Una vez más nos escandalizamos por los sucesos acaecidos recientemente en el Congreso. Algo similar ocurrió cuando desbancaron el IPM o el CHN, inyectaron millones en ciertos bancos, algunos se llevaron el dinero en furgones y con nocturnidad, se alteró una ley en el Congreso, los diputados intentaron, en dos ocasiones, subirse el salario o se contabilizaban más votos que diputados había presentes en las sesiones, ciertos mareros sindicales se pasearon por el Estado de Derecho, el Ejecutivo pecó reiteradamente de nepotismo o permitió un “jueves negro”, el Organismo Judicial se cuestiona innumerables veces y el MP no se sabe si sirve para algo. Eso sin contar con dos ex presidentes huidos, un subdirector de policía buscado, un jefe de tránsito perdido, un vice y algún ministro que cumplieron o siguen en prisión y otros muchos prófugos o escondidos como ratas. Con qué facilidad extendemos nuestro recuerdo a la “opresión” de los 500 años de la conquista o al flagelo de los 36 años de conflicto interno y, sin embargo, la memoria se nos bloquea en el pasado inmediato.
Somos un país de quejumbrosos que no terminamos de ponernos los pantalones para enfrentar los problemas de un Estado patrimonialista. A la clase política no le interesa conectar con la ciudadanía, es más, le pela. Hay un club privado donde ingresan una serie de personajes que consideran que el Estado es suyo y pueden hacer lo que les venga en gana. Manejan fondos a su capricho y con descaro. Creen que eso de la política es “un proyecto familiar” y así lo declaraba “victoriosamente” no ha mucho un grupo de diputados y políticos que se dedicarán, a partir de ahora, a esa “altruista y noble empresa”, sin olvidar que en otros municipios ocurre lo mismo. Con el cuento de que luchan por los pobres y desvalidos, terminan amansando fortunas, desvalijando las arcas públicas y situando a sus inútiles amigos en puestos que deberían concederse por méritos. Mientras, nosotros, los ciudadanos, nos seguimos lamentando día tras día, sin, de una vez por todas, tener los bemoles de mandarlos a donde se merecen casi todos: al carajo o a su casa, para que de verdad trabajen.
Por si fuera poco, nos encanta mendigar migajitas de ese otro pastel que es la ayuda internacional. Sería bueno leer la historia de Bélgica, Holanda, Suecia, Noruega o Suiza, para ver en qué momento despegaron a base de esos incentivos. Invadidos por tribus bárbaras por siglos, conquistados por vikingos con cara de mala leche y cuernos en el casco, cuando no por rudos españoles de los Tercios de Flandes, salieron adelante por ellos mismos. Supongo que un día, al mirarse al espejo, decidieron llenar su espíritu y mente de dignidad, seriedad, espíritu constructivo, pro actividad, ética en el comportamiento, trabajo duro, capacidad de hacer frente a los delincuentes, sean o no políticos, fuerza y valor para decir las cosas por su nombre y en la cara, sin vueltas, rodeos, tapujos ni vergüenza. Desecharon la hipocresía como forma habitual de comportamiento. Decidieron construir el país por el que habían soñado mirando hacia el futuro y, supongo, que así seguirían reflexionando un rato más en su soledad de seres humanos. No se quejaron, solamente actuaron. Fueron libres y decididos.Aquí seguimos lo mismo, porque no despertamos. Por si fuera poco hay quienes creen que vamos en el rumbo correcto. Supongo que querrán decir que estaremos jodidos por otra centuria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario