lunes, 1 de mayo de 2023

El derrumbe de los muros

Quizá estamos asistiendo al nacimiento de “Latinoamérica” como nueva región que desecha el concepto iberoamericano, pero también el de América latina

El derrumbe del muro de Berlín -porque allí no se cayó nada-, sorprendió en su momento y evidenció que muchas cosas no son previsibles ni siquiera en el corto plazo, mucho menos eternas. Para que ocurriera se dieron determinadas circunstancias, entre otras la concurrencia del liderazgo de Margaret Thatcher, Ronald Reagan, Juan Pablo II y Mijaíl Gorbachov. Años atrás, hubo intentos de terminar con la Unión Soviética, pero no resultó porque el tiempo hace converger actores y situaciones para que ciertas cosas sean posibles. Aquella lección seguramente sirve como elemento de referencia para el análisis de otros escenarios, dando la sensación de que se puede estar llegando tarde al que se manifiesta en América latina.

El “muro de la doctrina Monroe” está, cuando menos, muy debilitado. No solamente por la acción de China y Rusia, que conquistan terreno a velocidad inimaginable hace apenas diez años, sino que hay una confluencia de actores que establecen cierto paralelismo con lo sucedido en la Europa entre décadas de los ochenta y noventa. La reaparición de Lula, el protagonismo de López Obrador y la llegada de Petro, además de la suma de Nicaragua, Cuba, Venezuela, El Salvador, Honduras, Argentina y Chile -por lo menos- genera una dinámica en la que, casual o causalmente, confluyen esfuerzos por promover un liderazgo latinoamericano como pocas veces se puede recordar desde las independencias.

Contrapuesto a la concurrencia señalada -y como pasara con Gorbachov- los Estados Unidos están sumidos en una crisis interna con marcada carecían de liderazgo -demócrata y republicano- que genera una introspección político-social aguda, dificulta el ejercicio político y descuida la política exterior. De esa cuenta, se genera una dinámica continental de la que puede surgir esa nueva referencia opacada, hasta el último cuarto del siglo XIX, por el decadente imperio español del momento y, a partir de entonces, por el naciente norteamericano.

Quizá estamos asistiendo al nacimiento de “Latinoamérica” como nueva región que desecha el concepto iberoamericano -con cordón umbilical en la península que la conquistó- pero también el de América latina, como el sumatorio de un conjunto de países sin dinámica convergente. Los herederos de aquellos españoles, sometidos posteriormente por los USA, recuperan, desconectados de "sus progenitores", el poder político y social y edifican sobre pilares de identidad e idiosincrasia propias. Ese nuevo espacio geoestratégico no solamente tendría vida propia, y una dinámica que se iría alejando de postulados tradicionales de dependencia, sino que se podría sumar, como un peón más, al juego político mundial y confrontar el tradicional liderazgo USA, con el consecuente efecto negativo para los del norte.

La mala noticia es que, de forma similar a cómo ocurriera con la revolución china y la rusa, todo surge de movimientos ideológicos de izquierda revolucionaria-radical, y eso puede terminar por desintegrar la compleja alianza de los países latinos y polarizar o radicalizar la oposición de aquellos que no comulguen con el movimiento o, para ser exitosos, tener que sumar regímenes autoritarios “aliados” como China y Rusia. 

¿Asistimos al nacimiento de "Latinoamérica” como nuevo espacio geopolítico? ¿Qué papel estaría dispuesto a jugar la apocada Unión Europea en todo esto? Difícil a estas alturas tomar posición, pero pareciera que pueden conjugarse y compararse ciertos elementos con los procesos históricos citados. Nada es igual, pero siempre hay signos que delatan situaciones similares de cuyos resultados hay que tomar nota.

Es posible que sin advertirlo, estemos viviendo un nuevo cambio de era, de liderazgo y de tonalidad político-ideológica en el eterno y mal cuidado patio trasero de “las Américas”.


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