lunes, 15 de julio de 2024

Los descubrimientos de la izquierda

Ha sido un gobierno de izquierdas el que ha advertido el daño que se hace a determinadas instituciones al abrir la boca de más cuando se está en la oposición.

En España, a mediados de los años 80, el partido socialista obrero español (PSOE), junto con sus aliados de izquierda -partido comunista y otros- tuvieron en mente la disolución de la Guardia Civil y de la Legión española. Ambas instituciones fueron tachadas de franquistas y su desaparición parecía ser la hoja de ruta de aquellos partidos políticos. Sin embargo, a principios de los años 90, las operaciones de paz y el conflicto en la antigua Yugoslavia, demandaban fuerzas militares y policiales para participar en aquellos lugares. Súbitamente, la izquierda política española “descubrió” a la Legión, como fuente inagotable de participación en dichas misiones y a la Guardia Civil, como una de las tres policías que la OTAN empleó en operaciones, junto con los Carabineros (italianos) y la Gendarmería (francesa). La izquierda acababa de establecer dos pilares fundamentales de acción exterior, todavía hoy vigentes.

Aquí la historia se repite. De una crítica tóxica al Ejército nacional y un desprecio más que evidente al empresariado, de pronto -cuando la necesidad aprieta como ocurrió en el viejo continente- se sublima a los militares y se les ordena actuar, y junto con el sector empresarial, al que se le solicita colaboración, les encomiendan aquello en lo que el gobierno no puede, no sabe, no quiere,  o carece de capacidad para resolver. Después de 30 días con una autopista semicerrada y otros contratiempos, serán esos dos actores, vilipendiados por quienes ahora los utilizan, los que definitivamente solucionen un problema nacional ¡Cómo es la política y cuántos inescrupulosos! 

Igual que  en el viejo continente, ha sido un gobierno de izquierdas el que ha advertido el daño que se hace a determinadas instituciones al abrir la boca de más cuando se está en la oposición, o por proponer campañas populistas y de desprestigio, con discursos polarizadores y agresivos, de los que ahora no les queda de otra que desdecirse. También hay grupos de hinchas de esos políticos, de quienes toman las consigna o les hacen la campaña de multiplicársela con hasthtag contra el sector empresarial, sobradamente conocidos y aquellos otros que rechazan lo que denominan fútilmente “intervencionismo militar” 

El rechazo militar y empresarial es sin duda político-ideológico y aunque nada es perfecto, sería de esperar que este cambio de dirección sea el punto de partida de unas nuevas relaciones civiles-militares, así como el giro en la percepción sobre el sector empresarial, generador de riqueza y poseedor de capacidades que pueden ser utilizadas en momentos de necesidad, en la que la voluntad y el empleo de maquinaria pesada para trabajos complejos no son las únicas. Ambas instituciones han dado un paso al frente y/o aportado recursos cuando ha sido necesario: COVID-19, erupción del volcán de fuego, apoyo helitransportado durante inundaciones, búsqueda de desaparecidos en excursiones y otros eventos que abarcan plantación de árboles o limpieza de cursos de agua.

Una sociedad madura debe de aprovechar esos espacios de reducción de brechas entre sectores y ser ecuánime y racional. Tenemos instituciones útiles y capaces, otra cosa es que no estén suficientemente consolidadas, pero justamente estos momentos históricos permiten cambiar el rumbo de desprecio y rechazo por otro de aceptación e inclusión. En el caso nacional estamos en ese momento en el que debemos situarnos por encima del odio ideologizado que algunos destilan. 

La razón se impone con el tiempo; el crédito hay que otórgaselo a quien corresponde, y al igual que ocurriera en la España de los 90, la Guatemala de los veinte del presente siglo debe reconocer la voluntad de servicio de sus empresarios y de su Ejército.



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