No tiene sentido la adhesión a esa ficción comercial de Petrocaribe, salvo que pensemos mal. El abastecimiento de combustible está asegurado por la empresa privada, por lo que no hay ninguna necesidad de buscar nuevos suministradores. El precio al que Chávez nos venderá el crudo es exactamente el mismo al que se cotiza en el mercado internacional, es más, seguro que las empresas hacen esfuerzos por negociar mejor porque las utilidades le van en ello. Tercero, los empresarios terminarán teniendo que comprar el Estado-empresario, con las manipulaciones que el proceso, sin duda, conllevará. Hay que preguntarse en qué infraestructura el Estado recibirá el combustible. Si la crea, generará un enorme gasto innecesario y si se sirve de la empresarial que ya existe, estaremos o favoreciendo a algunos amigos del régimen o pactando en condiciones ventajosas con otros. Finalmente, el empresario pagará al gobierno el precio del combustible en su totalidad y, el gobierno, trasladará la mitad a Venezuela y se quedará, literalmente, con la otra mitad, aunque de camino nos hipoteca al 1% por 25 años. Nuestros hijos seguirán pagando la deuda contraída, producto de tan insigne “oportunidad mercantil”.
Al final, este negocio de Petrocaribe, no es ni más ni menos que una forma de conseguir dinero y gastarlo sin dar explicaciones que tienen los gobiernos amigos de Chávez. El caso más patético, controversial y cuestionado es el que ya tiene operativo el gobierno de Ortega, quien maneja a su antojo cientos de miles de dólares de esa forma. Esa es la línea en la que nos conduciremos, aunque dirán que el destino del dinero es para “gastos sociales”, cuento que nos siguen vendiendo a pesar de haber prorrogado por un año las concesiones a los tradicionales proveedores de medicamentos de la sanidad pública, algo que el vice dijo iba a arreglar. Supongo que será el día que haga escala en el país y se quede algunos días a enterarse de lo que pasa. O, de concederles dinero a los Alcaldes de la GANA, como compra de sus favores, eso si no hay un reparto entre los intereses de los diputados que apoyen el proyecto.
Desde que el presidente Colom llegó al gobierno giró drásticamente en la política de austeridad que había anunciado estruendosamente durante la campaña electoral. Dijo que suprimiría burocracia y que recortaría gastos. Lo que ha hecho ha sido, exactamente, lo contrario. Crearía empleo, generaría seguridad con inteligencia y potenciaría las viviendas, a pesar de que seguimos peor que en aquel entonces. Su mayor esfuerzo ha sido dedicarse a que el Congreso le aprobará créditos extraordinarios y préstamos para satisfacer las ansias gastadoras en los temas sociales, algo que, además, no llega a la población del interior, a pesar de la propaganda intensiva. Insiste en que necesita mucho más dinero y ahí está la nueva solicitud en torno a los 3000 millones y la supuesta reforma fiscal que pretende. Con Petrocaribe, terminará por contar con cerca de 3500 millones más cada año, una deuda con la dictadura chavista y una muestra del alejamiento de la órbita USA.
Nos hipotecamos con un gobierno totalitario, algo en sí mismo cuestionable, y nos unimos a un proyecto realmente nefasto y preocupante para la democracia, pero sobre todo para la economía y el desarrollo. Dentro de 25 años estaremos pagando el precio del préstamo y, además, el precio político del acercamiento a esos regímenes. ¡Otra genialidad!.
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