Confundimos, temo que interesadamente, la autoridad con el autoritarismo y, asociadamente, la democracia con el libertinaje. Para contar con una “buena” democracia se argumenta la necesidad del consenso y del diálogo, algo que no objeto y además suscribo como necesario. Sin embargo, no se puntualiza con el mismo énfasis que cuando el diálogo no tiene sentido o sustento, hay sentencias jurídicas que lo encauzan o la norma (la ley) determina que las cosas son de forma distinta, el diálogo debe dejar paso a la acción, al ejercicio de la autoridad.
Casos recientes como el de los ocupas-encapuchados universitarios o el de invasores de fincas u otros que nos cortan de vez en cuando las carreteras, son ejemplos a no seguir. Se puede -se debe- ejercer el derecho individual hasta que se limita o coarta el de los demás. En ese preciso momento se deja de tener razón y el diálogo debe rechazarse como elemento de distensión porque realmente se está empleando como medio de dilatación o de presión. La democracia es el sistema de gestión política que requiere mayor grado de autoridad, que no de autoritarismo. Argumentaba un alto cargo comunista español que no hay democracia sin autoridad. Autoridad que, por cierto, proviene de las leyes y no de personas, como sería el autoritarismo. Autoridad para aplicar las normas con contundencia, decisión y sin fisuras. Autoridad que precisamente encumbra la democracia al lugar de honor que ocupa frente a otros sistemas donde el capricho y la arbitrariedad del gobernante o el libertinaje de grupos de interés terminan por imponerse y hacer sucumbir el imperio de la ley.
Padecemos, lamentablemente, esa situación en el país. Grupos de descontrolados y delincuentes organizados (o terroristas) imponen sus formas violentas, sus argumentos fuera de contexto y sus bajos intereses frente a la incapacidad del Gobierno de aplicar precisamente la ley de forma contundente. Envidiamos el famoso eslogan de “tolerancia cero” que tanto éxito tuvo en New York, pero somos incapaces de exigir la aplicación de medidas para que los buses lleven todas las luces, no obstaculicen el tráfico o no se parqueen donde les ronque la gana. Tampoco evitamos que se invadan fincas o que se retornen estas a sus propietarios antes de que pase menos de un año ocupadas por grupos de inconformes. No digamos del cierre de carreteras por otros manipulados que con pancartas que apenas saben leer, por un almuercito o pocos quetzales, impiden la libre locomoción.
No se ha entendido la democracia. Se ha contrapuesto a la autoridad y pareciera que hablar de la primera supone desechar la segunda cuando justamente es el perfecto complemento frente al libertinaje de los de siempre y el autoritarismo de grupos violentos que con cara tapada y haciendo gala de la más perfecta cobardía hacen lo que quieren. La culpa la tienen políticos y funcionarios, lamentablemente apoyados por instituciones que debieran velar por los derechos de todos. Creen poder esgrimir el discurso de la razón y del predominio del diálogo por sobre principios básicos muchos más altos en la escala de valores, como es la autoridad y los derechos del ser humano. Convierten la democracia en una pantomima interesada de aquellos que con postulados ideológicos trasnochados pretenden utilizarla en beneficio propio y seguir haciendo lo que aprendieron y practicaron de por vida: el autoritarismo más deleznable que, por supuesto, condenan y no permiten en otros. Todo un planteamiento que conviene aclarar contundentemente a los funcionarios tibios y a los farsantes bochincheros.
Este es un blog personal donde se editan las columnas de opinion (y otras) que semanalmente publico en el diario PRENSA LIBRE de Guatemala. La idea es generar un espacio de debate y opinión con los lectores, de forma que la libertad de expresión sea en doble sentido.
lunes, 30 de agosto de 2010
lunes, 23 de agosto de 2010
Encapuchados
Lo que ocurre en la Universidad Pública (USAC) se llama descaro y desvergüenza. Por segunda vez en el año está cerrada a la fuerza. Las predicas de los derechos que defienden o que promueven ciertos grupos, son pura charlatanería. Tampoco las instituciones destinadas a defender los mismos, desde la PDH hasta la última de las creadas que ya suman decenas, se pronuncia contundentemente contra esos delincuentes. Resumen: unos flojos incapaces de confrontar a otros descarados.
El interés colectivo que tanto promulgan y defienden, se lo pasan debajo de la pernera cuando realmente tienen que dar la cara y adoptar una posición concluyente en un difícil ambiente. Es de interés general que se respete, tanto el derecho individual como que no prime el interés de grupitos sobre el colectivo. Sin embargo, un puñado de pendejitos irresponsables con cara tapada (¿de vergüenza?) decidió que hay que cerrar la USAC para promover sus descaradas propuestas, incluida la de modificar las condiciones de acceso (a la baja por supuesto) o la de incrementar el número de veces que un estudiante puede perder un curso (tres actualmente). No quieren estudiar y aprendieron a vivir eternamente del esfuerzo de los demás.
Las autoridades de la USAC, con el discurso tibio e ineficaz acostumbrado, optan por no defender los derechos de la mayoría de estudiantes que no pueden acceder al campus porque aquellos encapuchados se lo impiden. Adolecen de la catadura moral y del coraje suficiente para ocupar esos puestos porque no solo no ejercen su autoridad en pro de la justicia, sino que juegan a medias tintas para mantenerse en puestos políticos -no académicos- desde donde promover sus intereses o los de otros. Ese es el auténtico mal de la universidad pública: las externalidades negativas del poder. Cualquier reforma constitucional debe sacar de su articulado las referencias a la USAC. No más poder político que ha terminado por opacar la preocupación académica y prácticamente desplazado la inquietud por la educación, por el análisis ponderado, por el debate constructivo y por la enseñanza, algo que milagrosamente todavía sigue vivo en el corazón de muchos profesores y alumnos.
La situación, aunque se corresponda con una triste realidad nacional, no es permisible. Financiamos con nuestros impuestos esas barrabasadas y sostenemos a quienes las consienten. Grupos, no siempre de oligarcas como muchos predican, sino diversos y ocultos, son los que manejan el país y echan continuos pulsos a la justicia. La solución es bien fácil: aplicar las leyes e imponer la autoridad en un lugar público que todos pagamos. El discurso de los implicados tiene el mismo tufo dinosaurista de siempre y responden a modelos fracasados que creíamos ya superados. No solo derrochan cientos de millones de quetzales en un país de pobres por el que dicen luchar, sino que estos últimos (los pobres) les importan una soberana calabaza y los dejan atemorizados en la puerta de entrada mientras ellos, los “valientes” encapuchados, defienden intereses difusos cuyo fin es sostener en el poder a los de siempre para que sigan haciendo lo de costumbre: nada. Muchos de ellos llevan años matriculados y con su pobre actuar de alumnos o la permisividad de malos catedráticos, permiten que la USAC, aunque sea de las primeras universidades de América Latina en cantidad de alumnos, no supere los últimos lugares en calidad educativa. ¿Así queréis levantar al país que decís amar?, ¿Así queréis luchar por la pobreza y el desarrollo?
¡Hala pues: ¡Id y enseñad a todos!, a ver quien os entiende y escucha.
El interés colectivo que tanto promulgan y defienden, se lo pasan debajo de la pernera cuando realmente tienen que dar la cara y adoptar una posición concluyente en un difícil ambiente. Es de interés general que se respete, tanto el derecho individual como que no prime el interés de grupitos sobre el colectivo. Sin embargo, un puñado de pendejitos irresponsables con cara tapada (¿de vergüenza?) decidió que hay que cerrar la USAC para promover sus descaradas propuestas, incluida la de modificar las condiciones de acceso (a la baja por supuesto) o la de incrementar el número de veces que un estudiante puede perder un curso (tres actualmente). No quieren estudiar y aprendieron a vivir eternamente del esfuerzo de los demás.
Las autoridades de la USAC, con el discurso tibio e ineficaz acostumbrado, optan por no defender los derechos de la mayoría de estudiantes que no pueden acceder al campus porque aquellos encapuchados se lo impiden. Adolecen de la catadura moral y del coraje suficiente para ocupar esos puestos porque no solo no ejercen su autoridad en pro de la justicia, sino que juegan a medias tintas para mantenerse en puestos políticos -no académicos- desde donde promover sus intereses o los de otros. Ese es el auténtico mal de la universidad pública: las externalidades negativas del poder. Cualquier reforma constitucional debe sacar de su articulado las referencias a la USAC. No más poder político que ha terminado por opacar la preocupación académica y prácticamente desplazado la inquietud por la educación, por el análisis ponderado, por el debate constructivo y por la enseñanza, algo que milagrosamente todavía sigue vivo en el corazón de muchos profesores y alumnos.
