Nuevamente el “representante” magisterial Acevedo ha vuelto a salir a la palestra. Pareciera que el silencio que guardaba era producto de algún pacto o bien de que no quería le cuestionasen como iba la causa de despido que inició la anterior administración y que parece que por la lentitud de la justicia o por la inoperancia de la misma no termina de resolverse o ejecutarse.
El colectivo de maestros que laboraba en PRONADE le ha hecho frente a los intereses sindicales del señor Acevedo y eso no le ha gustado nada. Pareciera que, tal y como manifestó, él debe ser el único interlocutor con el ministerio y el gobierno, sin saberse muy bien quien le ha investido de la calidad de único representante ni en qué condiciones.
El PRONADE, que el gobierno de la UNE y el sindicalismo desbarataron, resulta que fue considerado “la principal estrategia que se ha llevado a cabo para avanzar en la meta de tasa neta de escolaridad”, cita que copio textualmente de la página doce del informe: La infancia y los objetivos del milenio, de Naciones Unidas, lo que pone sobre la mesa la cortedad de mente y visión de sus detractores y la negación de la competencia y la calidad frente a la acomodación y los intereses personales por encima de los derechos de las personas.
Así las cosas, el absolutismo de la sindicación monopólica magisterial, personificada en ese “representante” procesado y a punto de ser destituido tras sentencia condenatoria de un juzgado de Trabajo, en febrero de este año, luego de determinar que se había ausentado de sus labores durante varios meses, sin dejar de cobrar su salario, alegando que se dedicaba a labores sindicales, pareciera que no se ha terminado, ni mucho menos que la causa por la que fue condenado siga su curso.
El individuo en cuestión, por cierto con abogado directamente conectado con las dos más eficientes administradoras de este gobierno, pareciera que es inmune al sistema judicial, algo que no deja de preocupar a la ciudadanía que ve como los condenados en tribunales que son amigos de los amigos políticos, no tienen nada que temer del sistema, lo que fomenta la impunidad y la falta de credibilidad del mismo.
Pero, como los enanos crecen en todas partes, el colectivo de maestros del PRONADE se han enfrentado al todopoderoso sindicalista y no están dispuestos, como parecer ser que le exigen, a que se sometan a la representación de aquel so pena de no ser contratados con las condiciones y garantías que les fueron promeditas al inicio de este gobierno.
El liderazgo, señor Acevedo, no es algo que se impone, sino que se gana. Quizá, ya llegó la hora de que se retire y deje a otros que construyan el país de manera diferente o que simplemente lo construyan. Como ya no dispondrá del tiempo libre que se tomaba para representación sindical, puede dedicarse a trabajar en lo que parece fue su vocación inicial o mejor a otra cosa y dejar avanzar la educación por vías útiles y eficientes. Sería bueno alejarse del poder y la política y no querer imponer sus criterios que solo sirven a sectores de su círculo de influencia. La educación, la buena educación, no es responsabilidad suya, sino de los padres de familia a los que usted parece querer sustituir o anular. Fíjese la de cosas que puede hacer en el futuro.
Este es un blog personal donde se editan las columnas de opinion (y otras) que semanalmente publico en el diario PRENSA LIBRE de Guatemala. La idea es generar un espacio de debate y opinión con los lectores, de forma que la libertad de expresión sea en doble sentido.
viernes, 31 de octubre de 2008
lunes, 27 de octubre de 2008
Politiquería
En demasiados países, el político electo (y a veces su familia y amigos) cree que puede hacer lo que le venga en gana, como se le ocurra y sin importarle los efectos secundarios. Piensa que tiene el poder absoluto sin darse cuenta que únicamente es gestor de un contrato cuyos términos precisos, establecidos en la constitución, no puede sobrepasar. Esa norma es el límite de su poder y, a diferencia del derecho privado, el político no puede hacer nada que no le esté permitido, mientras el resto de individuos pueden hacer todo lo no prohibido. No terminan de enterarse que son los ciudadanos quienes les pagamos y los que realmente tenemos la fuerza y la facultad de decidir lo que creemos mejor con nuestras sugerencias, votos, opiniones y otros mecanismos. Cuando actúan anómalamente merecen ser criticados y hasta deberíamos poder despedirlos, aunque ellos se encargan de blindarse con leyes como la del antejuicio, la de difamación o la de desacato.
