Estamos demasiado preocupados por cuestiones cotidianas como para pensar en grupos de seres humanos que se encuentran ubicados en el “fondo del abismo”, o cercanos a él. Entre esos grupos está el de los niños con lesión cerebral. Seres entrañables cuyo cerebro ha terminado por jugarles la mala pasada de no poder ser socialmente presentados como “normales”. Muchas veces, la medicina tradicional silenciosamente los desahucia, a través de una dilatada e incluso eterna espera que es el mensaje más frecuente que reciben sus familiares. Otras, el desconocimiento paterno los condena al mutismo de por vida, a la incomunicación o la inmovilidad frustrante. Finalmente, algunas parejas optan por el tradicional masaje en miembros superiores e inferiores, sin logros suficientes, porque es en el cerebro y no en la periferia donde se encuentra el problema. Obvio aquellos padres que los esconden o, miserablemente, los maltratan.
Mientras tanto, los que tienen hijos “normales” terminan por no sentir el problema ajeno o no ser suficientemente sensibles al mismo pensando, equivocadamente, que como nació “bien” no puede ser objeto de accidentes, enfermedades u otras razones que terminan por producir esa clase de daño.
Fuera de los tradicionales protocolos médicos, existen otras posibles soluciones al problema. The Institutes for the Achievement of Human Potential de Filadelfia, lleva más de cincuenta años, exitosamente, tratando a personas de todos los continentes que padecen daño cerebral. A través de un curso previo, se prepara a los padres para que puedan enfrentar los cambios necesarios, tanto en su vida, como en su actitud, aspecto este último mucho más importante y resolutivo para alcanzar logros significativos. Con ejemplos en vivo se puede comprobar como un niño con parálisis corporal de alto nivel es capaz de leer un libro en poco tiempo y comunicar el resumen o contestar a preguntas por medios nada convencionales pero suficientemente inteligibles para los padres y el entorno inmediato.
Si creía que había sido feliz alguna vez en su vida, todavía no ha experimentado esta nueva sensación que no tiene límites Nada más maravilloso que ver a una madre cuando su hijo le devuelve una sonrisa que nada tiene que ver con las clásicas; ni el nivel de relación y afecto que se establece entre padres e hijos; también es admirable el entusiasmo y la esperanza con que se recibe una simple mirada, un gesto nuevo o el movimiento de un dedo. La naturaleza ha compensado determinadas carencias con un elevado plus en ciertos estados de satisfacción que no pueden describirse, si no que es necesario experimentarlos. Si pensó alguna vez que había vivido plenamente el amor, le aseguro que no se puede imaginar el espacio que le queda por recorrer.
Hay que creer en el ser humano, en su potencialidad, en su capacidad de desarrollo cerebral y motor y, sobre todo, en que es el centro del mundo y desde ahí se irradia el resto de la vida grupal. Es justo elogiar a quienes hacen posible estos logros y encender una llama de una esperanza en muchas familias. Volver del fondo del abismo, es posible y real.
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