lunes, 27 de noviembre de 2023

De monopolios y frustraciones

No recuerdo un debate serio -mucho menos una interpelación o investigación en el Congreso- sobre cómo se gastan anualmente centenas de millones en la USAC

El reciente embate del MP contra estudiantes y profesores de la USAC ha generado innumerables críticas y condenas a lo que se considera -con toda razón- un abuso y una fabricada persecución penal. Pero también ha colocado en el debate nacional -porque es el fondo del asunto- el botín político que representa la monopólica universidad estatal.
Hay temas que se consideran políticamente incorrectas de tratar, y este es uno de ellos. Quienes, activa o pasivamente, participan en la discusión terminan protegiéndose -no siempre de forma acertada- con el escudo tradicionalmente utilizado para contener cualquier crítica o propuesta de reforma: la autonomía universitaria, muchísimas veces mal entendida, y otras peor interpretada. La verdad -aunque golpee, lastime y duela- es que la USAC es un centro de poder del que muchos viven y otros más rentabilizan y aprovechan. La participación política que tiene en comisiones, decisiones, consejos, etc., es enorme, además de contar con iniciativa de ley, inaudito en el mundo académico, pero sobre todo en un marco de principios democráticos, en el que no se sustenta de ninguna manera, como tampoco el poder del Colegio de Abogados.
El rectorado, la directiva y las decanaturas -además de otras entidades no menores como la asociación de estudiantes y foros similares- son tribunas poderosas desde las que se ejerce poder e influencia, y está repartido entre autoridades que tradicionalmente lo han aprovechado, generando un cierto equilibrio inestable. No recuerdo un debate serio -mucho menos una interpelación o investigación en el Congreso- sobre cómo se gastan anualmente centenas de millones en la USAC, la calidad educativa o la certeza de la titulación expedida, particularmente en estudios de postgrado, justamente por la influencia sobre políticos y magistrados allí graduados. La famosa “tesis doctoral” de Baldizón y la de un rector del momento, no ofendieron ni tambalearon la arbitraria e ilegal decisión de autorizarlas.
Quienes eluden debatir sobre el fondo, se van por las ramas del proyecto social que representa o cómo ayuda a los más necesitados, lo que tampoco es cierto. Si el Estado quisiera, verdaderamente, echar una mano a quienes no cuentan con recursos para pagar una universidad privada, debería subvencionar a la demanda. Esto es, becar a la persona para que pudiera elegir en qué universidad del sistema nacional desea estudiar, y no obligarlo a asistir a la monopólica universidad estatal, financiando la única oferta existente. El Estado sostiene a la universidad sin promover competencia alguna, lo que no representa una buena gestión pública ni la mejor ayuda a los ciudadanos. La USAC es un monopolio, y como todo monopolio abusa, encarece el producto y reduce la calidad; recordemos que los monopolios únicamente existen porque los gobiernos los permiten y certifican. 
Otro tema que no se debate -en la elección del rector- es la calidad académica que posee. Observe las últimas contiendas y comprobará que la discusión fue sobre la persona, su influencia, papel social, popularidad, etc., pero en modo alguno sobre un currículo profesional destacado. Si de una universidad se trata es evidente que la calidad académica superior debería de ser el principal referente, pero el tema no se aborda porque las características exigibles son más políticas que académicas. Tampoco, desafortunadamente, se terminan con los abusos a los alumnos de nuevo ingreso -bromas, bautizos y otras formas de denominarlos- o con las agresiones sexuales de estudiantes y profesores. 
¡No se enojen sancarlistas!, más bien reflexionen para que su hijos tengan una verdadera universidad competitiva y de calidad, y no un club político que se escuda en malas tesis, historia nacional ya superada, bochinches y poder, mucho poder.



lunes, 20 de noviembre de 2023

El yin y el yang nacional

Sacamos la cabeza del caparazón de tortuga cuando las cosas van bien y volvemos a recogerla en situaciones adversas

Somos un primor, un encanto, una belleza. Capaces de subirnos a un escenario, como hizo la alcaldesa de Palín, y pasearnos soez y alegremente por quien haga falta, incluidos los “compañeros” de los 48 cantones y su líder. La razón: no estuvo en la reunión en la que negociaron con otros grupos, y no figuró en la foto. 

Días más tarde, en la puerta del Congreso -y con la desfachatez de la irresponsabilidad- algunos energúmenos, iracundos y violentos la emprendieron a golpizas -con piedras o con el teléfono- contra los diputados que detestan. Salvajismo que otros agresores justifican y aplauden en redes, pastores de iglesias incluidos. Y si no fuera suficiente, se bloquea el país con grupos de personas y tablas con pinchos que algunos -@justiciayagt- muestran cómo hacer en Twitter, vulnerando los derechos de los demás al impedirles el paso. Eso sí, al mismo tiempo pedimos respeto para nosotros, exigimos libertad de expresión y otros derechos, sobre la base de la dignidad del ser humano, la misma que se pisotea cada minuto generando dobles y triples filas de tráfico, conduciendo en contra de la vía, yendo con la moto por la acera, saltándose las filas, los semáforos, parando el bus donde consideran oportuno o el carro en lugares reservados para minusválidos. Y si el ambiente se caldea, se saca el arma y se le dan dos plomazos al de enfrente, y listo. Alegrías, todas ellas, propias de mediocres e irresponsables, en un mundo de impunidad. 

