lunes, 13 de junio de 2022

El sistema educativo público a debate

En unos años, tendremos varias promociones de analfabetas tocando las puertas de la universidad o de lugares de trabajo

El hecho de que la mayoría de quienes puedan leer esta reflexión tengamos a nuestros hijos en colegios privados, seguramente nos haya hecho olvidar la dramática situación que atraviesa la educación pública en estos años de pandemia.

Si usted ha tenido que adaptarse a colaborar más activamente en los deberes de sus hijos, aprender a utilizar el zoom o el meet y acomodar un espacio en su domicilio para recibir clases virtuales, imagínese lo que no han podido hacer cientos de miles de familias que carecen de computadora, internet y no disponen de espacio, tiempo ni conocimientos para ayudar a su prole. La mayoría del país está en esas condiciones y más de veinte mil escuelas han quedado -y siguen- desatendidas desde 2020.

El Ministerio de Educación es el más saqueado por chantajistas e inescrupulosos mafiosos agrupados en sindicatos, bajo el liderazgo de Joviel Acevedo. No es ningún secreto que todos los políticos -con escasísimas excepciones- han pactado con ese personaje y sus huestes de pícaros, quienes cada año exprimen el presupuesto y los bolsillos del contribuyente y obtienen más dinero que asignan a diferentes bonos con nombres que desatan el enojo. Este año no ha sido menos y, aunque desde Septiembre pasado dieron prioridad a los maestros para que se vacunaran y finalizar el curso 2021, a la fecha no hay una vuelta plena a clases ni se les espera por las aulas. La ministra y su subordinados tampoco se han tomado el tiempo para remozar escuelas, alistar aulas y adecentar centros educativos que se parecen más a estercoleros que a lugares de aprendizaje. En definitiva: estamos mucho peor que antes por desidia, dejadez, inoperancia y cara dura, puesto que el presupuesto se ha incrementado y gastado, incluyendo más bonos. Eso sí, no se han registrado manifestaciones ni bochinches magisteriales, ni maestros chantajistas ha amenazado con cerrar avenidas o colapsar la ciudad, como suelen hacer cuando no se cumplen sus exigencias. Es repugnante que políticos basura se sienten a negociar con un sindicalista que no merece el mínimo respeto como profesional -nunca ha impartido una clase- ni como ciudadano de un país que grita por los cuatros costados una mejora en la enseñanza pública. 

Hay que recordar, ahora que vienen las elecciones, que fue Sandra Torres quien lo reinstaló días antes de ser suspendido y despedido -que es lo que le corresponde en justicia- y que familiares de aquella resolvieron uno de los pactos sindicales que extrajo dinero del bolsillo de los contribuyentes, del suyo y del mío. De no haber sido por la señora Torres, hoy tendríamos otro modelo -o quizá el mismo con otro chantajista- pero al menos nos habríamos dado la oportunidad de salir del atolladero en el que estamos metidos desde hace tiempo.

En unos años, tendremos varias promociones de analfabetas -y analfabetas funcionales- tocando las puertas de la universidad o de lugares de trabajo, porque -¡agárrese!- los cursos escolares han sido aprobados en su totalidad, como si aquí no hubiese pasado nada. Habrá que graduar a mediocres universitarios o exigirles el nivel que la administración actual y el sindicalismo depredador le han negado.

Esto pasa por muchas cosas, pero mientras los jueces, fiscales, magistrados, diputados y personajes similares gocen de seguro médico, alimentación, gasolina, vehículo, escoltas y prebendas similares les importará un soberano pito arreglar problemas sociales que es lo que harían rápidamente si sufrieran las consecuencia de aquellos. No avanzamos porque nos dejamos manosear, pisar, escupir y, encima -como aquellas parejas maltratadas- pensamos que el político va a cambiar ¡Vamos que queremos un milagro!

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