Se han cambiado los papeles. Durante el proceso electoral se hacen llamar Angelito, Manolito, Guayito -o su equivalente en otros idiomas- y ya en el poder se olvidan del diminutivo y pretenden que les rindamos pleitesía, les dejemos libre el paso por la ciudad, les paguemos pasajes en primera clase o en avión privado o les cerremos calles para que puedan moverse fácilmente. No se enteran que son empleados nuestros, servidores públicos y no sujetos de autoritarismo o poder absoluto. Hay que dejar clara la diferencia entre ciudadano con derechos y súbdito con deberes. El primero exige, pide cuentas y el segundo hace lo que el gobernante le permite. Es precisamente este cambio de rol lo que entorpece la relación y el entendimiento y cuando se les critica, algunos se ofenden, se indignan, en vez de venir inmediatamente a pedir disculpas por no escuchar, haber actuado mal, torpemente o con mala fe o rendir cuentas (accountability), que parece un término más correcto y político.
Los peores, que también los hay, se roban el dinero que pagamos por medio de impuestos. Se van de viaje por el mundo sin explicar para qué y cuál es el beneficio. Se recetan jugosos viáticos y cuando se demuestra que no debieron haberlos cobrado, tardan meses en devolverlos o nunca lo hacen. Realizan, con dinero público, inversiones oscuras, manipuladas, con rentas que revierten en ellos o en el partido y con pingues beneficios que invierten en propiedades, autos o similares y, si usted lo cuenta o cuestiona, ellos, sus empleados, se indignan, ¿qué le parece?.
Muchos políticos electos, se han convertido en señores feudales cuando no en príncipes con derecho de pernada. Creen que están por encima del bien y del mal, tienen fuero propio, se blindan, apañan y amañan pactos de protección mutua y se colectivizan. Viajan en carros blindados, con seguridad que el resto pagamos y de la que carecemos. Manejan fondos a su criterio y capricho, sin dar explicaciones y si se solicitan, se refugian en el secreto de Estado o despliegan cualquier otra burla, dilación o artificio jurídico. Otros más, simplemente, se roban descaradamente el dinero.
Después de más 500 años de conquista, 187 de independencia y 12 de paz, hay que dejar de pedir autorización para hablar y acostumbrarse a decir las cosas directamente, en la cara y con la necesaria contundencia. Seguimos pidiendo permiso a quienes elegimos y consintiendo sus desmanes. No más miedo, no más intimidación, no más autorización para opinar. Seamos libres de verdad, porque de usted es el poder y la responsabilidad del cambio.
Se han cambiado los papeles. Durante el proceso electoral se hacen llamar Angelito, Manolito, Guayito -o su equivalente en otros idiomas- y ya en el poder se olvidan del diminutivo y pretenden que les rindamos pleitesía, les dejemos libre el paso por la ciudad, les paguemos pasajes en primera clase o en avión privado o les cerremos calles para que puedan moverse fácilmente. No se enteran que son empleados nuestros, servidores públicos y no sujetos de autoritarismo o poder absoluto. Hay que dejar clara la diferencia entre ciudadano con derechos y súbdito con deberes. El primero exige, pide cuentas y el segundo hace lo que el gobernante le permite. Es precisamente este cambio de rol lo que entorpece la relación y el entendimiento y cuando se les critica, algunos se ofenden, se indignan, en vez de venir inmediatamente a pedir disculpas por no escuchar, haber actuado mal, torpemente o con mala fe o rendir cuentas (accountability), que parece un término más correcto y político.
