Las encuestas sobre intención de voto descalabran a Sandra Torres. Tiene un pequeño porcentaje (11%) de aceptación que no ha crecido y cuenta con una proporción significativamente alta de rechazo. Es la peor oferta electoral que podría hacer un partido político a estas alturas del proceso. Sin embargo, parece no haber otro candidato y nadie se atreve a hacerle la competencia. Deben comerse esa pacaya y aceptar el particular antojo de participar de la dama a quien parece le pela un higo otras alternativas y propuestas. Total ¡el partido soy yo!, pensará frente al espejo cada mañana.
Ante la inmutabilidad de la decisión de ser ella la postulante, los asesores han diseñado una campaña para que parezca lo que no es. Incluye publicaciones en prensa donde colectivos de alcaldes piden a doña Sandra que acepte la candidatura -¡quién osa decir lo contrario!- y muchedumbre acarreada en los semáforos que ralentiza el tráfico, visten playeras verdes y portan “improvisadas” pancartas mientras intentan transmitir, cacareando a los automovilistas, “el clamor popular” por dicha señora. Quieren hacernos creer que el “pueblo y sus autoridades electas” imploran para que ella sea la “mesías salvadora”, cuando realmente son cuatro gatos (aquellos que ella mencionó en alguna ocasión) quienes realmente la respaldan. El objetivo fijado es recolectar un millón de firmas (a la mejor tradición de nuestros antiguos dictadores).Habrá que ver cuántas se consiguen en los comedores solidarios -por supuesto antes de ingresar a los mismos- o pertenecen a quienes reciben ayuda condicionada (ahora más que nunca) del fondo de cohesión social. Siguen la estrategia de “propaga, que algo queda” y pretenden comunicar suficiente presión y difundir la sensación de una ciudadanía que en pleno la invoca como la próxima candidata a la presidencia ¿Quién se lo cree?, ¿Quién paga todo eso?
Cada vez más me convenzo que debería de participar en las próximas elecciones salvo por el impedimento legal reconocido por la Corte de Constitucionalidad en 1998. Tuvimos experiencias interesantes que supusieron un punto de inflexión muy importante para la torcida historia que se divulgaba en el país. La más significativa fue el estrepitoso fracaso de Rigoberta Menchú quien desde entonces quedó discusivamente paralizada y con una proyección exterior mucho menos distorsionada que la tenida hasta ese momento. Hay que recordar -y eso también es Memoria Histórica- que apenas llegó al 3% de votos y su ficción entretejida de popularidad, feminismo, indigenismo, martirio y demás, quedó desbaratado. Muchos cuestionan hoy aquel prefabricado tópico, al igual que el de la URNG.
Por tanto, no hay que preocuparse de que la aspirante Torres -ciudadana con ventajas- sea candidata. Dejémosla hablar, oigamos lo que tiene que decir, escuchemos el tono en qué lo dice, esforcémonos por entenderla y, sobre todo, preguntémosle ¿qué hará para reducir los homicidios que su esposo no logró?, ¿cómo solventará la deuda generada por derivar fondos a cohesión social?, ¿qué piensa hacer con la maltrecha imagen de país que deja el actual gobierno?, ¿cuántos estados más de excepción decretará para emprender una lucha que han dejado perder?, ¿qué hará para recuperar una perdida infraestructura vial y paga la deuda flotante? y un largo etcétera. Que se someta a la voluntad inmisericorde de las urnas y quizás en 2012 se difumine, como otros, una candidata más botada que votada y más pitada que aclamada ¿Quiere entrar por la puerta?, no se le tenga miedo, sólo exijamos igualdad y mucho respeto a legalidad ¿Será capaz de divorciarse por alcanzar el poder?
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