicaragua y Venezuela, otras dos dictaduras sostenidas y defendidas por algunos -y algunas- que se dicen defensores de derechos humanos, actitud hipócrita suficientemente conocida en la región y que tiene nombres y apellidos. Pero no sólo se confrontó a la dictadura más antigua de la región -Cuba- y a su “comandante en jefe”, sino que también dejó en ridículo al régimen del veleidoso y anfitrión del cubano, el presidente Andrés Manuel López Obrador, que enmudeció y desinfló las esperanzas puestas en una convocatoria purificadora de su nefasto actuar político en México, algo que medio salvo su canciller.
Lo triste es ver como ciertos ciudadanos siguen defendiendo regímenes como el cubano bajo argumentos de que aquí están peor que en la isla, dejando siempre de lado -no puede ser de otra forma- lo que le recordó el presidente Lacalle al lacayo Díaz-Canel: “…, cuando desde el poder se usa el aparato represor para acallar las protestas, cuando se encarcelan opositores, cuando no se respetan los derechos humanos…”. Es cierto que en las democracias imperfectas -que tenemos o que construimos- hay gravísimos problemas, pero las dictaduras -Cuba, Venezuela o Nicaragua- anulan la libertad y asesinan y torturan directamente, y eso no tiene justificación alguna, salvo para desalmados o hipócritas ¡Ojo con Bukele!
El problema de esa tolerancia -política y ciudadana- es que por falta de permanente condena se intenta reproducir en otras partes, como ocurrió en Bolivia, Ecuador, Argentina y ahora Perú ¡Qué bueno que esos presidentes tuvieran el coraje de poner a los dictadores en su sitio que es lo que nos falta a la mayoría de los ciudadanos! Becas de estudios en Cuba o médicos esclavizados en muchos países del mundo, silencian voces de quienes se autodenominan “defensores de derechos humanos” y de muchas de sus organizaciones, a quienes les importa un soberano carajo los doctores que son enviados a la fuerza por el mundo bajo amenazas de castigos o presión a sus familias, mientras los gobiernos pagan a Cuba una cantidad que nunca verán reflejada en sus cuentas.
El hecho de que lo anterior haya ocurrido en este mes de la independencia de América Latina, dice mucho más de lo que se pueda apreciar. Algunos han optado por el discurso de que “no hay nada que celebrar” mientras silencian esas dictaduras criminales que por años presionan a sus ciudadanos y promueven idéntica ideología en la región. Aquí, ciertos grupos y personas son afines a esos regímenes y desearían se implementara en Guatemala, pero con ellos en el poder, razón por la que no migran a esos “paraísos socialistas”. De hacerlo, formarían parte de los dominados y ellos -deseosos del autoritarismo- también añoran el poder, porque sin él entienden perfectamente eso de la dictadura y sus consecuencias.
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