Unas declaraciones poco afortunadas del presidente en relación con el gobierno anterior obligan a recapacitar sobre el actual. Ciertos argumentos sobre si seis meses de gestión es poco tiempo para ofrecer resultados, se contrastan y contradicen con las actuaciones gubernamentales al cesar a dos ministros por ineficientes y cuestionarse a otros muchos cargos. Es decir, ellos si creen que ese es un plazo más que razonable para ver resultados, aunque interesadamente promuevan otras conclusiones.
La cortina de humo de Petrocaribe ha impedido que los medios de comunicación recojan con más detalle la debacle en la que está inmersa el gobierno de la UNE. No hay resultados positivos en ninguna de las áreas, se ha cambiado con más frecuencia de la deseable a personal de muy alto nivel y el afán de gasto crece desmesuradamente. Asistimos a un ajuste de poder donde todos quieren llevarse la mejor parte. El exabrupto presidencial obedece al descontento con las encuestas de percepción ciudadana y los pobrísimos resultados de su actuar político, lo que no es perdonable, sobre todo si consideramos que dispuso de ocho años y, consecuentemente, deberíamos estar viendo otros efectos si la planificación hubiese sido la adecuada y los compromisos no existieran. Esta administración está demasiado hipotecada. Con todos quiere estar bien, lo que le lleva a ese derroche de esfuerzos improductivos y a la afanosa búsqueda de dinero.
El gobernante se cree lo que termina presentándole su gabinete proselitista y deja de ver la realidad del panorama nacional. Con ingentes gastos en propaganda, pregonan que todo marcha bien y lo proclaman difundiendo la entrega de casas construidas en la anterior administración o la distribución de miserables canastas que son pan para hoy y hambre para mañana. Eso si, los fotógrafos, los aduladores y la divulgación del evento no faltan.
Presiento que el presidente es un capitán solitario en un barco a la deriva donde la tripulación lucha por salvarse y llevarse el botín en los mejores salvavidas. Algo así como una versión trágica de los Piratas del Caribe. Todavía tendrá que soportar la ruptura de su partido, la traición de muchos que aparentemente le apoyan y otras cuestiones de mayor calado que impactarán negativamente en la gobernanza del país. En resumen, está como el tango: más solo que nunca.Tras seis meses de gobierno, seguimos perdidos y sin dirección adecuada por la deriva que imprimen los intereses de muchos sectores. El vice viajero ha dejado de pregonar aquello de yo me haré cargo de “lo social” y tanto la educación como la sanidad, siguen hipotecadas por grupos mafiosos de distintos cuello. Los crímenes siguen creciendo y ya llevamos dos estados de prevención. El bajo porcentaje de ejecución del gasto público denota una falta de estrategia y, sin embargo, se pide más dinero. La infraestructura del país no avanza, salvo los baches que cada vez son más. Para agosto comenzará el show en el Congreso donde se desatará una lucha por el poder. El narcotráfico y las maras, campan a sus anchas. Las lluvias generan deslaves y sepultan a personas, como si nada hubiésemos aprendido del Mitch y del Stan. Ciertamente, la crisis internacional y la muerte de la Mocosita, no son culpa del gobierno. Sin embargo, esto es la crónica de una muerte anunciada, al mejor estilo del colombiano. ¡Loa a los optimistas!
Este es un blog personal donde se editan las columnas de opinion (y otras) que semanalmente publico en el diario PRENSA LIBRE de Guatemala. La idea es generar un espacio de debate y opinión con los lectores, de forma que la libertad de expresión sea en doble sentido.
lunes, 28 de julio de 2008
martes, 22 de julio de 2008
¿Crisis o cambio?
Se entienden por crisis la variación brusca de una determinada situación a otra, mejor o peor. La crisis representa un punto de inflexión en la estabilidad de un sistema establecido de cosas que termina solucionándose al volver al nivel en el que se produjo la alteración. El proceso que tiene por finalidad regresar al estado inicial, es lo que se ha venido en denominar control, gestión y conducción de crisis.
