lunes, 9 de abril de 2012

“Nuestros líderes”

Si ganas el éxito, disfrútalo. Si te toca la derrota, afróntala

Al concluir las pasadas elecciones generales, muchos hablaron, escribieron y consideraron a Sandra Torres y a Manuel Baldizón como el “liderazgo emergente”, “los lideres de la oposición” y otros magnos calificativos que los encumbraron por encima del papel que realmente tienen sus partidos. Tres meses después, aparece una Sandra desconocida que concede entrevistas y ofrece declaraciones imposibles e increíbles tiempo atrás, aunque afortunadamente conocemos quién fue, cómo es y qué puede llegar a ser. Don Manuel, desaparecido por el mismo tiempo prudencial que ambos parecieran haber acordado, envió a sus huestes a crear conflictividad en el Congreso, lanzando objetos, llevando pancartas, hablando por megáfonos o interpelando a un ministro -y poniendo en fila a otros- para entrampar el proceso de discusión parlamentaria. Como ave Fénix, reaparece dando declaraciones y queriendo reunirse con el Presidente. Casos perdidos de apropiación de un inexistente y no reconocido liderazgo que sus propios partidos cuestionan. La tercera protagonista es Rigoberta Menchú, quien fue a Colombia a buscar publicidad y “acompañar la liberación de prisioneros”, aunque el gobierno de allá rechazó su “contribución” al verla junto a la polémica ex senadora Piedad Córdoba, destituida por colaborar con las FARC. Parece que ahora apoyará la reivindicación de las Malvinas en esa desenfrenada búsqueda de necesario protagonismo. Aquí, sin embargo, no echa ninguna manita para resolver los millones de problemas pendientes ¡Luego se queja de que nadie la vota!
Los tres se creen líderes, mientras la realidad lo niega. No son cargos públicos elegidos ni influyen en su entorno. La financiera se les cerró y a una más que a otro, el partido se le desmorona. Los problemas surgen por doquier: la arraigan, procesan a la hermana, a la sobrina, a la directora de la policía y de seguir así no se sabe que puede ocurrir. Entre otros, su fiel servidora, aquella que explicaba -siguiendo sus instrucciones- como había que votar para que no llegara al poder el PP, se cambió de partido y la abandonó, devolviéndole algo de su propia medicina, de su soberbia, de su mangoneo y particular forma de “estar” en aquel nefasto gobierno de la UNE, algo solamente superado por Rosario Murillo, la esposa que perdonó la violación de su hija y dispone de un sitio preeminente en cualquier reunión presidencial, pasándole factura al dictado nicaragüense. Don Manolo reclama el poder que le cedió Sandra al poner a su disposición la maquinaria de partido. Cree que mas de 1,5 millones de persona lo votaron “a él”, sin darse cuenta que apenas una tercera parte es realmente su caudal, el resto una graciable y estratégica cesión de la señora y sus adláteres. Invirtieron demasiado en una campaña fallida y sus financistas reclaman los dividendos que no pueden repartir; posiblemente no tengan cabida en el próximo proceso electoral ¿Quién prestará dinero a unos fracasados? ¿De dónde sacarán los votos si en mejores ocasiones no pudieron?, son algunas de las muchas preguntas por responder. Sin embargo, necesitan figurar y eso es un peligro teniendo en cuenta que nadie quiere saber mucho de ellos. Una, más pacífica -de momento- llama a los medios de comunicación. Otro, más orgulloso, lanza sus gallitos de pelea en el Congreso para crear escándalo y obligar a negociar al gobierno, tal como hacían habitualmente con los de la UNE. Ambos (y la ignorada internacional) buscan espacios que la ciudadanía les niega. “Líderes” de cartón, que para nada se merece el país.

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