Si llega a Guatemala en avión y desea tomar un taxi no se moleste en ir a negociar con el taxista, ya que le remitirá a un grupo de personas que, bajo un letrero que dice algo así como “servicio de taxi autorizado”, le pedirán por cualquier recorrido el doble o triple de su valor de mercado. Eso fue lo que me pasó hace unos días. Fue inútil acudir a otros taxistas, todos me enviaban al mismo lugar.
Como no estaba dispuesto a pagar ni a mafiosos ni a manipuladores, decidí telefonear a esa otra empresa color del banano que puntual y rápidamente me envió una unidad. Tras llevarme al lugar que le solicité , pagué la tercera parte de la cantidad que aquel grupo de atracadores pedía por el mismo servicio: ¡bien por la empresa y su gerencia!. En amena charla, el taxista me comentó que ellos no trabajan en el aeropuerto porque esos piqueteros se lo impiden y siempre han tenido problemas con ellos.
La conclusión, es que las gremiales del taxis, de los maestros, de los trabajadores del Congreso (diputado Taracena, ¿dónde están las plazas fantasma?), de los aparca carros de la zona diez, de los buseros, de los toma fincas, de los del campo y ahora de los empresarios que comienzan a rodear al presidente, además de otros colectivos similares (aunque no todos los gremios), nos “prestan un servicio” de mala calidad y al doble o triple del precio que estaría en un mercado libre. No busquen en muchos sitios, ahí está la pobreza del país. Los ciudadanos debemos pagarles su intermediación impuesta porque no queda de otra. El gobierno permite este tipo de situaciones que son evidentísimas y, por tanto, fácil de acabar con ellas.
Es así, como el señor presidente se aviene y firma el pacto colectivo con el sindicado de maestros, donde reza que usted no puede despedir a un sindicalista. ¿Oiga y si es un delincuente, golfo y vago?. Jódase mi amigo: tampoco lo puede hacer. ¿No dicen que la ley es para todos igual?. ¿Será una discriminación eso de beneficiar a los sindicalistas magisteriales sobre los demás?.
El chantaje de ciertas gremiales nos cuesta cientos de millones, encarece todo, coarta la libertad, nos empobrece y, encima, compra la voluntad y el favor de algunos políticos. Sin embargo, el gobierno parece que se contentan con que ciertas gremiales no sigan molestando y los dejen en paz, así nos podrán vender logros relacionados con la capacidad de diálogo y resolución de conflictos, la negociación eficiente, la reducción del nivel de crispación, los triunfos de los cien primeros días y otras carajadas similares, incluido el uso de ciertos aviones por parte del mandatario. Nunca nos dirán cuánto pagamos por el silencio cómplice y esos más que dudosos pactos.
Debe de quedar claro, que los mercenarios colectivistas se terminan vendiendo el mejor postor, como siempre han hecho y, dentro de poco, traicionarán a don Alvaro y se irán con aquel (o aquella) que tenga visos de ser el próximo “presi”, al igual que hicieron con él: “hola, don Alvaro, cuánto tiempo sin verlo por la Casa del Maestro”, le espetaba uno de esos bochincheros profesionales ya condenado pero sin ejecutoria.
Seguimos con la rosca de algunos gremios. Nos roban, nos pisan, nos ponen de rodillas, nos crean manifestaciones y relajos, aparecen como héroes, triplican el precio de las cosas y, encima, le reímos la gracia. Estamos en una espiral peligrosa de esas que cuestionan si es primero el huevo o la gallina. En este caso, está claro: lo primero son los huevos, pero hay que saber ponerlos sobre la mesa para cortar, de raíz, esta lacra delincuencial.
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