Los peores, que también los hay, se roban el dinero que pagamos por medio de impuestos. Se van de viaje por el mundo sin explicar para qué y cuál es el beneficio. Se recetan jugosos viáticos y cuando se demuestra que no debieron haberlos cobrado, tardan meses en devolverlos o nunca lo hacen. Realizan, con dinero público, inversiones oscuras, manipuladas, con rentas que revierten en ellos o en el partido y con pingues beneficios que invierten en propiedades, autos o similares y, si usted lo cuenta o cuestiona, ellos, sus empleados, se indignan, ¿qué le parece?.
Muchos políticos electos, se han convertido en señores feudales cuando no en príncipes con derecho de pernada. Creen que están por encima del bien y del mal, tienen fuero propio, se blindan, apañan y amañan pactos de protección mutua y se colectivizan. Viajan en carros blindados, con seguridad que el resto pagamos y de la que carecemos. Manejan fondos a su criterio y capricho, sin dar explicaciones y si se solicitan, se refugian en el secreto de Estado o despliegan cualquier otra burla, dilación o artificio jurídico. Otros más, simplemente, se roban descaradamente el dinero.
Después de más 500 años de conquista, 187 de independencia y 12 de paz, hay que dejar de pedir autorización para hablar y acostumbrarse a decir las cosas directamente, en la cara y con la necesaria contundencia. Seguimos pidiendo permiso a quienes elegimos y consintiendo sus desmanes. No más miedo, no más intimidación, no más autorización para opinar. Seamos libres de verdad, porque de usted es el poder y la responsabilidad del cambio.
lunes, 20 de octubre de 2008
¿(In)justicia?
La llegada del ex presidente prófugo ha evidenciado enormes deficiencias en el sistema político y judicial. Una de ellas, es la negación de información pública. No se puede hacer una extradición sin autorización y conocimiento de la estructura política, es decir de la Cancillería y del Ejecutivo. El silencio en el procedimiento, la forma y otros detalles, todos públicos, sigue siendo, como otros asuntos, tema vedado a los ciudadanos. Negar que se sabía que llegaba, que se tenían detalles y se había autorizado u otras cuestiones es, simplemente, ocultar información y eso está reñido con la transparencia. Todo se sabía o se había pactado y todo se ocultó.
El sistema de justicia ha crujido. Después de cuestionarse la desaparición, durante el gobierno del FRG, de más de doce mil millones de quetzales y otros supuestos delitos, el MP (Florido) únicamente tuvo tiempo, ganas o interés de avanzar en la causa sobre el peculado, delito pobremente penado y del que será muy difícil acusar al ex mandatario por razones técnicas. El huido se presentó como un héroe, con su acostumbrado discurso trasnochado y populista. Tras quince minutos desde que aterrizó, toda la plana mayor del FRG (general incluido) se presentó en el juzgado y parece ser que también una mujer, alta autoridad de la PNC, permanecía discreta y silenciosamente en uno de los despachos del mismo edificio. Ante toda esa cohorte expectante, el juez impuso una fianza mínima sin tener en cuenta que estuvo fugado por años, confesó la autoría de crímenes en el pasado y el monto de la cantidad desaparecida era muy elevado, entre otros extremos. Si el juez hubiese leído a Adam Smith tendría más referentes: “El quebrantador de las leyes de justicia debería sentir, él mismo el mal que ha hecho a los demás [….], deberá ser abrumado por el miedo al sufrimiento propio”.
Con este panorama, es difícil que el país se proyecte como promotor del Estado de Derecho. Las percepciones son importantísimas y la que ahora vaga por la mente de los ciudadanos es que cuanto más criminal, corrupto y miserable se sea mejor, porque parece que el sistema lo protege. Sin embargo no tengas una reyerta o un accidente de tráfico porque te vas al bote, sin compasión. ¿Justicia?.
Mientras, abstraídos y ensimismados, los miembros de la CSJ son incapaces de elegir a su presidente distrayéndose con lo urgente y olvidando lo importante. Si habla con algunos jueces le dirán que ciertos auxiliares venden o pierden interesadamente las notificaciones judiciales; otros que reciben visitas de personas armadas y les dicen lo que tienen que firmar; un tercer grupo se deja llevar por la dinámica de los acontecimientos y no se mueve, so pena de que lo frieguen, despidan o trasladen y, mientras, las personas honradas no sabe a quién acudir porque el sistema es un fracaso anunciado o interesado. El resultado es que se fomenta la corrupción, los linchamientos y la toma de justicia por mano propia. La impunidad campea y se vuelve norma, desplazando valores morales y comportamiento ético. El Estado de Derecho, que no de legalidad, es fundamental para el desarrollo, la atracción de inversiones y la vida cotidiana. Cuando no se sabe a quién acudir porque no se tiene confianza en el sistema, la ley de la selva aflora y cada cual a lo suyo. Si se comenzará por arreglar la justicia y la seguridad se podría construir cualquier proyecto. Poniendo más atención en otras cosas que en esas, estamos perdiendo el tiempo.
El sistema de justicia ha crujido. Después de cuestionarse la desaparición, durante el gobierno del FRG, de más de doce mil millones de quetzales y otros supuestos delitos, el MP (Florido) únicamente tuvo tiempo, ganas o interés de avanzar en la causa sobre el peculado, delito pobremente penado y del que será muy difícil acusar al ex mandatario por razones técnicas. El huido se presentó como un héroe, con su acostumbrado discurso trasnochado y populista. Tras quince minutos desde que aterrizó, toda la plana mayor del FRG (general incluido) se presentó en el juzgado y parece ser que también una mujer, alta autoridad de la PNC, permanecía discreta y silenciosamente en uno de los despachos del mismo edificio. Ante toda esa cohorte expectante, el juez impuso una fianza mínima sin tener en cuenta que estuvo fugado por años, confesó la autoría de crímenes en el pasado y el monto de la cantidad desaparecida era muy elevado, entre otros extremos. Si el juez hubiese leído a Adam Smith tendría más referentes: “El quebrantador de las leyes de justicia debería sentir, él mismo el mal que ha hecho a los demás [….], deberá ser abrumado por el miedo al sufrimiento propio”.
Con este panorama, es difícil que el país se proyecte como promotor del Estado de Derecho. Las percepciones son importantísimas y la que ahora vaga por la mente de los ciudadanos es que cuanto más criminal, corrupto y miserable se sea mejor, porque parece que el sistema lo protege. Sin embargo no tengas una reyerta o un accidente de tráfico porque te vas al bote, sin compasión. ¿Justicia?.
Mientras, abstraídos y ensimismados, los miembros de la CSJ son incapaces de elegir a su presidente distrayéndose con lo urgente y olvidando lo importante. Si habla con algunos jueces le dirán que ciertos auxiliares venden o pierden interesadamente las notificaciones judiciales; otros que reciben visitas de personas armadas y les dicen lo que tienen que firmar; un tercer grupo se deja llevar por la dinámica de los acontecimientos y no se mueve, so pena de que lo frieguen, despidan o trasladen y, mientras, las personas honradas no sabe a quién acudir porque el sistema es un fracaso anunciado o interesado. El resultado es que se fomenta la corrupción, los linchamientos y la toma de justicia por mano propia. La impunidad campea y se vuelve norma, desplazando valores morales y comportamiento ético. El Estado de Derecho, que no de legalidad, es fundamental para el desarrollo, la atracción de inversiones y la vida cotidiana. Cuando no se sabe a quién acudir porque no se tiene confianza en el sistema, la ley de la selva aflora y cada cual a lo suyo. Si se comenzará por arreglar la justicia y la seguridad se podría construir cualquier proyecto. Poniendo más atención en otras cosas que en esas, estamos perdiendo el tiempo.
lunes, 13 de octubre de 2008
Del 190 al 192
Cuando el pasado año se anunció la candidatura del Dr. Espada, muchas voces se alzaron en contra de la misma. El argumento principal se sustentaba en cómo un doctor que llevaba tanto tiempo ausente del país y no contaba con experiencia política, podía resultar una buena opción. Poco o nada se ha dicho de la labor del vice en estos meses que ya apuntan al año.
Los cometidos del vicepresidente están detallados en el artículo 191 de la constitución política. Por si fuera poco, durante la campaña electoral manifestó que coordinaría ciertos programas sociales, especialmente los temas de sanidad, toda vez que contaba con una vasta experiencia. Sin embargo, a la fecha, además de viajar mucho y tener probada una facilidad de palabra que le hace arrepentirse o aclarar sus manifestaciones inmediatamente después, no hay resultados positivos de su gestión.
La coordinación de los ministros del gobierno la hace ella mejor que él y, como compensación, le hacen creer que viajando por el mundo participa en la formulación de la política exterior, otra de sus misiones, aunque como norteamericano el primer país que visitó fue Cuba, lo que podría haber entrado en conflicto con su ciudadanía y las restricciones que USA tiene para con la isla. Torpe el consejero, poco avizor o con muy mala leche.
Señor Espada, usted es un hombre de un historial profesional sobresaliente, muy brillante. Nunca le creí un político y sigo sin tener fe en ello, sin embargo, su carácter, su experiencia, su dedicación y valores más que demostrados, hicieron pensar a muchos que sería el bastión contra el que se estrellaría la avaricia y ambición de cualquier gobierno, cuando no la inoperancia y la desfachatez. En contra de esas esperanzas y de sus promesas, la salud, por ejemplo, presenta los mismos males sintomáticos que antes o incluso estamos peor. Usted ha permitido las tres (que no una) prórrogas al suministro de medicamentos que tanto criticó en la campaña y en la misma dirección interesada, la concesión de la provisión de servicios médicos especializados, eso por no poner sobre la mesa la aparición de medicamentos caducados contra el VIH y algunos millones sin auditar. Pareciera, don Rafael, que se ha acomodado y olvidado sus promesas, pero sobre todo la claridad y la dignidad con las que las hacía, me recuerda lo que al respecto decía Adam Smith: “Para los que se han acostumbrado a la posesión o incluso la esperanza de la admiración pública, todos los demás placeres se debilitan y decaen”.
No es necesario, señor vicepresidente, esperar más tiempo para tenerlo más claro, sobre todo después de la clavada de Portillo y otras peores que sin duda le esperan. Si usted sigue de grumete en ese barco que hace aguas, será igual de responsable que el resto por manipulación, populismo y falacia, cuando no de otras cosas más graves, recuerde que todo termina, hasta el mandato político. La renuncia no es de cobardes, todo lo contrario, hay que tenerlos muy bien puestos para mandar a paseo a quienes no cumplen o abusan, más si están cerca de uno y lo halagan o babosean, hay precedente histórico de ello. Mire usted, el historial de vida tarda años en hacerse pero se pierde en muy poco tiempo, como el honor y, especialmente a cierta edad, más vale honra sin barcos que a la inversa. Octubre es mes de revolución y el artículo 192 le da salida. Usted verá que hace.
Los cometidos del vicepresidente están detallados en el artículo 191 de la constitución política. Por si fuera poco, durante la campaña electoral manifestó que coordinaría ciertos programas sociales, especialmente los temas de sanidad, toda vez que contaba con una vasta experiencia. Sin embargo, a la fecha, además de viajar mucho y tener probada una facilidad de palabra que le hace arrepentirse o aclarar sus manifestaciones inmediatamente después, no hay resultados positivos de su gestión.
La coordinación de los ministros del gobierno la hace ella mejor que él y, como compensación, le hacen creer que viajando por el mundo participa en la formulación de la política exterior, otra de sus misiones, aunque como norteamericano el primer país que visitó fue Cuba, lo que podría haber entrado en conflicto con su ciudadanía y las restricciones que USA tiene para con la isla. Torpe el consejero, poco avizor o con muy mala leche.
