Continúa el cuento de la “reforma” fiscal, siempre orientada a que pague más quien ya lo hace o más tiene. Ese ha sido, por años, el discurso de quienes desean beneficiarse de los demás y distribuir la riqueza que otros generan, a su antojo por supuesto, sin trasparencia ni fiscalización.
Naciones Unidas ha tenido “la capacidad” (o la audacia) de definir quién es pobre, en función de fijar una cantidad de dólares al día. Sin embargo, no ha podido determinar “quien es rico”. Esa reflexión la ha dejado en manos de los promotores de gravar la riqueza del exitoso. Si usted triunfa porque arriesga capital, es creativo, tiene ideas que impactan o sencillamente la suerte le sonríe, esos hijos…, de lo ajeno, rápidamente le hipotecarán su esfuerzo.
Se deja a criterio del Gobierno de turno los límites y de esa forma puede ir jodiendo a diversas capas sociales, en función de la presión política que desee hacer. Pero, ¿hay otra forma de actuar?, ¡claro que sí!. Por ejemplo, que paguen las carreteras quienes las utilizan y estén exentos de esa carga quienes no. De esta forma pagaría peaje solo si usted circula por esas vías. Aplique este criterio a la mayoría de los servicios y obtendrá respuesta. Ejemplo, la escuela pública.
El Gobierno se queja de una disminución en la recaudación, pero no dice lo mal que ejecuta el presupuesto ni que menos de la mitad de los contribuyentes posibles pagan sus impuestos. Desconoce, por ejemplo, que alrededor de un 60% es economía informal. ¿Cuántas facturas le emiten en el interior del país?. ¿Cuántas facturas consigue usted en mercados de cualquier ciudad?. ¿Qué justificante de compra le expiden cuando adquiere, en los cientos de semáforos, tarjetas prepago para celulares?. ¿Por qué no se fiscalizan los millonarios negocios de la Terminal?. ¿Por qué no se suprimen los enormes gastos en propaganda del Gobierno, en viáticos al exterior y en obras a los Diputados?. ¿Cómo se gastan los miles de millones de cohesión social?.
Se podría seguir con una larga lista de interrogantes y cuantificarlos de forma que el dinero que afanosamente buscan no está, en primera instancia, en más cargas impositivas, más bien en ser eficientes con lo que tienen y, sobre todo, en aclarar los anteriores interrogantes. El programa electoral del actual Gobierno se orientaba precisamente en promover la incorporación de todos los que no pagan por múltiples razones. No obstante, ha sido preferible no enfrentar esa batalla y mucho más cómodo señalar a los empresarios, a los ricos o a los poderosos (a todos los que ONU no define), antes que incorporar responsablemente a los que están fuera del sistema y no participan del esfuerzo común que reclaman.
Mientras no se aborde el problema tal cual es y se establezcan unos lineamientos claros donde el que más consuma o más uso haga de los servicios sea el que más pague, pero también, el que menos tiene asuma su responsabilidad, no avanzaremos mucho. Me parece muy bien becar los estudios universitarios de alumnos sin recursos, pero ¿por qué cuando esos mismos alumnos son profesionales exitosos y triunfan no devuelven el dinero que otros le prestaron para así proseguir con la ayuda?. El cuento de la redistribución está monopolizado por los que no pagan o por los que siempre se benefician o viven del sistema (JA y su sindicato es un buen ejemplo). ¿Quién termina pagando la subvención al transporte urbano sino los habitantes del interior?.Es momento de buscar otras alternativas mas transparentes, eficientes y justas y dejarse de cuentos chinos que sigan manipulando la realidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario