Las acciones humanas siempre tienen consecuencias
La propuesta de despenalizar las drogas -aún sin saber de qué se trata- ha generado grandes debates. Se comienza a oir razones y enfrentar lo que parecía un tema vedado y tabú. La propia iglesia católica -en voz de sus más altas autoridades- emitió opinión al respecto y, en cierta forma, destacó la decisión y responsabilidad del ser humano por encima de la presión e imposición de gobiernos. Se podría decir que estamos en el buen camino para hablar sobre este tema. Sin embargo, todavía se pueden escuchar argumentos insostenibles más allá del discurso interesado, repetitivo o moralista. Uno, es sobre el incremento del número de adictos. A tal efecto, existe en la web un interesante estudio del CATO INSTITUTE de cómo se redujo el consumo en Portugal tras la despenalización. Otro, se refiere al supuesto aumento de la violencia, cuando estudios como el del LATIN AMERICA WORKING GROUP (web) revelan que la violencia está asociada, precisamente, al ilegal narcotráfico, lo que permite concluir que su despenalización haría desaparecer el origen del problema. Algunos más, consideran que hay que tratar al drogadicto como un enfermo, lo que acarrearía un sistema de salud mucho más caro y eficaz que el existente. Eso sólo sería cierto caso de que efectivamente exista el incremento de consumidores y se acepte que el sistema de salud nacional debe correr con los gastos del “enfermo”, cuando ahora no lo hace con otros: alcohólicos, ludópatas, fumadores, adictos al sexo y algunos más. Pareciera que si el argumento es atender al “enfermo”, consecuentemente habría que atender a todos y no a unos pocos.
Hay quien está por la legalización del consumo, pero no de la producción ni de la distribución que son, con pocas dudas, los verdaderos generadores de violencia, de muertes y del encarecimiento del producto. Con sólo despenalizar una parte no se conseguiría mucho puesto que la droga seguiría teniendo altos costos, la red ilegal del transporte generando pingües beneficios y se producirían miles de muertes por el control clandestino. Parece más consecuente apostar por la despenalización de todo el proceso para evitar los problemas citados. Muchos se han estancado al intentar estudiar las causas del problema, en lugar de ver como reducir o hacer desaparecer las consecuencias. Las causas de por qué una persona consume drogas pueden ser infinitas e imposible de tabular porque obedecen al más profundo deseo o decisión de cada cual, que nadie conoce. Es por ello que estudios que consideran como detonante la pobreza, la marginalidad, la falta de educación o la desigualdad social, entre otros, yerran sustancialmente. Pretender, por medio de una encuesta local y parcial, determinar cual es la voluntad del consumidor mundial que pertenece a su esfera más privada es una hipótesis imposible de demostrar. Prueba de ello es que se consume en todos los países, estratos sociales, clases económicas, edades y sexos. Atacar “las causas” me parece un argumento débil (o interesado) porque se parte de una premisa falsa, cual es conocerlas. No obstante, entrarle a las consecuencias es mucho mas racional y real: bajarían los precios, incrementaría la calidad, se recaudarían más impuestos, se reduciría la criminalidad, los efectivos policiales y de inteligencia se dedicarían a otras cosas, las cárceles reducirían sus ingresados, etc. Ya hay medio siglo de fracasos estudiando las causas, encontremos la respuesta en las consecuencias. En todo caso me apunto a la cita de don Amable Sánchez: “La mejor prueba de respeto a los hombres es permitirles vivir y morir en paz”.
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