Señor Espada, usted es un hombre de un historial profesional sobresaliente, muy brillante. Nunca le creí un político y sigo sin tener fe en ello, sin embargo, su carácter, su experiencia, su dedicación y valores más que demostrados, hicieron pensar a muchos que sería el bastión contra el que se estrellaría la avaricia y ambición de cualquier gobierno, cuando no la inoperancia y la desfachatez. En contra de esas esperanzas y de sus promesas, la salud, por ejemplo, presenta los mismos males sintomáticos que antes o incluso estamos peor. Usted ha permitido las tres (que no una) prórrogas al suministro de medicamentos que tanto criticó en la campaña y en la misma dirección interesada, la concesión de la provisión de servicios médicos especializados, eso por no poner sobre la mesa la aparición de medicamentos caducados contra el VIH y algunos millones sin auditar. Pareciera, don Rafael, que se ha acomodado y olvidado sus promesas, pero sobre todo la claridad y la dignidad con las que las hacía, me recuerda lo que al respecto decía Adam Smith: “Para los que se han acostumbrado a la posesión o incluso la esperanza de la admiración pública, todos los demás placeres se debilitan y decaen”.
No es necesario, señor vicepresidente, esperar más tiempo para tenerlo más claro, sobre todo después de la clavada de Portillo y otras peores que sin duda le esperan. Si usted sigue de grumete en ese barco que hace aguas, será igual de responsable que el resto por manipulación, populismo y falacia, cuando no de otras cosas más graves, recuerde que todo termina, hasta el mandato político. La renuncia no es de cobardes, todo lo contrario, hay que tenerlos muy bien puestos para mandar a paseo a quienes no cumplen o abusan, más si están cerca de uno y lo halagan o babosean, hay precedente histórico de ello. Mire usted, el historial de vida tarda años en hacerse pero se pierde en muy poco tiempo, como el honor y, especialmente a cierta edad, más vale honra sin barcos que a la inversa. Octubre es mes de revolución y el artículo 192 le da salida. Usted verá que hace.
lunes, 6 de octubre de 2008
Policía
El modelo policial que tenemos en el país, producto de los Acuerdos de Paz, es un fracaso absoluto. Ni ha servido, ni sirve para casi nada, mucho menos para cumplir eficientemente su misión de proporcionar seguridad. Seguir insistiendo en mejorarlo, profesionalizarlo, modernizarlo o cualquier otro “arlo” (que no sea botarlo o cambiarlo), es una pérdida de tiempo y una agónica prolongación del mismo. Sin embargo, tanto si continúa ese modelo como si se busca implementar uno nuevo, hay un factor que no debe olvidarse: detrás de cada policía hay un ser humano, un individuo, una persona. Pareciera que parte del fracaso es precisamente haber desconocido esa realidad.
Si el policía tiene que patrullar por la noche, haga frio o calor, nadie le paga un café o un vaso de agua. Si quiere descansar después de salir de trabajar, lo más que encuentra es un dormitorio colectivo con algo parecido a un colchón, baños sin higiene, sin agua caliente, sin jabón, mucho menos papel higiénico o toallas. Eso sin entrar a considerar si funcionan los retretes o hay forma de lavarse y secarse las manos. No hay posibilidad de descansar por carencia de condiciones mínimas de comodidad. ¿Las sábanas?, un lujo fuera de todo alcance. Además, si sale de patrulla o está de retén o cualquier actividad que le lleve más tiempo que el normal de servicio, tampoco siempre se le abona la comida, aunque las circunstancias sean extraordinarias, por lo que debe de sacar de su sueldo aquello que necesita consumir. Por no entrar en cómo se pagan los uniformes o las balas que se pierden.
El destino lo determina el jefe, a su criterio y capricho. Hay que supeditarse a los gustos y exigencias de aquel, por muy extravagantes que parezcan. Policías que reciben un sobresueldo por estar, por ejemplo, asignados a ciertas embajadas, deben compartir ese plus con algunos jefes, de lo contrario, son sacados sin contemplaciones. O se cumple con el todopoderoso jefe o se es trasladado inmediatamente. Lo que se está haciendo es anular a la persona en beneficio del sometimiento al jefe y a la organización y olvidándose del ciudadano y de uno mismo. Al frente del sistema, distintos reyezuelos que hacen y deshacen a su antojo y generan como modelo de carrera la idea de llegar a poder mandar, para hacer exactamente lo mismo que hicieron con uno y recuperar las “inversiones”.