El gobierno -que nos representa y al que nos parecemos, aunque neguemos como San Pedro-, actúa de igual manera. Se allanan domicilios y se detiene, engrilleta y conduce a personas, con idéntico júbilo, porque en el fondo es la misma idiosincrasia, la que, por cierto, aplaudimos como focas cuando nos gusta y repudiamos con pasión cuando nos afecta, tal y como muestran múltiples y variados ejemplos en los últimos años. Sacamos la cabeza del caparazón de tortuga cuando las cosas van bien y volvemos a recogerla en situaciones adversas. No promovemos, defendemos ni queremos principios generales y abstractos, sino reglas hechas a la medida de la venganza, la pasión o el interés, en función del colectivo al que pertenecemos o con el que corporativamente nos identificamos. Difícilmente vemos más allá de la punta de nariz, espacio hasta dónde llega la visión estratégica de muchos; de demasiados. Somos una sociedad incoherente, absolutamente contrapuesta a valores universales, muy autoritaria y para nada democrática ¡No nos engañemos!

Mientras no apostemos por principios e iguales derechos para todos, seguiremos rascándonos la panza y mirándonos el ombligo de la coyuntura. Si la situación es favorable, estamos contemos y felices, y justamente lo contrario si se presenta adversa, momento en que atacamos con pasión y sin medidas, y no advertimos el nivel de hipocresía que destilamos. 

Insultamos, descalificamos o señalamos con esa facilidad redactada en el artículo 35 constitucional y la irresponsabilidad que facilita la ley de emisión del pensamiento, sin castigo suficiente para el difamador, y con el beneplácito de quienes aplauden el circo. Eso si: evita hacérselo a quienes así actúan, porque enseguida recurren a la victimización. 

Nada más lejos de una sociedad con principios éticos y comportamiento correcto, aunque si de un grupo de dispersos en el que cada uno jala agua para su molino. Parece ser que todos nos odiamos con todos, en esta sociedad plural, y lejos de explotar los valores como sociedad multicultural, pergeñamos constantemente como fregarnos, y para eso somos muy buenos. 

Varios calificativos nos definen, pero bochornoso es el más acorde con la situación


lunes, 13 de noviembre de 2023

El poder entre bastidores

Cabe cuestionarse nuevamente las razones por las que esos diputados, sobradamente conocidos por sus prácticas corruptas, han vuelto a ser reelectos 

Hay que recordar que el presidente Morales (FCN) llegó al poder con apenas una docena de diputados en el Congreso. Años después, Giammattei (VAMOS) tomó el relevo con unas 17 curules ganadas por el partido al que pertenecía ¿Cómo pudieron gobernar con ese pírrico número de diputados en Legislativo? La pregunta tiene una doble respuesta. Una numérica, y se refiere a que los congresistas de la UNE o de UNE/LIDER, sumaban más de 50 en el presente gobierno y más de 70 en el primero, de ahí se derivan muchas transas sin las cuales no fue posible aprobar normas y tomar decisiones. La UNE/LIDER son protagonistas de la debacle de este país. La segunda, se refiere a un grupo de operadores políticos que estuvieron en las dos legislaturas y que continuarán en la que se inicie en 2024.

Ese grupúsculo de diputados mafiosos, han sido mandaderos y principales generadores de la dinámica nacional que ahora vivimos. Algunos fueron salvados de sus antejuicios por la Corte Suprema de Justicia (CSJ), y ellos la han mantenido irregular -e ilegalmente- activa por un periodo extraordinario. Entre los dos -diputados y CSJ- han conformado una especie de pan de sándwich que envuelve el país, con apoyo de narcotraficantes y grupos del crimen organizado.

Las confrontaciones que vivimos, aunque tienen caras visibles como la del actual Presidente y el Ministerio Público, responden a ese contubernio, además de otras instituciones. En enero próximo el actual Presidente dejará el poder, y en un par de años más ocurrirá lo propio con la Fiscal General. Sin embargo, esos diputados tramposos seguirán en sus curules desde las que pueden manejar a otros colegas haciendo lo mismo que los chantajistas dirigente sindicales, y corresponderán al voto de apoyo con concesiones de obras, proyectos distritales y otras formas de otorga un sobresueldo a los diputados mercenarios. De hecho, hace poco me dijo un diputado que el principal problema para 2024 es cómo los “honorables” piensan rentabilizar su puesto, teniendo en cuenta que pueden desaparecer las plazas fantasmas, las obras a empresas amigas o propias y la entrega de instituciones desde las que recuperar la inversión que les ha supuesto alcanzar el cargo que ocuparán.

