El pasado proceso de elección de magistrados a la CSJ se empantanó por lo mismo que ahora se atasca la designación del Fiscal General: la honorabilidad de los candidatos. Aunque hay una sentencia reciente de la CC que contiene algunos lineamientos para delimitar el concepto de honorabilidad, éste no deja de ser una percepción, una sensación y por tanto subjetivo y propio de cada persona. Ello implica que cada quien tiene su particular criterio, independiente y no necesariamente coincidente con el de otro. Hay valores universales asociados al Derecho Natural que nos hacen rechazar por igual el asesinato, el robo, la violación, la agresión, etc., pero también hay otros relacionados con la religión, la cultura o las experiencias propias que nos hacen percibir de distinta forma situaciones personales y sociales: el divorcio, la forma de vestir, las preferencias sexuales, etc. La mayoría de las Constituciones occidentales han evitado incluir el tema del honor, los tribunales de honor (España los prohíbe) o la honorabilidad sustituyéndolo por el profesionalismo y los méritos, con alguna discusión sobre el prestigio del candidato pero enmarcada en el proceso selectivo y no ordenada por la Carta Magna.
Guatemala si lo hace, lo que da pie a conflictos permanentes porque cada grupo cree tener la razón. Primero están los de la llamada “sociedad civil” que protestan y vociferan sin que nadie haya constatado cuál honorabilidad y qué criterio tienen muchos de los que la exigen a gritos. Segundo los decanos de ciertas universidades, que no han enfrentado necesariamente un proceso en el que hayan tenido que demostrar la suya para ocupar esos puestos que les permiten elegir a gente “honorable”. Tercero el presidente de la Comisión de Postulación y de la CSJ, quien al poco de tomar posesión del cargo se fue de vacaciones a Brasil con su secretaria y tuvo que devolver fondos públicos incorrectamente utilizados. Ahora, sorprendentemente, se pronuncia sobre quienes son “los honorables”. Cuarto la CICIG, integrada por funcionarios internacionales que la reclaman y la cuestionan cuando esa cualidad no figura en las constituciones de España, Argentina, Chile, Colombia, Perú o Costa Rica (por ejemplo), origen de muchos de los que se afanan en promoverla sin haber tenido la experiencia previa de exigirla o debatido en torno a la misma. La guinda la pone el Presidente, quien debe de elegir al “más honorable” de los propuestos cuando la Constitución no le exige a él esa cualidad para llegar al poder, lo que posibilitó que llegase a la presidencia (ahora encarcelado) un confeso de asesinato que elegía a fiscales “honorables” o tengamos ahora un prominente asesor presidencial “honorable” condenado por violación, entre otros.
Podríamos continuar con las barbaridades, pero detengámonos. Mejor prestemos atención a las cualidades profesionales y a aspectos objetivos: no haber sido condenado o procesado por delitos de alto impacto, ausencia de antecedentes penales y otros. O bien: tiempo de ejercicio profesional y no desde que se graduó, libros publicados, cargos desempeñados, distinciones académicas, logros, etc., es decir, elementos que no puedan ser cuestionados de esa manera tan ingenua e interesada por actores que no están “honorablemente certificados” y que tienen su propio candidato.
Los clásicos españoles del Siglo de Oro resolvieron esto del honor: El honor es patrimonio del alma y el alma sólo es de Dios, dijo Calderón por boca de un político: El alcalde de Zalamea. Siglos después seguimos con el estigma de la Conquista sin haber avanzado mucho aunque eso nos sirve para generar, en ciertos momentos, conflictividad interesada y no tan honorable.
bueno, su comentario muy sensato y acertado. la subjetividad de las leyes guatemaltecas dan, en el general de los casos, lugar a diversas interpretaciones. eso brinda a muchos oportunistas violar el espíritu de la ley y hacer infinidad de artimañas como retrasar procesos, etcétera.
ResponderEliminarpor eso se requiere más participación de todos os sectores, y no de algunos grupos de interés que se autodefinen como "sociedad civil". la ley de las comisiones de postulación fue a probada a la carrera ante una crisis coyuntural por el caso rossenberg, pero ya vimos que presenta muchas deficiencias, habrá que irla adoptando a un mejor funcionamiento, porque la ficalización de las elecciones y la participación de varios sectores se hace necesaria, sobre todo en un país que se define luego de los acuerdos de paz como multiétnico, plurilingüe y pluricultural. y muy acertada también la crítica hacia la presión internacional, personalmente considero que la cicig no tendría que existir, de no ser por un estado de derecho inoperante en nuestro país. da tristeza pero es nuestra realidad, necesitamos siempre un papá que nos diga que hacer y si lo que hacemos está bien o no, por lo menos ya no son dictadores y déspotas gobernantes que arreglaban todo con la muerte. como diría ríos mont en el documental de "la isla", "no vamos a asesinar, vamos a fusilar".
pero en fin, sigamos viendo si hay honorables en la nómina, y que el "honorable" presidente elija.
bendiciones doctor trujillo !!!