La situación, aunque se corresponda con una triste realidad nacional, no es permisible. Financiamos con nuestros impuestos esas barrabasadas y sostenemos a quienes las consienten. Grupos, no siempre de oligarcas como muchos predican, sino diversos y ocultos, son los que manejan el país y echan continuos pulsos a la justicia. La solución es bien fácil: aplicar las leyes e imponer la autoridad en un lugar público que todos pagamos. El discurso de los implicados tiene el mismo tufo dinosaurista de siempre y responden a modelos fracasados que creíamos ya superados. No solo derrochan cientos de millones de quetzales en un país de pobres por el que dicen luchar, sino que estos últimos (los pobres) les importan una soberana calabaza y los dejan atemorizados en la puerta de entrada mientras ellos, los “valientes” encapuchados, defienden intereses difusos cuyo fin es sostener en el poder a los de siempre para que sigan haciendo lo de costumbre: nada. Muchos de ellos llevan años matriculados y con su pobre actuar de alumnos o la permisividad de malos catedráticos, permiten que la USAC, aunque sea de las primeras universidades de América Latina en cantidad de alumnos, no supere los últimos lugares en calidad educativa. ¿Así queréis levantar al país que decís amar?, ¿Así queréis luchar por la pobreza y el desarrollo?
¡Hala pues: ¡Id y enseñad a todos!, a ver quien os entiende y escucha.
lunes, 16 de agosto de 2010
¡No nos dimos cuenta!
Lejos, como algunos piensan, de que el actual mundo está desideologizado, estamos en idéntica situación que durante la segunda mitad del pasado siglo. Es el mismo bailarín, pero con diferente vestuario. Así como el principio de conservación de la material: cambia, pero no se destruye ni desaparece.
Aquel aparente alegrón de burro de la revolución bolchevique y el triunfo de la revolución cubana, años después, se puede constatar que únicamente trajo (y trae), opresión, pobreza, autoritarismo, prisión y muertes, demasiadas muertes. Capricho, todas ellas, de un loco y sus amigos al frente del poder. Era imposible en el siglo XXI, en la era de la tecnología, seguir vendiendo aquel modelo criminal como una alternativa política. Sin embargo, la mutación ha sido posible y el sucedáneo chavista es lo mismo pero con una diferente forma de venta. No ha cambiado el color rojo o verde del uniforme, la denominación de comandante, los discursos ricos-pobres o proletariado-oligarquía ni las momias que los sostienen. Únicamente variaron las formas para que los más incrédulos dejen de ver el fondo totalitario y perciban un modelo ajustado a parámetros democráticos que puede resultar una alternativa. Se equivocaron entonces, y se equivocan mucho más ahora.
Antes eran violentos, rápidos y buscaban soluciones por la vía de la involución directa. Ahora son aparentemente pacíficos, más lentos y manipulan las vías que la democracia les permite. Combatían con fusil y cara tapada y ahora presentan cara amigable, inocentona y hasta sonríen simpáticamente. Cooptan las instituciones, manipulan los procesos, compran o imponen a jueces o diputados y terminan por hacerse con el poder. En Venezuela, Nicaragua y otros lugares se muestran, con el tiempo, tal cual son: totalitarios, absolutistas y dictadores de la peor calaña.
Aquí, en Guatemala, vivimos un proceso que tiende exactamente a eso. Gran parte de aquellos “combatientes” del conflicto que nunca pudieron alcanzar puestos de liderazgo político porque estuvieron escondidos o bien porque nadie los votó, ahora son asesores gubernamentales (algunos con antecedentes penales muy graves), ocupan puestos claves o desde la sombra, amañan y promueven interesadas estrategias. Manipulan, que es lo que han sabido hacer toda su vida. Nunca fueron, y ahora tampoco lo son, alternativas políticas dentro de la democracia. Tienen, como en los ejemplos anteriores, ideas totalitarias. Vienen a quedarse, pero con todo el país y por tiempo indefinido. Es posible que como la URSS, setenta años después o Cuba, más de cincuenta más tarde, o como ahora Venezuela, nos demás cuenta del problema muy tarde. Esa sentencia de que quien no aprende de la historia está condenado a repetirla, es ahora más válida que nunca.