La corruptela, como muchas otras cosas, apenas muestra una parte mínima de su dimensión y deja oculta la mano invisible que la promueve, sostiene, anima e impulsa. Han hecho que pongamos la mirada en ciertos personajes, pero apenas son guindas del pastel de un esquema mucho más amplio. Veremos cómo el Congreso intenta resistirse al cambio de los magistrados de la CSJ, ordenado por la CC -lo que ya han comenzado a hacer- porque no les interesa diluir el anclaje judicial necesario para que puedan seguir actuando arbitrariamente jueces como Orellana, o se promuevan/impidan antejuicios según el interés político del momento y de las personas señaladas.

Cabe cuestionarse nuevamente las razones por las que esos diputados, sobradamente conocidos por sus prácticas corruptas, han vuelto a ser reelectos. Si aceptamos que compraron votos, es injusto señalarlos sin incluir a quienes irresponsablemente vendieron su dignidad como ciudadanos, y la del resto que no los votaron. Si se alega desconocimiento, solamente se puede pensar que a muchos ciudadanos les importa poco la política nacional, y se han convertido en cómplices -no en víctimas- de un sistema manoseado.

Mientras los votantes no asuman el protagonismo nacional, pero también la responsabilidad que conlleva, esa cueva de corruptos que es parte del Congreso seguirá manoseando el país, el presupuesto, la gobernanza y, sobre todo, el futuro. Hay que dejar de lamentarse y de ser cómplices.

lunes, 6 de noviembre de 2023

El síndrome del ubiquismo

Muchos creen que con la llegada del nuevo gobierno todo cambiará, porque no entienden que el Presidente es únicamente un eslabón de una cadena más extensa.

Es frecuente -o lo ha sido para mí- escuchar a personas de avanzada edad hablar de Ubico, aquel presidente guatemalteco, de la primera mitad del pasado siglo, que visitaba pueblos y ciudades y sobre la marcha resolvía problemas que los lugareños le salían a exponer. El dictador solucionaba no importa qué cosas con ese desprendimiento alegre propio de quienes controlan todo, especialmente el poder. Otro autoritario predecesor -Estrada Cabrera- es permanentemente recordado en la obra “El señor Presidente”, de Miguel Ángel Asturias.

Nada diferente a lo que pone de manifiesto la película “La ley de Herodes”, y cómo en el vecino país del norte -México- el Partido Revolucionario Institucional (PRI) hizo lo propio por muchos años con un red clientelar y autoritaria en nombre “del desarrollo y la justicia social”. El modelo, muy latinoamericano, se vio también en Venezuela, durante aquel paseo citadino televisado en el que Chávez iba expropiando cuanto se le cruzaba en su camino, entre el éxtasis de la gente que le acompañaba y aplaudía.

El fenómeno, lejos de desaparecer en un marco de principios de democracia liberal, es actualizado en El Salvador con inusual entusiasmo entre quienes mayoritariamente aplauden -no se si conscientemente- la elaboración del guion de otra novela similar a las descritas. Nicaragua paso por su particular experiencia, de la que ahora se arrepienten, aunque con un 34% de popularidad de la delincuencial pareja presidencial, y en Honduras comienza a diluirse el entusiasmo que llevó a la vicepresidenta Kamala Harris a estar presente en la toma de posesión de una presidenta con sutiles ínfulas autoritarias, o quizá con similar ideología a la norteamericana.

Pareciera ser que el centroamericano -quizá el latinoamericano- no ha terminado de entender a Montesquieu ni las teorías que sustentan la democracia, expuestas hace siglos. En el actual proceso guatemalteco el mensaje, la esperanza y las elecciones, se centran en el nuevo Presidente. Se ignora una elección previa, e igualmente legal/legítima, que conformó un Congreso y ni hablar de otra, con idénticas características, que definió un poder local. Muchos -demasiados, diría yo- creen que con la llegada del nuevo gobierno todo cambiará, porque no entienden-y parecen no querer hacerlo- que el Presidente es únicamente un eslabón de una cadena más extensa. Quizá esa falta de comprensión -o de aceptación- del sistema hace que no se cambie, y sigamos queriendo ver en el todopoderoso Presidente y el síndrome del ubiquismo, la solución a los males nacionales.

El problema de la falta de entendimiento de cómo funciona realmente el sistema genera una gran frustración porque la esperanza, permanente depositada en el Ejecutivo, se ve frustrada con el acontecer posterior. Lo peor no es que no se comprenda, sino que puede estar implantado -y esto es mucho más grave- en la genética cultural regional, en la que se acepta al autoritario por dos razones concurrentes: la costumbre de años de dictaduras y el sentir individual autoritario. Una especie de simbiosis entre el tutelaje solicitado y el espíritu mandón, lo que impide comprender un debate democrático adecuado. Y algo más: tanto en la comunidad ladina como en la indígena la imposición de las autoridades está por encima de la libertad personal de decidir. 

Me da que no hemos superado, como si lo han hecho otras sociedades, el estatocentrismo ni mucho menos comprendido el valor del ser humano, pero también la responsabilidad que eso conlleva. Se sigue prefiriendo el tutelaje “ubiquista”, porque así hay siempre a quien echarle la culpa de los males que por inacción dejamos que ocurran ¡Pues nada, a esperar al 14 de enero del 2024!