Llama poderosamente la atención ciertos anuncios aparecidos en prensa escrita donde el vicepresidente de la República, el Procurador de los Derechos Humanos y el binomio presidencial (presi y vice, no sean mal pensados), felicitaban a los trabajadores. A mí eso de las felicitaciones que cada cual hace a cada quien me parece muy bien. Lo que no comprendo es por qué lo hacen con recursos públicos. Primero, nos quita un porcentaje de los ingresos con los impuestos y luego, ponen anuncios en prensa donde nos felicitan. ¿No sería más fácil, más barato y menos bobo que uno mismo se felicite cuando le de la real gana?, sobre todo a ese precio.
Nuestros gobernantes creen que pueden disponer del dinero de todos como les venga en gana. No entienden que lo que deben hacer, con precisión y eficacia, es gastarlo en aquello con lo que el Estado debe cumplir. Evidentemente, nada que ver con la burda propaganda en su exclusivo beneficio.
Seguí la prensa escrita por unos días y me di cuenta que las felicitaciones eran solo un botón de muestra. Aparecieron, en menos de una semana, dos anuncios a todo color para decirnos que ahora ondean tres banderas en el Palacio Nacional (¡importante, verdad!), otros tres, donde el famoso Consejo de Cohesión Social, ese que no maneja fondos, informa del número de personas que cuentan con mejor atención médica o de los niños y niñas que van a una escuela digna, otro, sobre la importancia de “exprimir la energía” y dos más para felicitar a las madres. Me pregunto: ¿qué aporta realmente toda esa superflua información?.
Pongamos un ejemplo para que puedan hacerse una idea de cuánto desperdician. Con lo que cuesta un anuncio en color de una página podríamos tener un policía nacional civil por un año. ¿Se da ahora cuenta de la dimensión?. O bien, contratar por el salario mínimo y durante veinte meses, a un pobre de esos que todos quieren salvar o finalmente, disponer de dos maestros por seis meses. Las “buenas intenciones” con las que pretenden confundirnos, son puras pajas, porque no se corresponden con el despilfarro de los recursos económicos de que hacen galas nuestras “autoridades”; viajes de diputados no incluidos, ni propaganda en radio y televisión contabilizada.
Los congresistas, por su parte, regalan a sus secretarias una memoria para computadora y no sé qué ingenio para incienso, todo para ellos quedar bien: ¡gracias licenciado, usted siempre tan fino!, sin reparar que el pisto no es del tal licenciado sino de los pobres esos por los que se “preocupan tanto” y que siempre tienen en la punta de la lengua en sus discursos. Algunos del organismo judicial, para no ser menos, invitan a sus secretarias, también con nuestro dinero, a un almuerzo de celebración. Nos quejamos de que no imparten justicia como debieran, pero ¡coño, como devoran el lomito término medio!. También puede ver propaganda de la Universidad pública, del Instituto de la Seguridad Social, del Ministerio de Comunicaciones, del Ministro de Trabajo y de otros muchos que dilapidan recursos sin otro valor que resaltar el ego de tan insignes autoridades. No estoy en contra de la publicidad, sino de la propaganda abusiva y descarada.¡Tiempos de Solidaridad!. ¡Vamos por el rumbo correcto!. ¿Seguro?. ¡Vaya desfachatez!.
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