En los últimos meses, venimos oyendo hablar de crisis económica, de petróleo, de gobierno, de valores y de otras muchas más. Pareciera que los esfuerzos de técnicos, economistas o políticos, se conducen a ver la forma de superar la crisis en la dirección antes indicada, esto es: estabilizarse en torno a los niveles previos. Sin embargo, pudiera ser que no estemos ante una crisis, sino ante un cambio que no terminamos de entender y mucho menos de aceptar.
El petróleo sube bruscamente, producto de muchos factores, entre ellos, el resurgir de economías asiáticas dormidas. Ciertos alimentos se han encarecido, en parte, como consecuencia de la promoción de los biocombustibles. La globalización ha flexibilizado y acrecentado la capacidad de elegir de las personas y les abre un mundo nuevo y diversificado. Cada vez hay más ofertas educativas virtuales y, los cambios en las presenciales, ponen en jaque los tradicionales procedimientos y cuestionan, hasta la médula, la labor del Estado en direccionarse hacia la enseñanza pública como modelo universal. El fracaso de los sistemas tradicionales de salud y pensiones, especialmente en los países europeos, ha incrementado las cargas impositivas y buscado mano de obra que permita mantener, aunque sea en coma, el sistema. La gestión pública tiene retos y exigencias ciudadanas en torno a la transparencia, la ejecución presupuestaria eficiente, la disponibilidad de la información y la eficacia del servidor público, entre otras.
Lo que estamos viviendo no es, en modo alguno, una crisis. Asistimos a un cambio de métodos, procedimientos y formas de interactuar, comunicarnos y organizarnos e incluso de nuevos valores. Hace poco una gran multinacional reconocía que, por primera vez, se adquiere más música a través de la web que por la compra de los tradicionales CD. El paradigma del reproductor de música tradicional con la publicidad del cantante y la venta empaquetada de un producto del que únicamente interesaba una o dos canciones, se derrumba, en beneficio de otra forma más eficiente. No hay crisis en el sector, si no un cambio radical que obliga a hacer las cosas de una forma distinta y acorde con la nueva demanda. Lo mismo está ocurriendo en la gestión pública, la salud, la educación, la infraestructura, las relaciones interpersonales, la información, etc. Somos protagonistas de un cambio, no de una crisis. Es necesario cambiar paradigmas, visualizar otros horizontes, comprender a las nuevas generaciones y sus formas de interactuar, generar organizaciones más eficientes y emplear métodos, no siempre tradicionales.
Las nuevas demandas han generado el cambio y producido nuevas forma de relación. Luchar por “resolver la crisis” es querer anclarse en el pasado y volver la vista hacia atrás, en lugar de apuntar el potencial creativo, hacia adelante. Las crisis se resuelven, los cambios se enfrentan. El capital humano toma el liderazgo del nuevo proceso y encabeza el ranking de la oferta. O lo vemos y nos lanzamos a por ello, o nos quedamos anclados en el tiempo.
En los últimos meses, venimos oyendo hablar de crisis económica, de petróleo, de gobierno, de valores y de otras muchas más. Pareciera que los esfuerzos de técnicos, economistas o políticos, se conducen a ver la forma de superar la crisis en la dirección antes indicada, esto es: estabilizarse en torno a los niveles previos. Sin embargo, pudiera ser que no estemos ante una crisis, sino ante un cambio que no terminamos de entender y mucho menos de aceptar.
El petróleo sube bruscamente, producto de muchos factores, entre ellos, el resurgir de economías asiáticas dormidas. Ciertos alimentos se han encarecido, en parte, como consecuencia de la promoción de los biocombustibles. La globalización ha flexibilizado y acrecentado la capacidad de elegir de las personas y les abre un mundo nuevo y diversificado. Cada vez hay más ofertas educativas virtuales y, los cambios en las presenciales, ponen en jaque los tradicionales procedimientos y cuestionan, hasta la médula, la labor del Estado en direccionarse hacia la enseñanza pública como modelo universal. El fracaso de los sistemas tradicionales de salud y pensiones, especialmente en los países europeos, ha incrementado las cargas impositivas y buscado mano de obra que permita mantener, aunque sea en coma, el sistema. La gestión pública tiene retos y exigencias ciudadanas en torno a la transparencia, la ejecución presupuestaria eficiente, la disponibilidad de la información y la eficacia del servidor público, entre otras.
