Con frecuencia nos quejamos de la democracia y, sobre todo, de lo poco que nos sirve. Esta idea general subyace y se plasma en diversos informes institucionales donde las estadísticas muestran que dos de cada tres ciudadanos guatemaltecos estarían dispuestos a apoyar otra forma de gestión política con tal de que solucionase los problemas que nos agobian.
La realidad es que no hemos dejado de ser súbditos en el sistema ni alcanzado el grado de ciudadanía que nos corresponde. De parte del gobernante, porque sigue utilizando un trato déspota, abusivo y prepotente, creyendo que puede hacer lo que le venga en gana, sin darse cuenta que la norma es limitante. De la nuestra, porque no exigimos derechos ni responsabilidades y frecuentemente no llamamos opresor al que lo es hasta que se muestra como dictadorzuelo, cuando ya es tarde, tal y como Cuba y Venezuela nos demuestran. Somos demasiado tolerantes, por ignorancia o miedo.
El concepto de soberanía popular, que engloba a todos y no a unos pocos, se ha confundido o la mayoría se ha apropiado de él y en su nombre se imponen decisiones, aún por sobre los derechos del individuo. Esa soberanía popular de las mayorías, tiene su punto más oscuro en la Revolución Francesa y se muestra peligrosamente en el régimen chavista. Es el absolutismo despótico del monarca ejercido por la gran masa orteguiana. La voluntad general no es la mera suma de las voluntades individuales ni muchos menos la de la mayoría. Aquella, únicamente se corresponde con el respeto irrestricto a los derechos de cada persona que es lo único que impide la tiranía.
Sin embargo, hemos querido construir la democracia antes que el Estado de Derecho y hacerlo sobre un campo estéril y sin la plataforma adecuada. El sucedáneo ha sido el Estado de Legalidad y, aún con todo ese enorme desacierto, tampoco hemos perfeccionado ni siquiera este último. El Estado de Derecho se estructura sobre la base de leyes generales que no contemplen privilegios para ningún colectivo y, además, que se cumplan, lo que conlleva el respeto a los derechos individuales. Por ahora, se sustituyen por otras particulares que dictan grupos, mayoritarios o no, lo que conduce inexorablemente a la tiranía. El Estado de Derecho, sin corriente partidaria, ha sido sustituido por el Estado social y democrático de Derecho, que nada tiene que ver con el primero y además está preñado de ideología. Nos quedamos, en el mejor de los casos, con democracias formales que malamente funcionan y proclamando el igualitarismo nos pretenden uniformar, cuando cada cual es distinto a otro por muy diversas razones.
Así las cosas, se han elaborado enrevesadas constituciones donde ese ente difuso y etéreo que es el Estado, es el responsable de proporcionarnos casi todo: la educación, la salud, el trabajo, la vivienda y un larguísimo etcétera y cada vez que se escribe una nueva suprema norma se incrementa y complica el listado. Al final ha ocurrido lo que era de prever, hemos dejado de lado nuestra propia responsabilidad por alcanzar una mejor vida y aquel ente en el que depositamos nuestras esperanzas no lo ha hecho, porque no queremos entender que está gestionado por personas que buscan sus intereses y que no tienen capacidad de entender los que cada uno deseamos en los distintos momentos de nuestra vida.
Terminamos deseducándonos, en lugar de profundizar sobre estas nociones básicas. Mientras pasa la vida y nos quejamos, esperamos que alguien nos salve y nos abandonamos en manos de otros que prometen y no cumplen, porque simplemente es imposible con ese modelo.
Hola Pedro, entonces, será que cada pueblo tiene el gobierno que merece? Si es así, propongo que se inicie una enseñanza certera de civismo,con miras a que los futuros votantes puedan entender el rol que juegan en la "democracia" y puedan ser responsables de su participación en la escogencia del gobierno y en las solicitudes que a este haga.
ResponderEliminarSaludos, Andrea.
Gracias Andrea, creo que huimos de una afirmación que cada vez se torna mas clara, aunque no nos guste. Mientras el ciudadano no reclame sus derechos y el gobernante los atropelle, estaremos en una relación gobernante-gobernado desigual y desequilibrada. Es necesario enseñar en las escuelas ciudadanía y debatir estos temas de forma que comprendamos la verdadera dimensión del concpeto democracia y así podamos mejorarlo y perfeccionarlo. Por ahora tenemos una electoral o electorera y de ahi no salimos. Es necesario emprender actuaciones, como la que indicas y otras. Saludos. Pedro
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