Los ciudadanos, sumisos y cabizbajos, irán en modo zombi a las urnas desechando el voto nulo porque les convencerán de que no sirve
Dilema es una situación en la que hay que elegir entre dos opciones, y en este país nos creemos muy buenos para resolverlos. De hecho, en cada confrontación electoral se presenta uno en el que es necesario optar por lo menos malo. En las elecciones 2015 se sacó de la contienda a Baldizón (3º), Giammattei (4º) y Zury Ríos (5ª) y pasaron a la segunda vuelta Sandra Torres y Jimmy Morales. El dilema se resolvió designando al segundo para evitar a la primera, y sabidos como se las gasta Torres -porque gobernó de hecho- optamos por una nefasta solución: Jimmy.
Sin embargo, no aprendimos nada de aquello y en 2019 -chispudos que somos- pasamos a segunda vuelta a Sandra y a Giammattei -desechados años atrás- y bajo esa lógica de elegir al menos malo, optamos por el segundo quien resultó peor que el Morales de 2015. El año próximo estaremos en un dilema similar, optaremos por el/la menos malo/a, y posiblemente elijamos al peor, como es tradición en esa ecuación matemático-social consolidada en los últimos tiempos.
Para aderezar esa sinrazón a la que nos hemos resignado, y sobre la que comentamos con absoluta displicencia, hay que incluir en el proceso otros ejes transversales que lo pervierten y contaminan todavía más, si eso es posible. Desde hace años el club de mareros políticos del país advirtió que lo importante y rentable no es llegar al poder, sino manejarlo desde bambalinas. Mario Estrada -preso en USA-, los Alejos -el diputado y el “farmacéutico”-, Reyes Lee y otros, prefirieron manipular a monigotes y universidades desde la sombra, y así contar con una fuerza vendible y negociable en cuantas más votaciones mejor, para así rentabilizar la permuta. Vemos también a Portillo y Baldizón -¡hombres de negocios políticos!- haciendo lo propio con esta suerte de procedimiento mañoso. Después de salir de prisión en USA y ser deportados, organizan, fundan, sostienen y promueven partidos políticos con la finalidad de contar en el Congreso con cierto número de diputados que puedan sumar a determinadas minorías que requieren ser mayorías para tomar decisiones lo que encarece la transacción que todos pagamos.
Se ha consolidado esa forma de proceder y no es tan importante quien llegue al poder como quienes lo sostengan. En el gobierno de la UNE y posteriores, se detectó un grupos de mafiosos -civiles-militares- y por lo menos desde ahí, han seguido apuntalando los sucesivos gobiernos. Por lo tanto, no parece tan importante resolver el dilema electoral del 2023, sino intentar predecir cómo lo resolverán ellos desde la sombra.
Desconozco si no vemos lo que ocurre o no queremos verlo, pero la forma consolidada de operar indica que la discusión sobre la presidencia se dará en las catacumbas del poder y al final ganarán quienes decidan “las voces del silencio”. Los ciudadanos, sumisos y cabizbajos, irán en modo zombi a las urnas desechando el voto nulo porque les convencerán de que no sirve, y volverán a elegir al menos malo que siempre resulta ser el peor de todos. Luego vendrán cuatro años de queja, y a repetir la carajada, mientras los jugadores de ajedrez, muchos de ellos socios del club del brazo en cabestrillo, darán declaraciones estruendosas y se ofenderán por lo mal que fueron tratados y las injusticias que padecieron, al tiempo que degustan delicados platos y finos licores en restaurantes lujosos que les permite su libertad condicional y facilita el dinero distraído del presupuesto o producto del sofisticado chantaje.
Estamos a las puertas de volver a joderla, y no sé si despertaremos para entonces o seguiremos profundamente anestesiados, y en la inopia.
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