En aquellos países no se dieron cuenta de lo que se les venía. Una vez llegó la avalancha, perdieron sus propiedades, fueron cerradas empresas, se confiscó y expropió todo cuanto el dictadorzuelo consideró y los únicos que prosperaron fueron los que se encontraban en ese entorno podrido, miserable y corrupto del poder. La lección a aprender es que todos, sin excepción, terminan siendo devorados: empresarios, pobres, ricos, rurales, urbanos…, no importa. Nadie se libra porque pueda negociar o congraciarse con ellos, muchos menos los tibios, los acomodados o quienes los vean como buenos. Aunque aquellos no se dieran cuenta, nosotros no tenemos esa excusa. Está pasando. Ocurre todos los días. Luego no se diga que no hubo advertencia. ¿Qué piensa usted hacer? Una opción es seguir siendo víctima, otra no cerrar los ojos.
Aquel aparente alegrón de burro de la revolución bolchevique y el triunfo de la revolución cubana, años después, se puede constatar que únicamente trajo (y trae), opresión, pobreza, autoritarismo, prisión y muertes, demasiadas muertes. Capricho, todas ellas, de un loco y sus amigos al frente del poder. Era imposible en el siglo XXI, en la era de la tecnología, seguir vendiendo aquel modelo criminal como una alternativa política. Sin embargo, la mutación ha sido posible y el sucedáneo chavista es lo mismo pero con una diferente forma de venta. No ha cambiado el color rojo o verde del uniforme, la denominación de comandante, los discursos ricos-pobres o proletariado-oligarquía ni las momias que los sostienen. Únicamente variaron las formas para que los más incrédulos dejen de ver el fondo totalitario y perciban un modelo ajustado a parámetros democráticos que puede resultar una alternativa. Se equivocaron entonces, y se equivocan mucho más ahora.
Antes eran violentos, rápidos y buscaban soluciones por la vía de la involución directa. Ahora son aparentemente pacíficos, más lentos y manipulan las vías que la democracia les permite. Combatían con fusil y cara tapada y ahora presentan cara amigable, inocentona y hasta sonríen simpáticamente. Cooptan las instituciones, manipulan los procesos, compran o imponen a jueces o diputados y terminan por hacerse con el poder. En Venezuela, Nicaragua y otros lugares se muestran, con el tiempo, tal cual son: totalitarios, absolutistas y dictadores de la peor calaña.
Aquí, en Guatemala, vivimos un proceso que tiende exactamente a eso. Gran parte de aquellos “combatientes” del conflicto que nunca pudieron alcanzar puestos de liderazgo político porque estuvieron escondidos o bien porque nadie los votó, ahora son asesores gubernamentales (algunos con antecedentes penales muy graves), ocupan puestos claves o desde la sombra, amañan y promueven interesadas estrategias. Manipulan, que es lo que han sabido hacer toda su vida. Nunca fueron, y ahora tampoco lo son, alternativas políticas dentro de la democracia. Tienen, como en los ejemplos anteriores, ideas totalitarias. Vienen a quedarse, pero con todo el país y por tiempo indefinido. Es posible que como la URSS, setenta años después o Cuba, más de cincuenta más tarde, o como ahora Venezuela, nos demás cuenta del problema muy tarde. Esa sentencia de que quien no aprende de la historia está condenado a repetirla, es ahora más válida que nunca.
En aquellos países no se dieron cuenta de lo que se les venía. Una vez llegó la avalancha, perdieron sus propiedades, fueron cerradas empresas, se confiscó y expropió todo cuanto el dictadorzuelo consideró y los únicos que prosperaron fueron los que se encontraban en ese entorno podrido, miserable y corrupto del poder. La lección a aprender es que todos, sin excepción, terminan siendo devorados: empresarios, pobres, ricos, rurales, urbanos…, no importa. Nadie se libra porque pueda negociar o congraciarse con ellos, muchos menos los tibios, los acomodados o quienes los vean como buenos. Aunque aquellos no se dieran cuenta, nosotros no tenemos esa excusa. Está pasando. Ocurre todos los días. Luego no se diga que no hubo advertencia. ¿Qué piensa usted hacer? Una opción es seguir siendo víctima, otra no cerrar los ojos.
lunes, 9 de agosto de 2010
Vida tras la muerte
Ha muerto un gran hombre. Dicho así, tan simple, dice poco, al fin y al cabo grandes seres humanos fallecen cada día. No todos, sin embargo, dejan una impronta tan especial y tan marcada en varias generaciones. A fin de cuentas, el recuerdo radica en las obras, como la Biblia acertadamente profetiza.
Algunos de su generación poseen idénticas cualidades a las que él mostraba a diario: tesón, sentido del humor, capacidad crítica, sensatez, humanidad, humildad y un claro ideario de valores y de metas. Fue (son) el referente para muchos que quisiéramos, alguna vez, llegar a cumplir los ochenta con todo ese bagaje de valores que en otros pareciera que el tiempo va desgastando.
Nunca desfalleció en la lucha por un ideal esencial: la libertad. Su curiosidad le llevó a preguntarse por qué unos son más exitosos que otros o cuál es la fórmula “secreta” que hace que ciertos pueblos sean más ricos y prósperos que aquellos que siguen siendo pobres. Indagó en lo más profundo del ser humano y exploró por doquier para encontrar esa especie de oráculo que respondiera a sus preguntas de curioso empresario, amante de su país, pero sobre todo de los seres humanos que lo conforman.
Junto con otros amigos tuvo la brillante idea de poner en marcha una Universidad, un tanque de pensamiento que fuera capaz de promover la educación sobre principios de la libertad. Libre para pensar, libre para actuar, libre para emprender, libre, en definitiva, para buscar por uno mismo esa felicidad que continuamente anhelamos y pretendemos alcanzar o deseamos disfrutar a lo largo de nuestra vida. Era, como algunos lo han definido, un campeón de la libertad.
La constancia y el entusiasmo eran las bisagras del cofre que atesoraba sus innumerables cualidades. Hizo realidad un sueño: una institución en un país sin instituciones y emprendió otros. Uno finalizó con la propuesta de Pro Reforma, criticada por algunos, vilipendiada por otros pero que hasta el momento es la única alternativa presentada al caduco modelo de convivencia que todavía tenemos. Ni siquiera sus críticos, como en las grandes batallas, fueron capaces de contravenir los desafiantes postulados que, gusten o no, están suficientemente sustentados. Si algo caracterizó a Muso fue su capacidad de argumentar, de pensar, de ponderar, de evaluar y de proponer la decisión más adecuada.
Aún contra corriente de algunos opositores que continúan con esa nefasta práctica nacional y heredada de la crítica inservible y destructiva, deja toda una escuela de pensamiento que articuló en torno a la justicia y a la libertad y que es seguida por un buen número de generaciones -que enarbolan la bandera de la libertad con responsabilidad- con presencia en diferentes foros, áreas y disciplinas. Generaciones de jóvenes (y no tan jóvenes) que aprendieron como hacer las cosas con ilusión y entusiasmo y que hoy están repartidos por toda la geográfica y conforman un entramado social que imprime positivos cambios al país.
Mi cariño al emprendedor, mi admiración por el maestro, mi homenaje al decano y, sobre todo, mi esperanza por saber que existe una impresionante multitud, tal cual el soñaba, capaz de promover una sociedad más próspera: No tenemos que seguir siendo pobres para siempre, titulaba uno de sus libros. La muerte no es el final y en este caso, solamente es la continuación de un proyecto sin Muso presente, algo imperturbable porque la ideas permanecen y la obra queda.
¡Mis respetos Muso! Hoy las lágrimas son más libres que nunca.
Algunos de su generación poseen idénticas cualidades a las que él mostraba a diario: tesón, sentido del humor, capacidad crítica, sensatez, humanidad, humildad y un claro ideario de valores y de metas. Fue (son) el referente para muchos que quisiéramos, alguna vez, llegar a cumplir los ochenta con todo ese bagaje de valores que en otros pareciera que el tiempo va desgastando.
Nunca desfalleció en la lucha por un ideal esencial: la libertad. Su curiosidad le llevó a preguntarse por qué unos son más exitosos que otros o cuál es la fórmula “secreta” que hace que ciertos pueblos sean más ricos y prósperos que aquellos que siguen siendo pobres. Indagó en lo más profundo del ser humano y exploró por doquier para encontrar esa especie de oráculo que respondiera a sus preguntas de curioso empresario, amante de su país, pero sobre todo de los seres humanos que lo conforman.
Junto con otros amigos tuvo la brillante idea de poner en marcha una Universidad, un tanque de pensamiento que fuera capaz de promover la educación sobre principios de la libertad. Libre para pensar, libre para actuar, libre para emprender, libre, en definitiva, para buscar por uno mismo esa felicidad que continuamente anhelamos y pretendemos alcanzar o deseamos disfrutar a lo largo de nuestra vida. Era, como algunos lo han definido, un campeón de la libertad.
La constancia y el entusiasmo eran las bisagras del cofre que atesoraba sus innumerables cualidades. Hizo realidad un sueño: una institución en un país sin instituciones y emprendió otros. Uno finalizó con la propuesta de Pro Reforma, criticada por algunos, vilipendiada por otros pero que hasta el momento es la única alternativa presentada al caduco modelo de convivencia que todavía tenemos. Ni siquiera sus críticos, como en las grandes batallas, fueron capaces de contravenir los desafiantes postulados que, gusten o no, están suficientemente sustentados. Si algo caracterizó a Muso fue su capacidad de argumentar, de pensar, de ponderar, de evaluar y de proponer la decisión más adecuada.
Aún contra corriente de algunos opositores que continúan con esa nefasta práctica nacional y heredada de la crítica inservible y destructiva, deja toda una escuela de pensamiento que articuló en torno a la justicia y a la libertad y que es seguida por un buen número de generaciones -que enarbolan la bandera de la libertad con responsabilidad- con presencia en diferentes foros, áreas y disciplinas. Generaciones de jóvenes (y no tan jóvenes) que aprendieron como hacer las cosas con ilusión y entusiasmo y que hoy están repartidos por toda la geográfica y conforman un entramado social que imprime positivos cambios al país.
Mi cariño al emprendedor, mi admiración por el maestro, mi homenaje al decano y, sobre todo, mi esperanza por saber que existe una impresionante multitud, tal cual el soñaba, capaz de promover una sociedad más próspera: No tenemos que seguir siendo pobres para siempre, titulaba uno de sus libros. La muerte no es el final y en este caso, solamente es la continuación de un proyecto sin Muso presente, algo imperturbable porque la ideas permanecen y la obra queda.
¡Mis respetos Muso! Hoy las lágrimas son más libres que nunca.
lunes, 2 de agosto de 2010
¡Vaya desastre!
Incrédulos, interesados, embusteros y personeros del gobierno (no incluidos anteriormente), integran el colectivo de los que todavía opinan que no hemos colapsado, que aún no tocamos fondo. No pertenezco a ninguno de esos colectivos y estoy convencido que hace tiempo que llegamos a ese punto.
En seguridad, el gobierno se ha mostrado ineficiente, incapaz, no ya de cortar la violencia sino de siquiera aminorarla; el modelo policial es un más que patente fracaso. En Sanidad se cierran hospitales por falta de recursos, mientras se suspendió un contrato supervalorado tras publicarlo la prensa, de lo contrario se habría suscrito, como ocurrió con otros. En medio ambiente podemos llegar al choque social si se cumplen las promesas de algún alcalde de traer a miles de campesinos a la capital para apoyar la decisión presidencial sobre Perenco. El sector justicia no avanza, está atorado. La nueva comisión de postulación para seleccionar candidatos a Fiscal General ha sido reactivada por la CC porque dormitaba perpetuamente. El presidente de la CSJ, quien la debe de presidir, favorece a una joven allegada -y al padre de la misma- con contratos de trabajo que denuncia la prensa y es señalado por algunas organizaciones de posibles delitos que pudo cometer en su anterior ejercicio profesional. La infraestructura del país está hecha un auténtico desastre y sin recursos para reconstruirla. El turismo se ha reducido significativamente por la inseguridad que padecemos y los negocios a él asociados se ven afectados por lo mismo. Los ataques a medios de comunicación, a la libertad de prensa y al ejercicio del derecho a la expresión, son más visibles que nunca y algunos comunicados gubernamentales y oficialistas han proferido graves amenazas. El documento de identificación está cuestionado y se teme que el próximo proceso electoral no se produzca con la transparencia requerida. El terrorismo ha hecho acto de presencia con atentados en buses. En resumen, estamos en el peor momento “democrático” de la historia reciente del país. La inacción y el silencio gubernamental es la respuesta más inteligente a los problemas del ciudadano y, cada día, la percepción es que estamos mucho peor que el día anterior. Los “grandes” esfuerzos políticos se orientan a mantener el poder, justificar lo inexcusable o arremeter contra quienes evidencian esa incompetencia.
Este análisis del panorama nacional, que tanto se niega desde el poder, es externamente evidenciado, entre otros, por el Barómetro Iberoamericano 2010 (www.cimaiberoamerica.com). El Presidente peor valorado (24%) es Álvaro Colom, decreciendo la valoración de su gestión de 21% en 2008 a 16% en 2010. El reconocimiento positivo a la labor de gobierno en materia de seguridad, economía, salud, educación y medio ambiente, oscila entre el 12 y 21%. El país ocupa los últimos puestos en confianza en casi todas las instituciones. Los ciudadanos dan un valor de aceptación medio del 18% a la gestión del gobierno en áreas como: corrupción, salud, desempleo, economía, educación y terrorismo, entre otros.
No es un Estado fallido, es un gobierno que falla. Llegó con aparentes promesas bajo el brazo, pero ningún plan. Han querido seguir sustentando el sistema en las personas y su habilidad para resolver los problemas, solo que en este caso, ni siquiera eso ha sido suficiente. Estamos colapsados y todavía queda demasiado tiempo para optar por otras vías. Paciencia, resignación, ¡aguántense!, es lo que queda, por eso aquellas inapropiadas declaraciones del Presidente. A fin de cuentas, la verdad de la situación y la única solución. Pero recuerde: ¡cualquier situación por mala que sea, es susceptible de empeorar!
En seguridad, el gobierno se ha mostrado ineficiente, incapaz, no ya de cortar la violencia sino de siquiera aminorarla; el modelo policial es un más que patente fracaso. En Sanidad se cierran hospitales por falta de recursos, mientras se suspendió un contrato supervalorado tras publicarlo la prensa, de lo contrario se habría suscrito, como ocurrió con otros. En medio ambiente podemos llegar al choque social si se cumplen las promesas de algún alcalde de traer a miles de campesinos a la capital para apoyar la decisión presidencial sobre Perenco. El sector justicia no avanza, está atorado. La nueva comisión de postulación para seleccionar candidatos a Fiscal General ha sido reactivada por la CC porque dormitaba perpetuamente. El presidente de la CSJ, quien la debe de presidir, favorece a una joven allegada -y al padre de la misma- con contratos de trabajo que denuncia la prensa y es señalado por algunas organizaciones de posibles delitos que pudo cometer en su anterior ejercicio profesional. La infraestructura del país está hecha un auténtico desastre y sin recursos para reconstruirla. El turismo se ha reducido significativamente por la inseguridad que padecemos y los negocios a él asociados se ven afectados por lo mismo. Los ataques a medios de comunicación, a la libertad de prensa y al ejercicio del derecho a la expresión, son más visibles que nunca y algunos comunicados gubernamentales y oficialistas han proferido graves amenazas. El documento de identificación está cuestionado y se teme que el próximo proceso electoral no se produzca con la transparencia requerida. El terrorismo ha hecho acto de presencia con atentados en buses. En resumen, estamos en el peor momento “democrático” de la historia reciente del país. La inacción y el silencio gubernamental es la respuesta más inteligente a los problemas del ciudadano y, cada día, la percepción es que estamos mucho peor que el día anterior. Los “grandes” esfuerzos políticos se orientan a mantener el poder, justificar lo inexcusable o arremeter contra quienes evidencian esa incompetencia.
Este análisis del panorama nacional, que tanto se niega desde el poder, es externamente evidenciado, entre otros, por el Barómetro Iberoamericano 2010 (www.cimaiberoamerica.com). El Presidente peor valorado (24%) es Álvaro Colom, decreciendo la valoración de su gestión de 21% en 2008 a 16% en 2010. El reconocimiento positivo a la labor de gobierno en materia de seguridad, economía, salud, educación y medio ambiente, oscila entre el 12 y 21%. El país ocupa los últimos puestos en confianza en casi todas las instituciones. Los ciudadanos dan un valor de aceptación medio del 18% a la gestión del gobierno en áreas como: corrupción, salud, desempleo, economía, educación y terrorismo, entre otros.
No es un Estado fallido, es un gobierno que falla. Llegó con aparentes promesas bajo el brazo, pero ningún plan. Han querido seguir sustentando el sistema en las personas y su habilidad para resolver los problemas, solo que en este caso, ni siquiera eso ha sido suficiente. Estamos colapsados y todavía queda demasiado tiempo para optar por otras vías. Paciencia, resignación, ¡aguántense!, es lo que queda, por eso aquellas inapropiadas declaraciones del Presidente. A fin de cuentas, la verdad de la situación y la única solución. Pero recuerde: ¡cualquier situación por mala que sea, es susceptible de empeorar!