El ser humano es lo importante, el individuo es el que realmente genera creatividad y competencia. En países desarrollados, el policía patrulla en un vehículo solo y con una cámara de TV y cada cual asume su responsabilidad profesional. La persona sustituye a la patrulla, al colectivo. Hay que promover el desarrollo y el ejercicio de la responsabilidad individual y dejar la colectivización y el corporativismo de un lado, sobre todo cuando de eficacia se trata. Seguir con un modelo donde la persona no vale más que para obedecer, no cuenta con comodidades básicas, está sometido a sus jefes y alejado de su familia, vive en cuarteles de forma colectiva y muchas más cosas, es promover guetos y generar un modelo disfuncional que termina por producir externalidades negativas como las que muchos han sufrido. Ahí está el reto para los funcionarios honestos y para quienes de verdad aman su trabajo, que también los hay. ¿Qué parte de los tres mil millones que quiere de más el gobierno se destinarán para esto?. ¿Está el ser humano contemplado en las nuevas estrategias de “modernización” policial?.
Si el policía tiene que patrullar por la noche, haga frio o calor, nadie le paga un café o un vaso de agua. Si quiere descansar después de salir de trabajar, lo más que encuentra es un dormitorio colectivo con algo parecido a un colchón, baños sin higiene, sin agua caliente, sin jabón, mucho menos papel higiénico o toallas. Eso sin entrar a considerar si funcionan los retretes o hay forma de lavarse y secarse las manos. No hay posibilidad de descansar por carencia de condiciones mínimas de comodidad. ¿Las sábanas?, un lujo fuera de todo alcance. Además, si sale de patrulla o está de retén o cualquier actividad que le lleve más tiempo que el normal de servicio, tampoco siempre se le abona la comida, aunque las circunstancias sean extraordinarias, por lo que debe de sacar de su sueldo aquello que necesita consumir. Por no entrar en cómo se pagan los uniformes o las balas que se pierden.
El destino lo determina el jefe, a su criterio y capricho. Hay que supeditarse a los gustos y exigencias de aquel, por muy extravagantes que parezcan. Policías que reciben un sobresueldo por estar, por ejemplo, asignados a ciertas embajadas, deben compartir ese plus con algunos jefes, de lo contrario, son sacados sin contemplaciones. O se cumple con el todopoderoso jefe o se es trasladado inmediatamente. Lo que se está haciendo es anular a la persona en beneficio del sometimiento al jefe y a la organización y olvidándose del ciudadano y de uno mismo. Al frente del sistema, distintos reyezuelos que hacen y deshacen a su antojo y generan como modelo de carrera la idea de llegar a poder mandar, para hacer exactamente lo mismo que hicieron con uno y recuperar las “inversiones”.
El ser humano es lo importante, el individuo es el que realmente genera creatividad y competencia. En países desarrollados, el policía patrulla en un vehículo solo y con una cámara de TV y cada cual asume su responsabilidad profesional. La persona sustituye a la patrulla, al colectivo. Hay que promover el desarrollo y el ejercicio de la responsabilidad individual y dejar la colectivización y el corporativismo de un lado, sobre todo cuando de eficacia se trata. Seguir con un modelo donde la persona no vale más que para obedecer, no cuenta con comodidades básicas, está sometido a sus jefes y alejado de su familia, vive en cuarteles de forma colectiva y muchas más cosas, es promover guetos y generar un modelo disfuncional que termina por producir externalidades negativas como las que muchos han sufrido. Ahí está el reto para los funcionarios honestos y para quienes de verdad aman su trabajo, que también los hay. ¿Qué parte de los tres mil millones que quiere de más el gobierno se destinarán para esto?. ¿Está el ser humano contemplado en las nuevas estrategias de “modernización” policial?.