El particular y direccionado discurso político y decretar el estado de calamidad para “enfrentar la crisis alimentaria y nutricional que vive al país”, induce a pensar que hay escasez o falta de alimentos a nivel nacional o local, algo absolutamente falso. Sobran alimentos, no se carece de nada, no hay penuria y, por tanto, la denominada “crisis alimentaria” es una ficción, un imaginario que desvirtúa el problema y lo catapulta al plano interesado de quienes lo manipulan.
Falta capacidad para que muchas familias puedan adquirir aquellos insumos que necesitan. Es decir, no hay trabajo, empresas que contraten y promotores de ideas que las hagan realidad. Por ello, al no contar con un empleo -porque son escasos- muchos ciudadanos no tiene ingresos que les permitan acceder a los bienes más básicos. La razón es una falta de atracción de inversiones porque los inversores han preferido marcharse a otros lugares donde las condiciones para desarrollar sus negocios son mejores. Promover las condiciones suficientes, basadas en las necesarias garantías jurídicas y en la seguridad, es precisamente la labor primordial del gobierno y donde debería centrar su esfuerzo y atención. El problema del país se traduce en una manifiesta incapacidad o desinterés de los gobernantes por hacer su trabajo para establecer las bases que permitan el desarrollo y acabar con el problema que nos “venden” mal y falseado. El país está hecho un desastre porque desastrosos son estos políticos que no tienen capacidad (ni voluntad) para proyectar un clima atractivo para la inversión.
Si el tiempo (y el dinero) que llevan despilfarrado en promover la candidatura oficial de la fraudulenta divorciada lo hubieran dedicado para reducir la inseguridad, potenciar la justicia y disminuir los trámites burocráticos de manera que cada quien pueda desarrollar rápidamente su negocio, otro gallo estaría cantando. Sin embargo como les ha pelado durante estos años el tema de la seguridad y de la justicia, muchos mueren y otros pagan la factura del desempleo que es consecuencia -al menos en parte- de la ausencia de esa plataforma necesaria y suficiente para atraer inversiones y generar riqueza. Necesitan de pobres a quienes manipular y manosean el discurso de la pobreza para justificar más gasto “social” inútil y promover prestamos o presupuestos inflados. El informe sobre “estrategias de reducción de la pobreza” 2011 señala en su última conclusión que a pesar del gasto en educación, salud, vivienda y otros, “eso no se ha traducido en reducción de la pobreza”, así que no sigan insistiendo en falacias y dejen de disfrazar el auténtico problema que padecemos.
Tampoco es cierto que cada vez seamos más pobres. El mencionando informe peca gravemente al hacer estudios históricos con siete diferentes definiciones de pobreza, termina comparando peras con manzanas y llega a la conclusión que al autor y al editor les interesa. Según el panfleto, en 1989 había 3,2 millones de “no pobres”; en 1998 el número subió a 4,6 y en 2006, los “no pobres” ascendían a 6,63 millones. A pesar de que cada vez la definición es más exigente, resulta que estamos mejor, como otros índices reconocen. Ese esfuerzo por pedir más dinero responde al interés de muchos burócratas por contar con fondos para sus ocultos fines o para seguir escribiendo sandeces. Pongamos todo en su justa perspectiva y recordemos que a más pobreza más votos cautivos. Al empresario le interesa la riqueza, al político la miseria ¿Quién vive mejor con la actual situación?, ¿quién la sostiene?
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