En unos meses conoceremos lo que este gobierno basura que termina ha dejado en pie, si todavía hay algo erguido, o escarbaremos en las ruinas
No termina el drama, sino que comienza a percibirse el impacto real de lo que han hecho -y dejado de hacer- esta caterva de sinvergüenzas. La cartera de Educación se entrega en las peores condiciones que la memoria histórica recuerda. Una ministra anodina y absolutamente inútil ha sentenciado el futuro de centenares de miles de alumnos que se han quedado atorados en 2020, y en unos años padecerán -padeceremos- su falta de competencias, producto de su corrompida gestión. La salud sigue como inició: sin avances perceptibles y con estancamientos organizativos. Miles de millones gastados en medicamentos, inútiles muchos de ellos, pero con protección judicial o favores del registro sanitario. La infraestructura del país está hecha un desastre, y únicamente es aplaudida por los dueños de talleres mecánicos porque el vehículo se va quedando -cuando no el físico- en agujeros, rajaduras, baches o deslaves. La estatización de la autopista al puerto, solo hay que verla para sacar conclusiones de lo que significa la depredación pública y -tragándose la ideologización- la ventaja que representa la acción privada. De la justicia se ha dicho casi todo, y es difícil escribir una frase original. El sistema se ha venido manoseando -desde hace años aunque a algunos les duela reconocerlo- y con este gobierno se ha perfeccionado el pillaje, la venganza y continuado la aplicación interesada y vengativa.
Con todo, el ciudadano -libre y democráticamente- ha elegido un Congreso muy parecido al actual que consolidará un poder judicial muy similar al existente, con lo que parece no querer muchos cambios o desearlos sin tomar las acciones pertinentes. El Ejecutivo será muy diferente y es de esperar que trace un rumbo de cambio o por lo menos de contraste con esa otra realidad que ofrecerán diputados y alcaldes.
En unos meses conoceremos lo que este gobierno basura que termina ha dejado en pie, si todavía hay algo erguido, o escarbaremos en las ruinas que ya se miran por doquier. Giammattei ha resultado ser “un hijo de fruta más”, o quizá el mayor de todos los que han pasado por casa presidencial -que no han sido pocos- y dejado que su pareja -como hizo Colom o Pérez Molina con las suyas- sea quien mangonee y manosee el Estado. Con lo que no contaban todos esos delincuentes -y políticos narcos- es con el cambio de tiempos, en el que todo es más visible ni tampoco que el hartazgo ciudadano y la perdida parcial del miedo los confrontara. Por ello, decretaron una impresentable e inadmisible protección a sus ministros con policías y vehículos, algo que también hizo Thelma Aldana con su persona, y que seguramente sus adoradores verán “como algo diferente”. El miedo a ser abucheados, apedreados, señalados, zarandeados, insultados y vilipendiados, lo tiene acojonados, y requieren de dispositivos que los protejan. Creo que hay que ser más fino, planificar venganza silenciosa, y sencillamente despreciarlos. Si los ve en un restaurante señálelos y dígale el dueño que lo saque a salgan de allí; si coincide con ellos en cualquier lugar, haga lo mismo; si se los cruza por la calle cámbiese de acera o mejor ocúpela toda para que salgan ellos.
No tengo muy claro que vayamos a cambiar sustancialmente, para eso está el gatopardismo, pero sí que se ha tomado una cierta conciencia de que no podemos seguir manteniendo vagos, concubinos o dejando el país en manos de criminales organizados disfrazados de políticos.
Se termina un periodo, no una era -para eso falta-, y hay que alegrarse de que ciertos malditos dejen el poder, aunque no hay que ponerle fácil su pinche existencia postgubernamental.
Me encantó el artículo!!
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