Lo que estamos viviendo no es, en modo alguno, una crisis. Asistimos a un cambio de métodos, procedimientos y formas de interactuar, comunicarnos y organizarnos e incluso de nuevos valores. Hace poco una gran multinacional reconocía que, por primera vez, se adquiere más música a través de la web que por la compra de los tradicionales CD. El paradigma del reproductor de música tradicional con la publicidad del cantante y la venta empaquetada de un producto del que únicamente interesaba una o dos canciones, se derrumba, en beneficio de otra forma más eficiente. No hay crisis en el sector, si no un cambio radical que obliga a hacer las cosas de una forma distinta y acorde con la nueva demanda. Lo mismo está ocurriendo en la gestión pública, la salud, la educación, la infraestructura, las relaciones interpersonales, la información, etc. Somos protagonistas de un cambio, no de una crisis. Es necesario cambiar paradigmas, visualizar otros horizontes, comprender a las nuevas generaciones y sus formas de interactuar, generar organizaciones más eficientes y emplear métodos, no siempre tradicionales.
Las nuevas demandas han generado el cambio y producido nuevas forma de relación. Luchar por “resolver la crisis” es querer anclarse en el pasado y volver la vista hacia atrás, en lugar de apuntar el potencial creativo, hacia adelante. Las crisis se resuelven, los cambios se enfrentan. El capital humano toma el liderazgo del nuevo proceso y encabeza el ranking de la oferta. O lo vemos y nos lanzamos a por ello, o nos quedamos anclados en el tiempo.
martes, 15 de julio de 2008
Recuperar la razón
Con frecuencia se habla de ingobernabilidad o de falta de gobernanza en ciertos países y, como no, en Guatemala. Para ello se echa mano del índice correspondiente del Banco Mundial que, a su vez, está construido sobre seis variables diferentes, dos de la cuales son el Estado de Derecho (rule of law) y el control de la corrupción.
Pues bien, si usted toma los datos disponibles (1996-2007) y los ordena, comprobará que todos los países de la región tienen las más bajas calificaciones en esas dos variables. Los gobiernos se han olvidado de construir un auténtico Estado de Derecho y del deber de luchar contra la corrupción. En otras palabras, se ha hecho caso omiso de que la sociedad moderna se organiza en torno a esa ficción jurídica que es el Estado para obtener seguridad y justicia.
¿Qué ha ocurrido?. Sencillamente, el gobernante se ha dedicado a otras cosas y olvidado su principal razón de ser (civil servant o public servant). Con un discurso basado más en la emotividad que en el razón (Sartori lo expone en alguna de sus obras), el mensaje político ha tomado cierta deriva y se ha conducido rumbo a la cohesión social, la educación, la salud, los pobres, los colectivos marginados, el transporte público y gratuito, el ambientalismo y otros mensajes que la ciudadanía percibe con el corazón pero que no siempre tienen eco en la razón. No es casualidad, es producto de ciertas tendencias filosóficas posmodernistas, donde la razón fue desplazada y otras cosas ocuparon su lugar (J.J. Sebreli lo cuenta muy bien en El Olvido de la Razón).
Sin embargo, la racionalidad matemática comprueba que el fallo es continuo y sistemático. El Estado no cumple con sus cometidos y no proporciona el necesario grado de seguridad y justicia que permita, posteriormente, que el resto de condiciones se den por añadidura. No hay desarrollo social y superación de la pobreza, sin justicia. No hay salud o no sirve para mucho, si asesinan a los jóvenes porque nadie combate el alto índice de criminalidad. No hay medioambiente, si la propiedad privada no se asegura y respeta, mucho menos si se es permisivo ante las ocupaciones ilegales o incluso se justifican con argumentos irracionales. De nada vale la educación si no puede ejercerse la profesión o los costos de la inseguridad y la falta de justicia son tan elevados que impiden obtener la rentabilidad necesaria. En conclusión, nada sirve si la seguridad y la justicia no son valores que priman en la sociedad y se respetan los derechos del individuo por encima de todo, especialmente de los intereses de grupos.
Por desgracia, los Estados siguen gastando fortunas en no hacer mucho porque olvidaron su primer deber: proporcionar seguridad y justicia. Seguir tirando el presupuesto en otros rubros, sin arreglar primero aquellos, es abrir agujeros en el suelo, para luego volver a llenarlos de tierra. No hay convicción racional de esto y sí mucho de populismo emotivo que termina exaltando a las masas orteguianas y limitando el horizonte de lo estratégico al final del día.
¿Olvido, necedad o interés?. Quizá un poco de todo, aunque prime alguno de los argumentos en ciertos momentos. Lo que está claro es que ya llevamos mucho tiempo sin hacer bien las cosas y no parece que apuntemos a nada mejor. La recuperación de la razón frente a otros patrones de conducta, además de la ética, por supuesto, marcan el camino más adecuado.
Pues bien, si usted toma los datos disponibles (1996-2007) y los ordena, comprobará que todos los países de la región tienen las más bajas calificaciones en esas dos variables. Los gobiernos se han olvidado de construir un auténtico Estado de Derecho y del deber de luchar contra la corrupción. En otras palabras, se ha hecho caso omiso de que la sociedad moderna se organiza en torno a esa ficción jurídica que es el Estado para obtener seguridad y justicia.
¿Qué ha ocurrido?. Sencillamente, el gobernante se ha dedicado a otras cosas y olvidado su principal razón de ser (civil servant o public servant). Con un discurso basado más en la emotividad que en el razón (Sartori lo expone en alguna de sus obras), el mensaje político ha tomado cierta deriva y se ha conducido rumbo a la cohesión social, la educación, la salud, los pobres, los colectivos marginados, el transporte público y gratuito, el ambientalismo y otros mensajes que la ciudadanía percibe con el corazón pero que no siempre tienen eco en la razón. No es casualidad, es producto de ciertas tendencias filosóficas posmodernistas, donde la razón fue desplazada y otras cosas ocuparon su lugar (J.J. Sebreli lo cuenta muy bien en El Olvido de la Razón).
Sin embargo, la racionalidad matemática comprueba que el fallo es continuo y sistemático. El Estado no cumple con sus cometidos y no proporciona el necesario grado de seguridad y justicia que permita, posteriormente, que el resto de condiciones se den por añadidura. No hay desarrollo social y superación de la pobreza, sin justicia. No hay salud o no sirve para mucho, si asesinan a los jóvenes porque nadie combate el alto índice de criminalidad. No hay medioambiente, si la propiedad privada no se asegura y respeta, mucho menos si se es permisivo ante las ocupaciones ilegales o incluso se justifican con argumentos irracionales. De nada vale la educación si no puede ejercerse la profesión o los costos de la inseguridad y la falta de justicia son tan elevados que impiden obtener la rentabilidad necesaria. En conclusión, nada sirve si la seguridad y la justicia no son valores que priman en la sociedad y se respetan los derechos del individuo por encima de todo, especialmente de los intereses de grupos.
Por desgracia, los Estados siguen gastando fortunas en no hacer mucho porque olvidaron su primer deber: proporcionar seguridad y justicia. Seguir tirando el presupuesto en otros rubros, sin arreglar primero aquellos, es abrir agujeros en el suelo, para luego volver a llenarlos de tierra. No hay convicción racional de esto y sí mucho de populismo emotivo que termina exaltando a las masas orteguianas y limitando el horizonte de lo estratégico al final del día.
¿Olvido, necedad o interés?. Quizá un poco de todo, aunque prime alguno de los argumentos en ciertos momentos. Lo que está claro es que ya llevamos mucho tiempo sin hacer bien las cosas y no parece que apuntemos a nada mejor. La recuperación de la razón frente a otros patrones de conducta, además de la ética, por supuesto, marcan el camino más adecuado.
martes, 8 de julio de 2008
El negocio de Petrocaribe
No tiene sentido la adhesión a esa ficción comercial de Petrocaribe, salvo que pensemos mal. El abastecimiento de combustible está asegurado por la empresa privada, por lo que no hay ninguna necesidad de buscar nuevos suministradores. El precio al que Chávez nos venderá el crudo es exactamente el mismo al que se cotiza en el mercado internacional, es más, seguro que las empresas hacen esfuerzos por negociar mejor porque las utilidades le van en ello. Tercero, los empresarios terminarán teniendo que comprar el Estado-empresario, con las manipulaciones que el proceso, sin duda, conllevará. Hay que preguntarse en qué infraestructura el Estado recibirá el combustible. Si la crea, generará un enorme gasto innecesario y si se sirve de la empresarial que ya existe, estaremos o favoreciendo a algunos amigos del régimen o pactando en condiciones ventajosas con otros. Finalmente, el empresario pagará al gobierno el precio del combustible en su totalidad y, el gobierno, trasladará la mitad a Venezuela y se quedará, literalmente, con la otra mitad, aunque de camino nos hipoteca al 1% por 25 años. Nuestros hijos seguirán pagando la deuda contraída, producto de tan insigne “oportunidad mercantil”.
Al final, este negocio de Petrocaribe, no es ni más ni menos que una forma de conseguir dinero y gastarlo sin dar explicaciones que tienen los gobiernos amigos de Chávez. El caso más patético, controversial y cuestionado es el que ya tiene operativo el gobierno de Ortega, quien maneja a su antojo cientos de miles de dólares de esa forma. Esa es la línea en la que nos conduciremos, aunque dirán que el destino del dinero es para “gastos sociales”, cuento que nos siguen vendiendo a pesar de haber prorrogado por un año las concesiones a los tradicionales proveedores de medicamentos de la sanidad pública, algo que el vice dijo iba a arreglar. Supongo que será el día que haga escala en el país y se quede algunos días a enterarse de lo que pasa. O, de concederles dinero a los Alcaldes de la GANA, como compra de sus favores, eso si no hay un reparto entre los intereses de los diputados que apoyen el proyecto.
Desde que el presidente Colom llegó al gobierno giró drásticamente en la política de austeridad que había anunciado estruendosamente durante la campaña electoral. Dijo que suprimiría burocracia y que recortaría gastos. Lo que ha hecho ha sido, exactamente, lo contrario. Crearía empleo, generaría seguridad con inteligencia y potenciaría las viviendas, a pesar de que seguimos peor que en aquel entonces. Su mayor esfuerzo ha sido dedicarse a que el Congreso le aprobará créditos extraordinarios y préstamos para satisfacer las ansias gastadoras en los temas sociales, algo que, además, no llega a la población del interior, a pesar de la propaganda intensiva. Insiste en que necesita mucho más dinero y ahí está la nueva solicitud en torno a los 3000 millones y la supuesta reforma fiscal que pretende. Con Petrocaribe, terminará por contar con cerca de 3500 millones más cada año, una deuda con la dictadura chavista y una muestra del alejamiento de la órbita USA.
Nos hipotecamos con un gobierno totalitario, algo en sí mismo cuestionable, y nos unimos a un proyecto realmente nefasto y preocupante para la democracia, pero sobre todo para la economía y el desarrollo. Dentro de 25 años estaremos pagando el precio del préstamo y, además, el precio político del acercamiento a esos regímenes. ¡Otra genialidad!.
Al final, este negocio de Petrocaribe, no es ni más ni menos que una forma de conseguir dinero y gastarlo sin dar explicaciones que tienen los gobiernos amigos de Chávez. El caso más patético, controversial y cuestionado es el que ya tiene operativo el gobierno de Ortega, quien maneja a su antojo cientos de miles de dólares de esa forma. Esa es la línea en la que nos conduciremos, aunque dirán que el destino del dinero es para “gastos sociales”, cuento que nos siguen vendiendo a pesar de haber prorrogado por un año las concesiones a los tradicionales proveedores de medicamentos de la sanidad pública, algo que el vice dijo iba a arreglar. Supongo que será el día que haga escala en el país y se quede algunos días a enterarse de lo que pasa. O, de concederles dinero a los Alcaldes de la GANA, como compra de sus favores, eso si no hay un reparto entre los intereses de los diputados que apoyen el proyecto.
Desde que el presidente Colom llegó al gobierno giró drásticamente en la política de austeridad que había anunciado estruendosamente durante la campaña electoral. Dijo que suprimiría burocracia y que recortaría gastos. Lo que ha hecho ha sido, exactamente, lo contrario. Crearía empleo, generaría seguridad con inteligencia y potenciaría las viviendas, a pesar de que seguimos peor que en aquel entonces. Su mayor esfuerzo ha sido dedicarse a que el Congreso le aprobará créditos extraordinarios y préstamos para satisfacer las ansias gastadoras en los temas sociales, algo que, además, no llega a la población del interior, a pesar de la propaganda intensiva. Insiste en que necesita mucho más dinero y ahí está la nueva solicitud en torno a los 3000 millones y la supuesta reforma fiscal que pretende. Con Petrocaribe, terminará por contar con cerca de 3500 millones más cada año, una deuda con la dictadura chavista y una muestra del alejamiento de la órbita USA.
Nos hipotecamos con un gobierno totalitario, algo en sí mismo cuestionable, y nos unimos a un proyecto realmente nefasto y preocupante para la democracia, pero sobre todo para la economía y el desarrollo. Dentro de 25 años estaremos pagando el precio del préstamo y, además, el precio político del acercamiento a esos regímenes. ¡Otra genialidad!.
martes, 1 de julio de 2008
Despierta
Una vez más nos escandalizamos por los sucesos acaecidos recientemente en el Congreso. Algo similar ocurrió cuando desbancaron el IPM o el CHN, inyectaron millones en ciertos bancos, algunos se llevaron el dinero en furgones y con nocturnidad, se alteró una ley en el Congreso, los diputados intentaron, en dos ocasiones, subirse el salario o se contabilizaban más votos que diputados había presentes en las sesiones, ciertos mareros sindicales se pasearon por el Estado de Derecho, el Ejecutivo pecó reiteradamente de nepotismo o permitió un “jueves negro”, el Organismo Judicial se cuestiona innumerables veces y el MP no se sabe si sirve para algo. Eso sin contar con dos ex presidentes huidos, un subdirector de policía buscado, un jefe de tránsito perdido, un vice y algún ministro que cumplieron o siguen en prisión y otros muchos prófugos o escondidos como ratas. Con qué facilidad extendemos nuestro recuerdo a la “opresión” de los 500 años de la conquista o al flagelo de los 36 años de conflicto interno y, sin embargo, la memoria se nos bloquea en el pasado inmediato.
Somos un país de quejumbrosos que no terminamos de ponernos los pantalones para enfrentar los problemas de un Estado patrimonialista. A la clase política no le interesa conectar con la ciudadanía, es más, le pela. Hay un club privado donde ingresan una serie de personajes que consideran que el Estado es suyo y pueden hacer lo que les venga en gana. Manejan fondos a su capricho y con descaro. Creen que eso de la política es “un proyecto familiar” y así lo declaraba “victoriosamente” no ha mucho un grupo de diputados y políticos que se dedicarán, a partir de ahora, a esa “altruista y noble empresa”, sin olvidar que en otros municipios ocurre lo mismo. Con el cuento de que luchan por los pobres y desvalidos, terminan amansando fortunas, desvalijando las arcas públicas y situando a sus inútiles amigos en puestos que deberían concederse por méritos. Mientras, nosotros, los ciudadanos, nos seguimos lamentando día tras día, sin, de una vez por todas, tener los bemoles de mandarlos a donde se merecen casi todos: al carajo o a su casa, para que de verdad trabajen.
Por si fuera poco, nos encanta mendigar migajitas de ese otro pastel que es la ayuda internacional. Sería bueno leer la historia de Bélgica, Holanda, Suecia, Noruega o Suiza, para ver en qué momento despegaron a base de esos incentivos. Invadidos por tribus bárbaras por siglos, conquistados por vikingos con cara de mala leche y cuernos en el casco, cuando no por rudos españoles de los Tercios de Flandes, salieron adelante por ellos mismos. Supongo que un día, al mirarse al espejo, decidieron llenar su espíritu y mente de dignidad, seriedad, espíritu constructivo, pro actividad, ética en el comportamiento, trabajo duro, capacidad de hacer frente a los delincuentes, sean o no políticos, fuerza y valor para decir las cosas por su nombre y en la cara, sin vueltas, rodeos, tapujos ni vergüenza. Desecharon la hipocresía como forma habitual de comportamiento. Decidieron construir el país por el que habían soñado mirando hacia el futuro y, supongo, que así seguirían reflexionando un rato más en su soledad de seres humanos. No se quejaron, solamente actuaron. Fueron libres y decididos.Aquí seguimos lo mismo, porque no despertamos. Por si fuera poco hay quienes creen que vamos en el rumbo correcto. Supongo que querrán decir que estaremos jodidos por otra centuria.
Somos un país de quejumbrosos que no terminamos de ponernos los pantalones para enfrentar los problemas de un Estado patrimonialista. A la clase política no le interesa conectar con la ciudadanía, es más, le pela. Hay un club privado donde ingresan una serie de personajes que consideran que el Estado es suyo y pueden hacer lo que les venga en gana. Manejan fondos a su capricho y con descaro. Creen que eso de la política es “un proyecto familiar” y así lo declaraba “victoriosamente” no ha mucho un grupo de diputados y políticos que se dedicarán, a partir de ahora, a esa “altruista y noble empresa”, sin olvidar que en otros municipios ocurre lo mismo. Con el cuento de que luchan por los pobres y desvalidos, terminan amansando fortunas, desvalijando las arcas públicas y situando a sus inútiles amigos en puestos que deberían concederse por méritos. Mientras, nosotros, los ciudadanos, nos seguimos lamentando día tras día, sin, de una vez por todas, tener los bemoles de mandarlos a donde se merecen casi todos: al carajo o a su casa, para que de verdad trabajen.
Por si fuera poco, nos encanta mendigar migajitas de ese otro pastel que es la ayuda internacional. Sería bueno leer la historia de Bélgica, Holanda, Suecia, Noruega o Suiza, para ver en qué momento despegaron a base de esos incentivos. Invadidos por tribus bárbaras por siglos, conquistados por vikingos con cara de mala leche y cuernos en el casco, cuando no por rudos españoles de los Tercios de Flandes, salieron adelante por ellos mismos. Supongo que un día, al mirarse al espejo, decidieron llenar su espíritu y mente de dignidad, seriedad, espíritu constructivo, pro actividad, ética en el comportamiento, trabajo duro, capacidad de hacer frente a los delincuentes, sean o no políticos, fuerza y valor para decir las cosas por su nombre y en la cara, sin vueltas, rodeos, tapujos ni vergüenza. Desecharon la hipocresía como forma habitual de comportamiento. Decidieron construir el país por el que habían soñado mirando hacia el futuro y, supongo, que así seguirían reflexionando un rato más en su soledad de seres humanos. No se quejaron, solamente actuaron. Fueron libres y decididos.Aquí seguimos lo mismo, porque no despertamos. Por si fuera poco hay quienes creen que vamos en el rumbo correcto. Supongo que querrán decir que estaremos jodidos por otra centuria.