Si habla de soberanía, justamente hay que ir a la Cumbre y demostrar que se está por encima de la coyuntura del momento y de las personas
En la serie “The Crown”, la recién coronada Isabel II llama al primer ministro británico para informarle sobre su decisión de autorizar la boda de su hermana Margarita, con un militar divorciado del que estaba enamorada. Churchill le responde que no puede hacerlo por ser gobernadora suprema de la iglesia anglicana, a lo que Isabel II contesta aireadamente: “yo soy la reina”. Con parsimonia y elegancia, Churchill concluye: “Si majestad es la reina, pero la corona está por encima de usted”. La anécdota, podemos hacerla republicana: el mandatario no es el Estado sino el primer servidor, porque la nación está por encima de él.
Hace unos días, el Presidente, durante una “calentamiento dialéctico”, decidió, cómo si le competiera en exclusividad, no participar en la Cumbre de las Américas, autoexcluyendo al país como Cuba, Venezuela o Nicaragua que no han sido invitados por ser regímenes autoritarios. Puedo entender el enojo presidencial cuando lo sitúo en el otro plato de la balanza de las declaraciones, insistencia y hasta amenazas norteamericanas sobre asuntos nacionales, particularmente en la elección de Fiscal General, aun así, el interés general está por encima del particular.
El país está peligrosamente polarizado, y en la medida que tomemos conciencia de ello seremos capaces de alejarnos de los extremos y ver el espacio intermedio en el que se puede ser propositivo, tolerante, dialogante y sobre todo crear consensos. Los extremistas persiguen decisiones radicales, sin apreciar matices ni presentar opciones que es justamente lo que promueve la democracia.
Las relaciones Estados Unidos-Guatemala viven momentos difíciles. Podemos pensar que la culpa la tienen unos u otros, o incluso ambos, pero ni siquiera eso es relevante; la situación es como es, está como está. Tenemos a una fiscal reelecta, intensas quejas norteamericanas por lo ocurrido y un presidente molesto, y seguimos debatiendo una y otra vez lo pasado ¿Qué se puede hacer para salir del atolladero y la polarización?, pues algo muy sencillo: aceptar la realidad de los hechos, buscar soluciones propositivas, ser creativo y huir de extremos que pretenden mantenernos en la conflictividad ¡Tómense un café carajo!
Presidente, si habla de soberanía, justamente hay que ir a la Cumbre y demostrar que se está por encima de la coyuntura del momento y de las personas, y representar a la nación que no es suya sino de todos. Si tiene algo que decir, hágalo allí -en el foro o en reunión privada- con elegancia y contundencia y demuestre que, lejos de ser un país autoritario -como los excluidos- somos una democracia con deficiencias pero capaz de amortiguar inteligentemente los avatares del momento. Tienda la mano, y a pesar de esos intentos intervencionistas, muestre que está por encima de la polarización y de quienes desean estar aislados para vivir en un mundo cerrado en el que no hay críticas. Desdeñar esos foros nos incluye en ese grupo de dictaduras que no han sido invitadas. Si no llega, no se queje de que nos comparen con Cuba, Nicaragua o Venezuela, y no porque seamos iguales, sino porque, como ellos, no hemos estado donde había que estar, aunque la diferencia -y la gran ventaja- es que a Guatemala la han invitado.
Presidente, el Estado está por encima suya, la nación plural, a la que usted única y democráticamente representa, no debe aislarse porque le presionen extremistas inescrupulosos o manifiesta falta de diplomacia le quiera hacer ver. Recuerde que las personas pasan, pero las instituciones permanecen, y cambiar de decisión no es un signo de debilidad; pocos tienen ese privilegio. Demuestre ser un estadista, a pesar de las críticas las presiones y el difícil momento.