lunes, 3 de junio de 2024

Dragones y demonios chinos

China, a diferencia de Rusia, ha decidido que frente a la imposibilidad de aplicar la teoría marítima del almirante Mahan, es posible consolidar el poder terrestre

El gigante chino ha decidido lazar fuego de dragón a la libertad nacional de establecer relaciones diplomática con aquellos países que estime oportuno. No soportan que Guatemala, antesala del NAFTA, sea fiel a Taiwán y reduzca el control de su espacio de influencia. La guerra geopolítica de los rusos, promotora de la guerrillas que sufrió el continente desde los setenta, se transforma en una guerra geoeconómica alimentada por el ansia de control chino sobre infraestructura estratégica, puertos, mineras y centrales eléctricas. 

China, a diferencia de Rusia, ha decidido que frente a la imposibilidad de aplicar la teoría marítima del almirante Mahan, es posible consolidar el poder terrestre desde el control económico-financiero de los países sometidos, pero Guatemala es una piedra en el zapato. De esa cuenta, la dictadura asiática decidió retener productos de exportación con ese poder de los regímenes autoritarios como es el arma de la falta de certeza jurídica y del respeto a los contratos.

Eso de “Un país dos sistemas” es una farsa evidenciada particularmente después de la evolución de Hong Kong. El gobierno popular no puede permitir, por la propia concepción del régimen, que haya a la par otro que muestre las bondades del capitalismo -como lo es Taiwán- frente a la miseria del comunismo. Xin Ping es el líder más duro desde el revolucionario Mao, y las circunstancias internacionales lo colocan en una situación en la que debe de enfrentar el momento histórico, caracterizado por la debilidad de la política exterior norteamericana de los dos últimos gobiernos demócratas, lo que también aprovecha Putin.

El comercio con China no es ese espacio de oportunidad que algunos ven, salvo, quizá, los pocos que consiguen exportar a aquel país. Normalmente es a la inversa: el mercado nacional se inunda de productos chinos de bajo precio fabricados por trabajadores a quienes no les aplican las normas internacionales de trabajo ni muchos menos los derechos humanos básicos, con lo que logran bajos precios, pero altamente contaminados.

Desde el punto de vista político, el oficialismo chino popular invierte cualquier cantidad de dinero en gobiernos que necesitan resultados inmediatos, y pagan desde el estado del ejército de Costa Rica, hasta la biblioteca en El Salvador, pudiendo así los gobernantes de turno mostrar logros a sus ciudadanos y conseguir apoyo político. El votante no advierte que hipoteca el futuro del país con préstamos, inversiones o apoyo económico y termina siendo prisionero de su visión de corto plazo.

Aunque es cierto que muchas democracias, en ciertos momentos, fracasan o no logran sus objetivos de medio plazo, pueden ser cambiadas con el tiempo, lo que permite su regeneración; eso no ocurre con las dictaduras. Que un país vaya mal con el modelo democrático que tiene -independientemente de las razones- no significa que saltando al modelo autoritario o haciendo amigos en él, sus problemas mejoren en el mediano plazo, más bien todo lo contrario.

Tenemos un escenario similar al de la Guerra Fría con esta Guerra Asiática suficientemente dibujada y con formas de actuar diferentes a la tradicionales, y quizá sea la razón por la que algunos no terminan de identificarla. China no es la solución porque es una férrea dictadura, la más antigua y tradicional del mundo, aunque disfrazada de modernismo, y es capaz de comprar voluntades de políticos que hipotecan el país y venden el futuro con efectos del presente. 

En el concierto internacional, sólo somos un peón más -ni siquiera el más importante- de la política interna de reunificación de China popular y su confrontación con los USA, con Taiwán de por medio, así que hay que dejarse de cuentos chinos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario